Grafitos de época grecorromana en la tumba de Huya mezclados con imágenes de la época de Amarna, juntos a los cartuchos reales
Davies, N. de G. «The Rock Tombs of El Amarna. Part III. The tombs of Huya and Ahmes«: Egypt Exploration Fund 41 (1906). “…the Amarna debacle, with all its characters and events, had not been lost to the collective memory of Egypt, but had survived in some form […] the Amarna period had also become a subject of the story-maker, but the nature of the story is wholly unknown save for the virtual cetainty that it preserved the names of the four rulers of the period and a number of events in which they participated.” (“…la debacle de Amarna [periodo en el que vivió Nefertiti], con todos sus caracteres y acontecimientos, no se había perdido de la memoria colectiva de Egipto, sino que había sobrevivido de alguna forma […] el periodo de Amarna también había sido sujeto del narrador de historias, pero la naturaleza de la historia es completamene desconocida salvo por la virtual certeza de que preservaba los nombres de los cuatro dirigentes del periodo y un número de acontecimientos en los que participaron.” Thomson, Miguel. «COMMENTS ON SOME GRAFFITI FROM IRUÑA-VELEIA.»
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El faraón Amenhotep IV, que luego se hizo nombras Akenatón, llevó hasta al extremo el culto al dios Atón, el sol, que efectivamente es el principal motor de la vida en la tierra a través de fotosíntesis y calor (sin sol ni existiría la tierra…). No solo desatendió los otros dioses, sino llevó a cabo una destrucción en particular del culto del poderoso dios Amón (y su poderosa casta de sacerdotes). Para el culto de Atón construyó una nueva capital en una zona nunca habitada (no contaminada por otros dioses) a orillas del Nilo, Aketatón – ‘horizonte de Atón (llamado por Petrie, ‘Tell el Amarna’, donde el sol se levanta sobre el templo de Atón desde el Wadi Real, lugar de su propia tumba. Cuando muere el faraón Akenatón en el año 1336 o 1334 a. C. – el año 17 de su reinado – es sucedido en el trono por la faraona Neferneferuatón, según Aidan Dodson por Nefertiti misma, según Marc Gabolde, por su hija Meritatón:
Thus the most credible reconstruction would seem to be that Queen Neferneferuaten-Nefertiti and King Neferneferuaten were one and the same, and followed Smenkhkare as Akhenaten’s coregent
Dodson, Aidan. Amarna Sunset: Nefertiti, Tutankhamun, Ay, Horemheb, and the Egyptian Counter-Reformation (p. 38). I.B.Tauris. Kindle Edition.
El egiptologo francés Marc Gabolde, afirma que en contra de su propia opinión, la mayoría de los egiptologos defienden a Nefertiti como la sucesora de Akenaton:
Pourtant, la plupart des chercheurs pensent encore que la reine-pharaon devrait être identifiée à Nefertiti dont on sait qu’elle adopta, en plus de son nom, l’épithète Neferneferouaton, vers l’an VI d’Akhenaton.
Gabolde, Marc. Toutankhamon (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Location 1290). Pygmalion. Kindle Edition.
foto La Estela de la Restauración es un importortante documento para conocer el final oficial del atonismo en el año 1 del reinado de Tutankamón. |
La faraona Neferneferuaton parece desaparecer en el tercer año de su reinado, y es sucedido por Tut-anj-atón, hijo de Akenatón pero aparentemente no hijo de Nefertiti, alrededor del año 1333. El nuevo faraón cambia rápidamente su nombre en Tut-anj-Amón (Tutankamón) y restaura el culto a Amón y los dioses abandonados en el año uno de su reinado, como atestiguan varias ‘Estelas de Restauración‘ (ver para el texto completo p. ej. http://reshafim.org.il/ad/egypt/tutankamun_restoration.htm):
ESTELA DE LA RESTAURACIÓN (CG 34183 MUSEO DE EL CAIRO)
Año 1, cuarto mes de la estación de akhet día 19, bajo la Majestad del Horus
