Pese a que en la fotografía es difícil apreciarlo, este escalofriante óstracon presenta una escena figurativa en la que se observa a la izquierda el paisaje de una construcción entre dos árboles. A la derecha se ve una especie de mesa triangular, sobre la que hay una copa destacada por tres líneas convergentes a cada lado y, a su derecha, un esquematismo humano de nuevo en posición orante. Bajo la mesa puede leerse una palabra, SINAIII, adornada con tres trazos a cada lado.
De nuevo nos vemos obligados a anotar una obviedad: los pequeños trazos rectos -agrupados de a tres- o las mal llamadas “comillas” por los comisionados están significando santidad y divinidad en torno al monte Sinaí y al cáliz representado sobre la mesa.
El monte Sinaí o monte Horeb, célebre por su gran importancia en el libro bíblico del Éxodo, es una montaña situada al sur de la península del Sinaí, al nordeste de Egipto, en Asia, y es el lugar donde Dios entregó a Moisés los Diez Mandamientos.
El Santo Grial se identifica comúnmente con el plato o copa usado por Jesucristo en la Última Cena, pero no es ése -al parecer- su origen. El primer autor en mencionarlo es, entre 1181 y 1191, el poeta Chrétien de Troyes en su narración Perceval -también llamada Le Conte du Graal-. La obra, presentada como tomada de un libro antiguo, habla de la visita de Perceval, quien aspira a ser caballero del Rey Arturo, al castillo del Rey Pescador, en el cual le es mostrado un grial. Dentro del mismo hay una especie de oblea que, milagrosamente, alimenta al herido padre del Rey. Perceval no pregunta por el significado de este objeto, lo cual le es reprochado más tarde. Aunque posee un claro simbolismo cristiano, Chrétien no explica en qué consiste el grial, y la obra se interrumpe bruscamente. El autor no lo denomina «santo», ni lo designa como «el grial», sino simplemente como «un grial» y considera más importante su contenido —la hostia consagrada del catolicismo— que el recipiente. De hecho, teniendo en cuenta la etimología de la palabra, es muy posible que Chrétien aludiera a una sencilla bandeja. También es un dato a tomar en consideración el que en la mitología celta existía una especie de caldero divino.
La obra de Chrétien de Troyes marcaría el comienzo de la leyenda, pero fueron Robert de Boron y Wolfram von Eschenbach quienes la desarrollaron de la manera en que se transmitió a la Europa medieval. Robert de Boron, en Joseph d’Arimathie y Estoire del San Graal, es el responsable de transformar el grial de Chrétien en «El Santo Grial». Este autor inglés espiritualiza el simple plato mencionado por el francés y lo convierte en la copa de la Última Cena, la misma que, según sostenían las leyendas, José de Arimatea usó después para recoger la sangre de las heridas durante la crucifixión de Cristo. De Boron es también el primero en afirmar que José y su familia llevaron el Grial a partes no especificadas de Britania.
Podría subyacer aquí el quid de la cuestión o la no inocente conexión entre el cáliz de la última cena y aquel caldero divino céltico, en el contexto de cristianización de tierras bárbaras y paganas y utilizando el beneficio que para ello puede procurar la literatura propagandística, al modo de la Eneida de Virgilio o el encargo que el emperador Augusto realizó con el objetivo de consagrar a Roma mediante la difusión de sus orígenes divinos para asegurarse la supremacía de tenor imperialista y que el poeta, inspirado por la musa, cumplió diligente, hermosa y maravillosamente con la inmortalización de la conexión legendaria del héroe troyano Eneas, superviviente del desastre provocado por la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves; orígenes divinos, porque Eneas, el primer y verdadero fundador de Roma, era hijo de la diosa Venus. Gracias a este relato inspirado por la musa, Augusto no sólo dotaba de santidad a la ciudad: a él mismo -por pertenecer a la familia Julia- y por tanto a la casta futura hereditaria de emperadores también, justificando así su permanencia en el poder único -entiéndase: el germen de aquello de caudillo por la gracia de Dios-, ya que al parecer el hijo de Eneas, Iulus, era el antepasado de Julio César y el ancestro por el que la augusta familia conservaba el nomen patricio Iulius generación tras generación.
Ahora bien: ¿qué sabemos sobre el caldero divino céltico? o ¿cuál es la relación entre el cristianismo y el componente céltico en Veleia? o ¿la hay?
Al igual que otros pueblos indoeuropeos durante el periodo de la edad del Hierro, los primeros celtas tenían una cultura politeísta y una correspondiente estructura religiosa. Su mitología no sobrevivió al imperio romano en el caso de los galos y los celtíberos debido a su subsecuente conversión al cristianismo y a la pérdida de sus lenguas originales, aunque irónicamente fue a través de fuentes romanas y cristianas, contemporáneas, como conocimos los detalles sobre sus creencias.
En contraste, la comunidad celta que mantuvo sus identidades políticas o lingüísticas (tales como las tribus de escotos y bretones de las Islas Británicas) transmitió vestigios remanentes de las mitologías de la edad de hierro, las cuales fueron registradas a menudo en forma escrita durante la Edad Media.
Debido a la escasez de fuentes sobrevivientes que pongan por escrito el idioma galo, se conjetura que los celtas paganos no eran extensamente alfabetizados, aunque una forma escrita de la lengua gala, utilizando los alfabetos griego, latino e itálico del norte fue usada (según lo evidenciado por los artículos votivos que llevan las inscripciones en lengua gala y el Calendario de Coligny). Julio César da testimonio del alfabetismo de los galos, como también explica que sus sacerdotes, los druidas, prohibieron utilizar la escritura para registrar ciertos versos de importancia religiosa. Julio César nos informa también de que los Helvecios tenían un censo escrito.