Tutankhamón, amado de Amon-Re, señor del trono de las dos tierras, que preside en Ipet-Sut; de Atum, señor de las dos tierras y de Heliópolis; de Horakhti; de Ptah en el sur de su muro, señor de Ankh-taui; de Thot, señor de las palabras divinas. Aquel que se eleva sobre el Trono de Horus de los vivientes como su padre Re, cada día; el buen dios, hijo de Amón, imagen de Kamutef semen espléndido, huevo santo, semilla del propio Amón, que construye a su constructor, que plasma a su plasmador; por quien se han reunidos las Almas de Hermópolis para que fue se creado de modo que legase a ser rey de la Eternidad, duradero Horus del infinito; buen príncipe, realizador de donaciones para su padre y para todos los dioses. Él ha hecho que todo lo que estaba destruido floreciera como un monumento para los tiempos de la Eternidad; él ha expulsado el engaño de las Dos Tierras. La justiciase ha asentado y ella ha hecho que lo falso sea la abominación del país como en sus primeros tiempos. Ahora, cuando Su Majestad apareció como rey, los templos de los dioses y de las diosas, desde Elefantina hasta los pantanos del delta habían caído en ruina. Sus santuarios estaban destrozados y se había convertido en campos que producían hierbajos; sus capillas parecía que nunca habían existido y sus salas servían como caminos para los viandantes. El país estaba revuelto y los dioses le habían vuelto la espalda. Si se mandaba una misión a Djahi para extender las fronteras de Egipto, ningún éxito venía de ello. Si se rogaba a un dios que mandara un designio, nunca llegaba en absoluto. Sus corazones estaban airados. Ellos destruían lo que habían hecho. (…)
Entonces Su Majestad estaba condiciendo los asuntos de su tierra y las diarias
necesidades de las Dos Orillas. Por eso, Su Majestad, consultados los planes con su
corazón, busca toda ocasión beneficiosa, solicita actos de servicio para que su padre
Amón y labra su augusta imagen de auténtico oro. Aventajó lo que fue hecho
previamente y erigió a su padre Amón sobre trece barrotes de litera, su santa imagen de
oro fino, lapislázuli, turquesa y de todo tipo de piedras preciosas, mientras que la
Majestad de este augusto dios era antiguamente llevada sobre once barrotes de litera. (…)
[Esta traducción al castellano no es muy precisa, pero para los fines ilustrativos nos puede valer]
El faraón Tutankamón es sucedido por el Faraón Ay con un reinado de unos 4 años, y a su vez es sucedido por Horemheb que murió en 1292 a. C. Estos dos últimos faraones eran funcionarios, visto que no había una continuación del líneaje después del Faraón Tutankamón.
Bajo Horemheb empieza un programa de cincelado de nombre de los ‘herejes de Amarna’ (aunque en muchas ocasiones los arqueólogos podían todavía leer los cartuchos reales) y paredes de templos de Akenatón son reciclados en nuevas construcciones..
Su sucesor y fundador de la nueva dinastía XIX, Ramsés I llevó un gobierno de apenas dos años, y es su hijo Seti I (se supone que es a él y su hijo Ramsés II – el Grande, a quienes se hacen referencia en la pieza IR12388, con una sorprendente perspectiva histórica).
El faraón Seti I ( cerca de 1290-1279 a. C.) devuelve a Egipto su hegemonía militar con la toma de la ciudad de Kadesh en el actual Siria como victoria simbólica en la eterna pelea con el imperio de los hititas. Junto con su hijo Ramsés II (reinado de 1279-1213! a.C.) son los ejecutores de la Damnatio Memoriae (‘condena de la memoria’ – condena al olvido), donde se intenta eliminar todas las evidencias públicas de la herejía de Amarna. Es llamativo que más de 50 años después de la muerte de Akenatón todavía hizo falta una tal operación, que de alguna manera indica que el culto a Atón no era de todo abandonado. En sus reformas religiosas (e. o. limitar el poder de los sacerdotes del culto de Amón) retoma Ramsés II elementos de las visiones de Akenatón y su padre Amenhotep III, y donde oficialmente se declaró la guerra contra el atonismo, pero el faraón Ramsés II mismo parece interesarse por su teología:
Ainsi, c’est aujourd’hui un fait bien reconnu, lorsque le grand Ramsès développa, de son vivant, un ambitieux processus de divinisation de sa personne, devenant aux yeux de l’histoire « un parangon de la royauté de droit divin », comme l’écrit très justement P. Brand754, il exploita de nombreux concepts théocratiques inventés sous Amenhotep III et Amenhotep IV – Akhénaton, qui apparaissent très nettement comme ses deux sources apparaissent très nettement comme ses deux sources d’inspiration principales en la matière. De toute évidence, même s’il voulait passer officiellement pour le grand défenseur de la tradition face à l’impiété atoniste, Ramsès II connaissait très bien l’œuvre d’Akhénaton et semble même l’avoir, en quelque sorte, admirée, à en juger par l’influence que « l’enfant parfait d’Aton » exerça sur son émule ramesside.