Roma introdujo en los territorios celtas el extendido hábito de las inscripciones públicas, debilitando con ello el poder de los druidas.
Aunque tempranamente los escotos de Irlanda y partes del moderno Gales usaron la escritura Ogam para registrar inscripciones cortas (en gran parte nombres personales), el alfabetismo más sofisticado no fue introducido a los territorios celtas que no habían sido conquistados por Roma hasta el advenimiento del cristianismo; de hecho, muchos mitos gaélicos primero fueron registrados por monjes cristianos, aunque sin la mayor parte de sus significados religiosos originales.
El uso del ogam parece haber sido considerado un secreto, algo reservado casi exclusivamente para comunicaciones entre los «sabios entre los sabios» de los celtas (ya sea los druidas o los bardos) dado que, se suponía, daba acceso a secretos profundos.
Curiosamente, el alfabeto ogámico consiste en trazos rectos muy similares a lo que se ha venido llamando “comillas de Veleia”: ¿casualidad?
Alfabeto ogámico
En Commentarii de bello Gallico Julio César nombra con el equivalente romano más cercano a los cinco dioses principales adorados en la Galia. Mercurio era la más venerada de todas las deidades y numerosas representaciones de él han sido descubiertas. Mercurio es visto como el creador de todas las artes, protector de aventureros y comerciantes y el más poderoso en relación al comercio y el beneficio. Además los galos reverenciaban a Apolo, Marte, Júpiter y Minerva; los celtas son descritos sosteniendo opiniones aproximadamente iguales a las de otros pueblos: Apolo disipa la enfermedad, Minerva anima habilidades, Júpiter gobierna los cielos, y Marte influye en la guerra. Además de estos cinco, él menciona que los Galos remontan su linaje a Dis Pater.
Debido a que César no describe a estos dioses por sus nombres celtas, sino por los nombres de las divinidades romanas con las cuales los comparó, este proceso confunde considerablemente la tarea de identificar a estos dioses galos con sus nombres natales en las mitologías insulares. Parece claro que conocían a una divinidad guerrera con semejanza a Marte llamada Teutates, que ellos traducen como «espíritu tribal» (teuta, se cree, puede ser interpretado como «la tribu» en Proto-celta). El Teutates galo -adorado también en Britania– es en el panteón irlandés Dagda, un dios-druida y dios de los druidas, señor de los elementos y del conocimiento, jurista y temible guerrero. Ha sido llamado Eochid («padre de todos»), Lathir («padre poderoso») y Ruadh Rofhessa («rojo de la gran ciencia»). Dagda es una figura-paterna, un protector de la tribu y el dios céltico básico del que otras deidades masculinas eran variantes. Los cuentos irlandeses retratan a Dagda como una figura de poder, fácil de distinguir por su extrema glotonería y desbordante sexualidad. Lleva un caldero cuyo contenido es inagotable y un arpa mágica que puede tocar, por sí sola, aires de lamento, de sueño, de muerte o de risa. Posee también una maza; si golpea a alguien con uno de sus extremos, lo mata; si lo hace con el otro, lo resucita. Es, pues, el dios de la vida y de la muerte, absolutamente ambiguo y poseedor de fuerzas temibles que pueden ser buenas o malas. En los relatos épicos más recientes, así como en las novelas del ciclo del Rey Arturo, el personaje de Dagda aparece a menudo con la forma de un «Hombre de los Bosques», un patán que lleva una maza y que es señor de los animales salvajes.
He aquí el caldero divino céltico que se asimiló al grial de José de Arimatea que luego fue convertido en el Santo Grial y que aparece en el fantástico óstracon veleyense nº13360
con un claro significado iconográfico cristiano.
¿Por qué identificar el caldero de Dagda con el grial de José de Arimatea? ¿Por qué hace esto un poeta? Para hacer -puede ser que por encargo, como escribió Virgilio- propaganda religiosa, para cristianizar, para acercar a los paganos lo que consideran ajeno y lejano y así ello les resulte más familiar o incluso conectado a sus tradiciones antiguas. Y ese poeta -como hizo Virgilio- se basa en ya existentes y antiguos chismes o cuentos para preparar una materia mínimamente creíble para sus lectores.
Los escritores romanos transmitieron que los celtas practicaban el sacrificio humano en gran escala, pero existen muy pocos hallazgos arqueológicos que prueben el proceso sacrificatorio, por lo que la mayoría de los historiadores contemporáneos
tiende a considerar el sacrificio humano como raro dentro de las culturas célticas. Al parecer, preparaban a una víctima humana, a la que clavaban una daga en el pecho observando la manera en que sus miembros convulsionaban y el fluir de su sangre: así podían leer el futuro.
También predecían el futuro observando el vuelo de los pájaros (auispicia) y mediante sacrificio de animales sagrados. Diodoro nos habla sobre la importancia de los profetas en el ritual druídico: se trataría de una clase de «videntes», los Strabo, de una palabra celta cuyo significado es «inspirado» o «extático». Es, por tanto, posible que la sociedad celta tuviera, además de la ritualística y taumatúrgica religión de los druidas, un elemento del chamanismo de comunicación extática con el mundo de los muertos.
Nº 13373 (sector 6): IOSHII ¿G?ALIMATIIA (la A incompleta) / IIT MIRIAN / VIRGINII / «`III
En este punto -y sobre todo después de haber pensado en el padre de Deidre (e imaginado un druida celta misionero cristiano en Veleia)- nos surge inevitablemente una pregunta: ¿quiénes y cuándo cristianizaron Veleia? … tal vez sea más apropiado empezar por el principio. Nos adelantamos a pedir disculpas por otro excursus que vemos necesario en aras de la contextualización.