Laboury, Dimitri. Akhénaton (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Locations 6935-6938). Pygmalion. Kindle Edition.
http://www.sos-irunaveleia.org/ostracabase:12388 Inscripción en hueso encontrado en Iruña Veleia con los nombres de Seti y Ramsés: «RAMSIIS SIITI FILIO» |
Los historiadores defienden en general, o hay que decir defendían, que no ha habido una transmisión directo de registros reales de la época de Amarna a la época grecorromano (una Damnatio Memoriae total, como afirma Gorrochategui en Armas de la Filología), y se parecen equivocarse como veremos a continuación.
https://es.wikipedia.org/wiki/Lista_Real_de_Abidos Lista Real de Abidos, presidida por el faraón Seti I y su hijo Ramsés II. |
El símbolo por excelencia de este borrado histórico es la llamada Lista real de Abidos donde la lista salta al final de la dinastía XVIII de AmIII enhotep (nº 73 en la imagen siguiente, y padre de Akenatón) a Horemheb (nº 74)
https://es.wikipedia.org/wiki/Dinast%C3%ADa_XVIII_de_Egipto La dinastía XVIII en la Lista Real de Abidos |
Según este hipótesis del borrado total, Akenatón solo vuelve a la conciencia histórica cuando Karl Lepsius en 1851 publica un artículo en el que describe Akenatón como «un reformador fuerte» que intenta purificar no menos que toda la religión nacional egipcia, reduciendo radicalmente las tradiciones religiosas a sus orígenes, el culto del sol, admitiendo únicamente el disco como su imagen» (Lepsius 1851, citado en Assmann 2014).
Muchas veces la investigación histórica detallada, igual que el tiempo, aportan detalles sorprendentes que hacen tumbar grandes generalidades.
La memoria de Amarna y más en concreto el ‘enemigo de Aket-Atón’ continúa en los primeros siglos después de la Damnatio Memoriae de Seti I y Ramsés II, p.ej. en hallazgos epigráficos como una estatua en el templo de Maat en Karnak de época ramesida que copió palabra por palabra un himno a Akenatón que se puede leer todavía en la tumba de Panéhésy en las tumbas en la rocas al norte de Amarna:
Jan Assmann nous en a d’ailleurs livré une superbe preuve, en publiant un fragment de statue cube de l’époque ramesside, retrouvé sur le site du temple de la déesse Mout à Karnak-sud (Le Caire CG 917), dont l’inscription cite, mot pour mot, certains passages d’un hymne à Akhénaton sculpté dans l’embrasure de la porte d’entrée de la tombe du « premier serviteur de l’Aton dans le domaine de l’Aton à Akhet-Aton » Panéhésy (TA 6) (fig. 6– 8) 758. Sans le moindre doute possible, l’auteur de ce texte, qui vécut sous le révisionnisme des Ramsès, avait une connaissance directe des monuments d’Amarna ; il s’était assurément rendu dans les tombes des courtisans d’Akhénaton situées dans la falaise au nord de « l’Horizon-de-l’Aton », où se trouve la chapelle funéraire de Panéhésy, et là, il n’avait pu manquer de voir les représentations du pharaon proscrit et de sa famille en train d’offrir au dieu unique Aton, entourés d’inscriptions qu’il lisait à l’évidence parfaitement.Laboury, Dimitri. Akhénaton (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Location 5168). Pygmalion. Kindle Edition.
Aunque a partir del faraon Tutankamón, la ciudad Aketaton fue abandonado como capital pero su ocupación en parte continuó hasta la dinastía XXVI, y fue únicamente abandonado ya en época romana como afirma el actual director de Amarna, Barry Kemp, citado en Laboury:
« Dans la partie de la cité le long de la berge du fleuve, près (du village moderne de) El-Hadj Qandil (…), l’occupation se prolongea au moins jusqu’à la 26e dynastie (…). Dans le village des ouvriers, quelques tombes des 22e et 23e dynasties ont été retrouvées. Autour des tombes sud sont entassées d’importantes quantités de céramiques de la Basse Époque, peut-être issues d’inhumations secondaires dans les tombes de la falaise (…). Une population relativement conséquente semble être revenue seulement à l’époque romaine. »
Laboury, Dimitri. Akhénaton (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Locations 6958-6962). Pygmalion. Kindle Edition.