¿Cuándo llegó el cristianismo a Hispania? ¿Desde dónde?
Durante el Principado el Cristianismo inició su penetración en Roma y sus provincias, pero los orígenes de la propagación en Hispania de la religión cristiana son oscuros, las noticias históricas contemporáneas o próximas a los hechos escasísimas y las fuentes posteriores sobre los primeros tiempos del Cristianismo en la Península muy insuficientes.
La leyenda del apostolado de Santiago en España tiene su precedente en la escueta noticia contenida en el Breviarium Apostolicum (600), que dice que Santiago predicó en Hispania: hic Iacobus Spaniae et occidentalia loca praedicatur. Esta leyenda, lo mismo que las vinculadas al transporte de su tumba a Galicia, no proporcionan ayuda alguna a la valoración de los orígenes históricos de las comunidades cristianas en Hispania: autores cristianos de época bajoimperial como Prudencio, Orosio, Hidacio o San Marín de Dumio (siglo IV), algunos de ellos muy vinculados a las tierras galaicas y que proporcionan datos abundantes sobre las comunidades cristianas de Hispania, no mencionan en ninguna ocasión que el cristianismo peninsular tenga un origen apostólico. Tampoco la iglesia cristiana visigótica dice nada sobre ese origen apostólico.
Otra tradición hace de San Pablo el primer evangelizador de Hispania: él mismo manifiesta en la Carta a los Romanos (15, 24) su deseo de acercarse a Hispania: “cuando emprenda mi viaje a Hispania, espero al pasar visitaros, y ser encaminado por vosotros a
aquella tierra”, lo que permite a algunos autores considerar su predicación en la península como un hecho históricamente cierto. San Clemente de Roma, uno de los primeros sucesores de San Pedro, habla en una carta dirigida a los cristianos de Corinto hacia el año 96 de que San Pablo llegó en su predicación hasta “los términos de Occidente”, refiriéndose con ello probablemente a Hispania; y otras fuentes de los siglos II al V aluden también a este viaje, que, de haberse realizado, tuvo lugar durante los años 63 a 67.
Hacia el año 185, san Irineo, obispo de Lugdunum (Lyon), indica (Adv.Haer., I, 3) que en aquel tiempo el cristianismo había establecido iglesias entre los germanos, celtas e íberos.
El documento más antiguo e inequívoco del cristianismo primitivo hispano lo constituye la carta 67 del corpus de 81 cartas escritas por san Cipriano (siglo III).
Sea como fuere, desde el siglo I el cristianismo empieza a difundirse por Hispania, sobre todo en las ciudades y en las comarcas más romanizadas y posiblemente con mayor acción evangelizadora entre la población inmigrada que entre la indígena, más apegada, particularmente en los campos, a sus viejos dioses locales y a sus arraigadas supersticiones idolátricas.
Las primeras persecuciones contra los cristianos comienzan en el siglo I: en el año 64 se produjo un incendio en Roma, probablemente fortuito, que destruyó gran parte de la ciudad. Nerón dirigió contra los cristianos el odio que el pueblo tenía contra él y les acusó de haber provocado el incendio. Tácito (Ann. 15,44) responsabiliza a Nerón de esa burda maquinación, pero considera que los cristianos constituyen una secta maléfica y están animados de odio al género humano. Con esta expresión Tácito está sintetizando la sensación que en la masa de los ciudadanos producía la indiferencia de los cristianos por los asuntos públicos y su aversión a los dioses y ritos paganos: los cristianos, representantes de una nueva universalidad que no era la del Imperio romano,
organizados en comunidades propias ajenas al Estado, hostiles al servicio militar y en rebeldía respecto del culto oficial al emperador, fueron considerados enemigos del poder público y jurídicamente perseguidos no por su religión misma, pues los romanos la aceptaban como una variante del judaísmo -a la que toleraban-, sino porque sus creencias representaban un peligro para el Sistema o el Estado.
“Los romanos comenzaron a mirar con recelo a la tercera clase de personas, el tertium genus del que habla Tertuliano (Ad Nat. I, 8). “Las prácticas religiosas cristianas, tales como el comer la carne de Jesús y el beber su sangre durante la celebración de la Eucaristía y el abrazo y beso de la paz dado entre hermanos y hermanas desconcertaban a los romanos. El pueblo llano las consideraba, respectivamente, como prácticas inhumanas e incestuosas realizadas por personas potencialmente subversivas, porque no participaban en los cultos de la religión pública, instrumento integrador y de control social y el modo más genuino y patriótico de mostrar fidelidad y lealtad al Estado. La no participación cristiana en los cultos de los dioses paganos era considerada una postura antisocial que amenazaba el bienestar de la comunidad romana, al perturbar la pax deorum, el orden moral y la concordia cívica, que el poder estatal tenía la obligación de vigilar y mantener a toda costa. En materia religiosa el poder romano se movía forzosamente entre dos comportamientos antagónicos. Por un lado, sentía un profundo respeto por los derechos individuales de los ciudadanos, entre los que se encontraba la libertad de conciencia, pues aceptaba el hecho de que algunos ciudadanos venerasen dioses foráneos siempre que no se perturbase gravemente la pax deorum. Por otra parte, en función de la íntima relación establecida entre poder político y religión, el Estado debía procurar que la religión estatal no sufriese ningún quebranto.”
Juan José Sayas Bengoechea / Manuel Abad Varela, Historia Antigua de la Península Ibérica Ii. Época Tardoimperial Y Visigoda, pág. 99.
La primera persecución de que tenemos noticias en Hispania fue la de Decio, a comienzos del año 250, quien promulgó un edicto que ordenaba que todos los habitantes del Imperio estaban obligados a participar en los sacrificios oficiales romanos, recibiendo un certificado (libellum) que les exoneraba de toda sospecha. Algunos cristianos
apostataron por temor al tormento o simularon, mediante un certificado falso, que habían sacrificado a los dioses: son los llamados libellatici.
En el año 257 el emperador Valeriano emitió un edicto que prohibía a los cristianos realizar reuniones litúrgicas y visitar los cementerios, y al año siguiente promulgó un segundo edicto transmitido por san Cipriano (Ep., 80) que obligaba a obispos, presbíteros y diáconos a sacrificar a los dioses bajo pena de ejecución.
En 303, Diocleciano promulgó cuatro edictos persecutorios cuyo contenido transmite Eusebio de Cesarea en su Historia de la Iglesia. Se ordenó el encarcelamiento de todos los dirigentes de las iglesias.
Durante los años que duró la persecución de Diocleciano sufrieron martirio el centurión Marcelo, los santos Emeterio y Celedonio de Calahorra, las santas Justa y Rufina de Sevilla, los innumerables mártires de Zaragoza, san Vicente de Valencia, san Félix de Gerona, san Cucufate de Barcelona, san Acisclo de Córdoba, los santos Justo y Pastor de Alcalá de Henares y santa Eulalia de Mérida.
En aquella época de agitación social y espiritual, en estrecha relación con el dualismo gnóstico que opone el bien absoluto al mal absoluto, el persa Manes comienza la predicación de la doctrina maniqueísta, según la cual la luz y las tinieblas se encuentran en lucha permanente, siendo Cristo tan sólo un profeta enviado por Dios, y un discípulo de Manes, Marcos de Menfis, vino a Hispania e inició en sus doctrinas al retórico Elpidio
y a una mujer noble llamada Agapé contribuyendo a que se difundiesen
en la península creencias y prácticas cuyo recuerdo nos ha llegado en algunos objetos arqueológicos de probable significación gnóstica.
(En este punto conviene recordar que en algunos grafitos de Veleia aparecen jeroglíficos egipcios o la controvertida Nefertiti: *¿recuerdos de Menfis?)
Se difunde en Hispania tal secta cuyo origen hay que buscarlo en el gnosticismo, el maniqueísmo y el rigorismo luciferiano. Los antiguos iniciados por la gnosis y que por ella se libran de la sensualidad son ahora unos “elegidos” que practican la pobreza, la castidad y la abstinencia de carnes y se sienten iluminados en la interpretación de las Escrituras. La secta se extiende especialmente por Galicia y Lusitania, y en ella ingresa un discípulo de Elpidio y Agapé llamado Prisciliano, rico, inquieto, culto, atractivo y dotado, al parecer, de extraordinaria fuerza persuasiva.
Prisciliano, junto con su maestro Elpidio, se retiró a tierras galaicas y entró en contacto con un pequeño grupo de cristianos laicos. Después ambos se dirigieron a Lusitania, sabiendo atraerse en poco tiempo a las masas, singularmente a las mujeres, e incluso a algunos obispos. Prisciliano buscaba transformar la iglesia desde dentro y propuso a sus seguidores el rigorismo ascético como forma de vida. Surgió así el priscilianismo, que produjo grandes disputas y que todavía hoy se discute si fue realmente una secta herética o si Prisciliano fue víctima de las pasiones y del exceso de celo de su tiempo, porque los opúsculos escritos por Prisciliano no fueron descubiertos hasta el siglo XIX y su lectura no disipa del todo las dudas.
Hispania estuvo perturbada por las disputas suscitadas por el priscilianismo. El obispo de Córdoba, Higino, se dio cuenta del peligro potencial que tenía este movimiento para una iglesia instalada en la comodidad de la vida mundana y confió sus temores a Hidacio de Mérida -probablemente porque Prisciliano y sus seguidores dependían de ese metropolitano-.
Entretanto, un usurpador hispano, Magno Clemente Máximo, se proclamó Augusto en 383, quedando al frente de Hispania, Galia y Britania y mandó prender a Prisciliano, instigado por Hidacio de Mérida. Prisciliano y sus partidarios comparecieron ante un concilio en Burdeos, apelaron al emperador y la causa pasó al fuero secular. Juzgado Prisciliano en Tréveris por el prefecto del pretorio, fue condenado por delito de magia y degollado en 385; pero el Priscilianismo no se extinguió sino que adquirió nueva fuerza en
Hispania y las Galias, en donde Prisciliano fue considerado como un mártir. Los priscilianistas se expandieron rápidamente por la parte noroccidental de Hispania, donde se organizaron sólidamente con el apoyo de muchos obispos.
En diversas fuentes de información se acusa a Prisciliano de heterodoxia, de influencias gnóstico-maniqueas y, durante el proceso de Tréveris, fue acusado de magia y de prácticas inmorales. En 1885, G. Scheps descubrió un manuscrito datado en el siglo V ó VI que contenía once tratados cuya autoría pertenecía muy probablemente a Prisciliano. Éste quería reformar la iglesia hispana desde dentro: el enfrentamiento se daba entre dos sectores de la iglesia por motivos ético morales. Este movimiento trataba de imponer a los fieles cristianos un tipo de vida ascético, conforme al concepto que tenía de la naturaleza del hombre, constituido por un alma arrancada a la sustancia divina y un cuerpo material donde habita el mal.
Sus reuniones, frecuentemente nocturnas, en bosques, cuevas o en villae alejadas de las ciudades, y con el baile como una parte importante de la liturgia, incluían tanto a hombres como a mujeres. Sustituyó la consagración oficial con pan y vino por leche y uvas; acogió a las mujeres y los esclavos en las sesiones de lectura de textos bíblicos (incluyendo apócrifos).
(Esas reuniones recuerdan un poco a las de la cueva de Zugarramurdi de comienzos del siglo XVII, a cuyos participantes quemaron en la hoguera por supuesta brujería).
Intentó la reforma del clero a través del celibato y la pobreza voluntaria, y posteriormente amplió la reforma a todos los fieles. Abogó por la interpretación directa de los textos evangélicos planteando el principio del libre examen. Exigió que la Iglesia volviera a unirse a los pobres. Enfatizó el estudio de los símbolos y la superación del literalismo en la interpretación de la Biblia.
Cuando Schepps examinó estos escritos priscilianistas, encontró que en gran parte sus puntos de vista estaban basados en Hilario de Poitiers, cuyo método alegórico de interpretación de la Biblia Prisciliano sigue. Schepps opinaba que Prisciliano fue la primera víctima de la Inquisición española. El teólogo Friedrich Paret publicó (en alemán) el libro Prisciliano: un reformador en el siglo IV, en el cual considera que Prisciliano fue un precursor de la reforma protestante.
El Concilio de Nicea (año 325) fijó doctrinalmente la consubstancialidad de las tres personas de la Trinidad y sacó a la luz las corrientes desviacionistas que negaban la divinidad de Cristo, como el arrianismo, la forma del gnosticismo que consideraba que la materia era mala y consecuentemente Cristo no tuvo verdaderamente cuerpo material sino un cuerpo “parecido” al de los hombres, y la maniqueísta, que defendía la existencia de dos mundos, el de la Luz y el de la Oscuridad.
Mientras el cristianismo se propagaba por todo el imperio, la cultura grecolatina alcanzó un enorme desarrollo y cristianos y paganos se formaron en el sistema educativo romano que tenía como elemento formativo fundamental la cultura grecolatina. Durante la Antigüedad Tardía, la decadencia del Imperio y la debilidad de la cultura pagana estuvieron acompañadas de la barbarización del Imperio y del afianzamiento de la cultura cristiana.
En junio de 362 d.C. Juliano prohibe el ejercicio de la enseñanza a los cristianos, pero la apropiación cristiana del material cultural grecorromano fue en aumento, ya que era un instrumento idóneo para profundizar en las creencias cristianas.
“Durante la época tardorromana hay indicios de la existencia en la Península de lenguas vernáculas, además del vasco. En la obra De similitudine carnis peccati se recoge la noticia de la enseñanza del cristianismo en lengua vernácula: Con aquellos paganos y con estos bárbaros tuyos, tanto de creencia como de lengua, que creen que sus ídolos no conocen la muerte…en lengua bárbara les exponía (adserere) la doctrina hebraica. Se ha supuesto que el autor de este opúsculo fue el presbítero Eutropio y que los bárbaros que recibieron el adoctrinamiento cristiano en lengua vernácula a comienzos del siglo V fueron, probablemente, los vascones.”
Juan José Sayas Bengoechea / Manuel Abad Varela, Historia Antigua de la Península Ibérica Ii. Época Tardoimperial Y Visigoda, pág. 116.
En el Peristephanon (I, 94-96), Prudencio aporta un importante dato: “¿Crees ya, bárbara (bruta) gentilidad de los vascones de otro tiempo, cuán sagrada sangre derramó el error cruel?” El adjetivo bruta de la expresión bruta gentilitas se interpreta en el sentido de apego a las tradiciones culturales y a la lengua vernácula.
Desde luego que todo este larguísimo excursus sobre la introducción del cristianismo en Hispania y más concretamente en tierra de los vascones resulta un
preludio reflexivo e informativo necesario para poder plantear la siguiente cuestión (no sin asterisco de reconstrucción hipotética):
*¿Podríamos pensar que en el recinto 8 del sector 6 de Veleia -llamada domus ecclesia por los arqueólogos de Lurmen- existía un lugar de criptoenseñanza de doctrinas interpretativas de la Biblia de libre examen al modo de los priscilianistas o del de anteriores ascetas gnósticos? Cronológicamente bien pudiera ser así, pues las unidades estratigráficas datan los hallazgos a finales del siglo III o principios del IV. Desde luego, que la época era convulsa y de confusión espiritual está claro para cualquiera.
Además, es precisamente en este sector 6 en donde apareció la gran mayoría de grafitos en euskera, y casi todos tienen temática judeocristiana. Si tenemos en cuenta la cita anteriormente referida atribuida a Eutropio del libro De similitudine carnis peccati, “Con aquellos paganos y con estos bárbaros tuyos, tanto de creencia como de lengua, que creen que sus ídolos no conocen la muerte…en lengua bárbara les exponía (adserere) la doctrina hebraica”, y la aceptación científica de que los bárbaros que recibieron el adoctrinamiento cristiano en lengua vernácula a comienzos del siglo V fueron los vascones, parecería que todas las piezas del rompecabezas encajan por fin.
Lurmen ya ha planteado una hipótesis en esta línea:
“Su estructura, con sus divisiones internas y su sistema constructivo, así como los hallazgos localizados en su interior, nos inclinan a proponer que -al menos en su momento final- pudiera tratarse de un espacio doméstico dedicado a un uso público de carácter religioso, tipo domus ecclesia. Eso ocurriría, al menos, en su fase final, en torno a fines del III-principios del IV, que es cuando se produce la ruina del recinto y el derrumbe de sus estructuras. Posteriormente, en torno a mediados del IV d.C., se produjo el saqueo puntual de alguno de sus muros (concretamente del compartido con el recinto 13, en su esquina NE., posiblemente, para la extracción de algún sillar o pieza reaprovechable). El recinto conoce un último momento de ocupación datable a partir de mediados del siglo IV-V, que se asienta sobre los escombros de la fase anterior y que sólo se conserva a nivel de subsuelo. Se localizaron grafitos excepcionales en la fase correspondiente a la reestructuración del recinto y en su espacio N. (A), concretamente en el nivel de preparación de suelo (UE 6188); así como en el nivel más bajo del escombro que cayó sobre el suelo en uso -aquí concentrados en la parte N. y, sobre todo, en el ángulo NW. del recinto- (UE 6076) y en el relleno (UE 6180) de la fosa de saqueo tardorromana (UE 6191) de uno de sus muros -que afectó justo al ángulo NE. del recinto-, estando éstos en disposición secundaria».
Acerca del hallazgo de los grafitos del sector 6, Lurmen aporta la siguiente información:
“Aparecieron un total de 122 graffiti en este sector distribuidos en distintas UUEE. De ellos, consideramos excepcionales un total de 67: 29 de los 31 localizados en la UE 6076, el único localizado en la UE 6082, 1 de los 2 localizados en la UE 6177, 6 de los 8 localizados en la UE 6180, los 4 localizados en la UE 6181, 5 de los 6 localizados en la UE 6182, 15 de los 19 localizados en la UE 6185, 3 de los 5 localizados en la UE 6188, los 2 localizados en la UE 6190 y el único localizado en la UE 6202.»
«Consideramos que la mayor parte de los grafitos excepcionales constituyen aquí un conjunto con dos horizontes cronológicos bien marcados a los que se asocia un cambio en el contenido de dicho material gráfico. El más antiguo, situable en torno a fines del II-principios del III (momento de remodelación de la domus en época altoimperial) muestra grafitos de carácter doméstico (escritos en euskera). Estos grafitos, se localizaron en su ubicación estratigráfica original en la UE 6188 del recinto 8 y en la UE 6202 del recinto 13. Es muy probable que también la mayor parte de los grafitos de la UE 6180, ubicada entre los recintos 8 y 13, correspondieran también a este momento, si bien aquí estaban en posición secundaria al haber sido descontextualizados en época tardorromana por las remodelaciones constructivas propias de un lugar habitado, concretamente por la excavación de la fosa UE 6191 -a la que la UE 6180 rellenaba- (practicada a mediados del IV y que afectó al ángulo NE. del recinto 8 así como al extremo E. del 13, posiblemente para el aprovechamiento de material constructivo). En el más moderno, situable en torno a fines del III-principios del IV, los grafitos cambian radicalmente de contenido. La iconografía y los textos (algunos en euskera y otros en latín vulgar) muestran una clara temática de naturaleza religiosa de carácter judeo-cristiano. La mayor parte de los grafitos con este contenido, se asociaban al recinto 8 y se conservaban en su ubicación estratigráfica original en la UE 6076, si bien algunos se localizaron en posición estratigráfica secundaria en el recinto 12/14, descontextualizados por una labor de saqueo propiamente dicha, ya en la última fase de la domus.»
«Pensamos y proponemos, que los que aparecieron desplazados a una ubicación secundaria (UUEE 6181, 6182 y 6185), lo más probable es que provinieran del mismo contexto relacionado con el probable uso del recinto 8 como domus ecclesia. Incluso quizás de la misma UE 6076 originaria. En relación a estos depósitos secundarios, hay que tener en cuenta que la fosa UE 6192 (excavada probablemente en algún momento a partir del siglo V, en lo que había sido una calle, pero afectando también a la parte E. de varios recintos de la domus y, en el caso del 8, a su ángulo NE.), afectó muy puntualmente los depósitos estratigráficos de este recinto 8, con lo que no es descartable en absoluto que, al menos parte de ese material de temática cristiana que aparece en los rellenos de dicha fosa, tuviera aquí su origen deposicional. La proveniencia estratigráfica original del resto de los grafitos de temática no religiosa que aparecieron en posición secundaria, es más difícil de rastrear. No obstante, esto es una simple propuesta interpretativa, puesto que también es posible que los grafitos localizados en los rellenos de las fosas correspondieran al momento de excavación de las mismas».
«Por tanto y con respecto a la cronología, hemos de tener en cuenta que las que aquí se ofrecen son las correspondientes al momento de formación de cada uno de los estratos. Eso nos proporcionaría la datación ante quem de los grafitos. Pero no hay que perder de vista que, en el caso del sector 6, éstos corresponden -en unos casos- a niveles formados durante la ocupación de los espacios (en niveles de preparación de suelo, o de derrumbe, o de deposición, o de ocupación), donde el material arqueológico se encuentra en disposición primaria (aunque en los estratos de preparación puede haber material aportado), por lo que podemos suponer que el momento de grabado de los grafitos, sería bastante próximo al momento de formación del estrato o algo anterior (con límite cronológico en la fechación del estrato subyacente, en cada caso). Otros niveles, corresponderían al relleno de fosas de saqueo, llevadas a cabo para el reaprovechamiento de material constructivo o para llevar a cabo remodelaciones constructivas. En ese caso, el material aportado a esos rellenos está en posición secundaria, con lo que la cronología de los grafitos pudiera ser anterior, teniendo como terminus post quem, la propia datación del soporte. Pero, como ya hemos señalado, es posible que al menos parte de aquellos materiales con una temática muy concreta -como es la judeo-cristiana-, pudieran tener el mismo origen que aquellos del recinto 8 que comparten la misma temática, por lo que la cronología más probable del material desubicado pudiera ser la del material que conserva su lugar originario de deposición».
Plano del sector 6 de Iruña-Veleia (Imagen de Lurmen)
Antes de los excursus sobre los celtas y sobre el cristianismo primitivo que podríamos tener documentado en Veleia si los hallazgos excepcionales fueran auténticos y antes de aportar la información de Lurmen sobre el sector 6 hablábamos de las “comillas” de los grafitos que tan modernas y por ello imposibles parecen a los comisionados. Observábamos los casos a partir de las fotografías y habíamos visto cómo en la última pieza presentada aparecía José de Arimatea en el texto IOSHII ¿G?ALIMATIIA IIT MIRIAN VIRGINII «` III.
La traducción vendría a ser “José de Arimatea y la virgen Miriam tres…”. ¿Cómo seguía el texto? ¿tres qué?; además, el aparente numeral (III) está precedido por los misteriosos tres trazos pequeños que algunos se empeñan en llamar “comillas”. De modo que, sea lo que sea ese tres, es divino y sagrado. Si no son números, sino letras, III podría referirse también a IIISVS, Jesús. Que el texto está truncado parece obvio al no existir «comillas» de cierre.
Tras tanto excursus de recogida de información procede una reflexión al menos por nuestra parte.
Desde luego, el modo en el que se ha tratado este asunto por parte de la comisión científica que estudió y desechó los hallazgos excepcionales de Veleia no es sino frívolo y superficial. Ciego y cerrado a saber, a aprender, a recibir información trascendente sobre la raza humana que fuimos y somos en un planeta que gira en un universo cuyas leyes y motivos desconocemos aún a día de hoy. Unas pocas líneas en los breves informes de los comisionados han bastado para echar tierra -cerrando el debate científico mediante una triste Orden Foral: ¿es eso acaso concebible? ¿acaso no es una aberración que un debate científico pueda cerrarse?- sobre un asunto que por algún motivo se ha empeñado en salir a la luz, en ser descubierto, en aparecer en nuestras vidas porque unos arqueólogos encontraron algo excepcional durante una excavación. Parece evidente que nos encontramos ante un complejo conjunto de simbologías místicas y / o mistéricas de extrema relevancia espiritual. No se trata ya sólo de la información que acerca de la práctica del cristianismo en Veleia arrojan los óstraca del sector 6, sino que la relevancia de los hallazgos va más allá: ¿a dónde? …, (o ¿tres…qué?); a los seres humanos del siglo III, a sus inquietudes, a sus vicisitudes; ese camino está sin recorrer, llamándonos -no a todos, no a los comisionados al parecer- a la búsqueda de recuerdos de verdades o intuiciones o dudas humanas habidas y por haber. Anamnesis.
Actualmente, la leyenda del Santo Grial se mantiene viva entre los neomísticos. Los neomísticos, por llamarlos de alguna manera, ya que existir existen, no serán tal vez tomados en consideración desde criterios estrictamente científicos, pero tienen en común con los hombres de Ciencia el hecho de que también quieren saber la Verdad y luchan apasionadamente por encontrarla o al menos por acercarse a siquiera contemplarla con la inteligencia al modo más platónico o neoplatónico o pitagórico o como quiera decirse. Un paseo por internet habiendo tecleado “santo grial” en el buscador puede dar buena fe de ello. Se leen cosas como las siguientes:
“ El Santo Grial Cósmico se encuentra representado en cada uno de los corazones humanos, cada corazón alberga un código de luz que se conectará cuando los seres humanos de superficie enlacen con su verdadero amor, cuando todos los corazones palpiten como uno solo, una gran entrada de luz llegará a todo el planeta activando todos los códigos del grial unificando las cualidades que contiene el cáliz de los tres universos en un solo rayo. EL Grial transmitirá a todas las herramientas solares los códigos que permearán al ser dentro del corazón de cada ser humano y lo distribuirá por todos sus cuerpos, su alma, su espíritu y sus mónadas, dando paso a una nueva era tanto planetaria como cósmica.”
La luz: lo que los tres trazos de los grafitos excepcionales de Iruña-Veleia quieren representar.
Las versiones modernas del mito del Grial reciclan los viejos conceptos:
“El Santo Grial fue construido por seres cósmicos que provenían de una estrella muy cercana a nuestro sol central de este universo Local que se instalaron en el Monte Sinaí en un lugar intraterreno. Ellos llegaron a nuestro planeta para construir esta herramienta y resguardar su información (…) La Hermandad Blanca recuperó el cáliz a través de José de Arimetea (conciencia confederada) en el Sinaí, recibiendo a través del Grial la sangre de Cristo, es decir sus códigos genéticos y toda la información que imprimió el Nazareno durante su vida pública”.
(Página esotérica de tantas de internet, da igual cuál)
Con esto anterior sólo pretendemos demostrar cómo el culto criptoreligioso inspirado en la Biblia sigue vivo aún hoy: tal vez lo que ahora son páginas web esotéricas lo eran en la antigüedad estos óstraca domésticos y con textos no oficiales de Veleia. ¿Podríamos encontrarnos ante tal vez el primer documento peninsular que habla de José de Arimatea y el cáliz cuando observamos el dibujo del grafito nº 13360?
En esta otra pieza de ladrillo también parece estar representado el grial, sobre el que hay una figura ovalada (¿la hostia?) de la que emanan los signos de santidad -que no “comillas”:
Isabel Velázquez, como el resto de los comisionados que se han pronunciado en ese sentido, está muy confundida cuando dice que las “comillas” de Veleia son usadas en los grafitos de modo idéntico al actual: estamos comprobando que en todos los casos en los que aparece, lo hace para sugerir la idea de luz santa y divina que emana de algo o alguien.
Otro grafito que presenta las “comillas” es el siguiente trozo de ladrillo grabado a dos caras:
Nº 13361 (sector 6): (Ambas caras tienen lectura continua: NIIRII / `ATA´´´, ZII II / YAVH II AT `TA)
Observamos que el entrecomillado triple resalta la palabra “padre” en euskera, que obviamente habrá de entenderse como padre espiritual, ya que se refiere a Yahvé.
Nº 13362 (sector 6): Superficie superior: SAMVIILL, «`YAVHII´´´ FILI (la V de Samuell es casi una X). Superficie inferior: IN NOMIINII PAT(?) / ATARII IZAN. A la izquierda del texto, figura biconvexa.
De nuevo, las comillas triples resaltan la divinidad de la palabra a la que acompañan: Yahvé, el nombre judeocristiano de Dios, en un texto bilingüe en euskera y latín cuya traducción sería: «Samuel, hijo de Yahvé, en el nombre del padre”, estando esto último grabado primero en latín (IN NOMINII PAT-) y después en euskera (ATARII IZAN, o aitaren izenean en euskera actual).
Nº 13364 (sector 6): GIIVRII «`ATA´´´ ZVTAN / RIIINV «IIISVS´´ TA / IIGIN BADI ZVR
Una vez más, los signos de santidad enmarcan las palabras “padre” y “Jesús” en un texto incompleto en euskera que traducido rezaría “Nuestro padre en los cielos / reino Jesús es / hágase tu” (voluntad, se esperaría).
Nº 13371 (sector 6): Superficie exterior: GIIVRII ATA ZVTAN GIIVRII (texto dispuesto en círculo); «`ATA´´´ (en el centro el círculo) Superficie interior: «`YAVHII´´´ / ZVTAN / IZANA
También en este fragmento de cerámica común las palabras santificadas por los signos de triples trazos son “padre” y “Yahvé” en un texto eusquérico traducido literalmente como “Nuestro padre en los cielos nuestro padre Yahvé en los cielos ¿estar? / ¿nombre?”.
Nº 13381 (sector 6): «`IIISHV / MI
Es el nombre de Ieshu (Jesús) el que está resaltado por tres líneas convergentes hacia abajo situadas a cada lado (las de la parte de la derecha no se conservan al estar rota la pieza).
Nº 13383 (sector 6): IIISHV / YAVHII / «`FILI´´´
En la parte superior, aunque apenas se puede apreciar en la fotografía, hay un registro superior figurativo en el que se ve de izquierda a derecha una mesa sobre la que hay una copa -de nuevo el santo grial- remarcada por las tres líneas verticales y, a su derecha, tres figuras antropomorfas esquemáticas en posición orante. Bajo esta escena, el epígrafe IIISHV / YAVHII / «`FILI´´´, “Jesús, hijo de Yahvé”.
La palabra santificada en esta ocasión es FILI, “hijo” (incompleta por filius o filio en latín vulgar).
Como ha señalado Idoia Filloy en su informe, Isabel Velázquez ve un edificio donde lo que hay es una mesa con el grial encima, e indica la posibilidad de que los tres orantes arrodillados ante ella sean los Reyes Magos -aunque ella misma dice que no está segura-, apuntando la imposibilidad de tal representación.
Nº 13385 (sector 6): Canto A: «`IIISHV; Canto B: IIT MIIR(I)AN M
El texto aparece inciso en dos de los cantos de un ladrillo y la palabra adornada con el signo de santidad es Yahvé, si bien el signo de la derecha no puede apreciarse debido a rotura.
Los arqueólogos de Lurmen describen el esquematismo inciso en este fragmento de ladrillo como una escena en la que se observa a la izquierda una figura cuadrada en cuyo interior hay tres líneas convergentes y, sobre ella, otras tres líneas que no llegan a converger bajo unas líneas redondeadas que podrían simular nubes. A la derecha una figura humana esquemática, junto a dos elementos trianguloides en cuyo interior hay signos numerales, dispuestos en columna, concretamente: I /II /III, en uno; VI / VII /VIII, en el otro. Interpretan que la escena podría estar representando a Moisés con las Tablas de los Diez Mandamientos junto al Arca de la Alianza.
Es un grafito figurativo esquemático dispuesto en tres registros horizontales. El superior está compuesto por 5 escenas a modo de viñetas separadas cada una por una línea vertical; el medio por 4 también separadas por líneas verticales y el inferior con dos escenas más no separadas por línea alguna. Cada escena muestra figuras antropomorfas de las que una siempre está remarcada por tres trazos verticales sobre ella, con lo cual sería el personaje sagrado de las viñetas, constituyendo así un elemento común como si fuera el hilo conductor de una narración mediante imágenes: parece tratarse de Jesucristo, ya que algunas escenas son claramente identificables con episodios de la vida del Jesús cristiano: el Nacimiento, momentos de predicación, la Última Cena, la crucifixión (con tres cruces sin crucificados y dos orantes debajo, siendo ésta la única en la que no se representa el personaje destacado por los tres trazos) y la Resurrección (?). Algunas escenas no se han podido identificar porque presentan arcilla o costra adherida.
La interpretación de Lurmen es que podría tratarse de una historia de la vida de Jesús, narrada mediante escenas que representarían los principales episodios de la misma.
Sobra decir -pero lo diremos- que en este óstracon no hay palabras, de modo que no se puede pretender que los signos de trazos rectos y cortos paralelos sean las “comillas” utilizadas en modo idéntico al actual, como pretenden los comisionados.
En este fragmento de ladrillo se ve incisa una figura humana esquemática junto a dos elementos rectangulares en cuyo interior aparecen signos numerales, dispuestos en columna: I / II / III / IV / V (en uno de ellos) y VI / VII / VIII / IX / X (en el otro). A la izquierda, vemos una nube de la que salen pequeños trazos rectos oblicuos, a modo de rayos.