Este mismo grupo de tumbas de nobles en las rocas al norte de Amarna, citado en relación con la inscripción ramesida, fue visitado en la época grecorromano como demuestran los numerosos grafitos (ver p. ej. Guide Book, Northern tombs») en las diferentes tumbas de época de Akenatón, inscripciones que datan desde la época ptolemaica hasta el siglo II AD, y que acompañan las más importantes escenas del reinado de Akenaton (ver también la accesibilidad de la estela fronteriza A en Tuna al Jebel en el post Viaje a Hermopolis).
Dominic Montserrat lo describe de la siguiente manera (aquí en francés citado por Laboury (2010); ver el anexo por el texto original en inglés):
« Au cours du deuxième siècle de notre ère, un citoyen romain du nom de Catullinus visita la tombe d’Ahmose, la tombe n ° 3 du groupe nord à Amarna. Il passa par la porte d’entrée de la tombe, où Ahmose est représenté en train d’adorer les cartouches royaux, puis à travers le vestibule, avec l’hymne à Aton, et entra dans la salle principale de la tombe. Là, Catullinus a certainement vu les images d’Akhénaton et de Néfertiti conduisant leur char du palais au temple d’Aton, avec leur escorte militaire. Sur la paroi non décorée derrière lui, il pouvait voir quelque chose de très différent des scènes sculptées par les artisans d’Akhénaton : une masse confuse et enchevêtrée de graffiti grecs, incisés dans les murs de la tombe par des visiteurs sur une période de plusieurs siècles avant que Catullinus ne se tienne là. À l’inverse des inscriptions hiéroglyphiques de la chapelle, il pouvait sans doute lire ces graffiti. Il a peut-être lu comment un certain Spartacos, “le coureur”, visita la tombe à l’époque de l’occupation de l’Égypte par Alexandre le Grand, dans les années 320 avant notre ère, et comment un autre homme, Philinos, fit le voyage jusqu’à Amarna en l’an 19 du règne de Ptolémée Alexandre, c’est-à-dire en 96 ou 95 avant J.-C. Un voyageur romain anonyme nota sa visite en l’an 37 d’Auguste, aux alentours de l’an 7 de notreère. D’autres visiteurs des tombes nord, impressionnés par la puissance des lieux qu’ils considéraient empreints d’une certaine sacralité, témoignèrent de leur respect envers les dieux qu’ils percevaient là en laissant des dessins et des graffiti religieux. Il est d’ailleurs un peu trompeur de qualifier de graffiti ces inscriptions qui remercient véritablement les dieux d’avoir permis l’arrivée sain et sauf sur leur territoire. Le dieu funéraire Anubis apparaît parmi ces inscriptions, suggérant que les tombes d’Amarna avaient peut-être conservé leur association originale avec la mort et la renaissance. La paroi aux poignants graffiti écrits par des voyageurs antérieurs a peut-être augmenté l’impression de profonde antiquité de la tombe aux yeux de Catullinus et, comme eux, il fut enclin à laisser un souvenir permanent de sa visite. Catullinus était suffisamment lettré pour composer une inscription versifiée en grec afin de noter sa présence : “Après être monté jusqu’ici, moi, Catullinus, j’ai gravé ceci à la porte, impressionné par la maîtrise des sculpteurs sacrés.” Les graffiti dans la tombe d’Ahmose montrent que les gens continuèrent à venir en ces lieux retirés pendant des siècles. Ils voyageaient là à toute époque de l’année, même quand les déplacements étaient difficiles pendant les mois caniculaires de l’été et l’inondation de l’humide mois d’août. » 759
Laboury, Dimitri. Akhénaton (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Location 6975). Pygmalion. Kindle Edition.
A nivel de literatura clásica, según varios autores aparecen de una manera un tanto críptico en Manetón los faraones olvidados de Amarna (ver el post Nefertiti de nuevo):
(…) prêtre égyptien Manéthon de Sebennytos (une ville du Delta) de rédiger une histoire de l’Égypte. L’original de cette composition, écrit en grec et en 30 volumes, n’a pu être conservé, mais sa célébrité durant l’Antiquité en a produit de nombreux résumés, ou parfois même des citations, qui, dans certains cas, nous sont parvenus par divers intermédiaires755. Bien que leur transmission fût source de multiples erreurs, on constate que dans chaque référence aux Ægyptiaca de Manéthon qui concerne la 18e dynastie, il est possible d’y retrouver des traces d’Akhénaton et de ses successeurs (évoqués sous des noms hellénisés, parfois très déformés), l’historien juif Flavius Josèphe et l’apologète chrétien Théophile d’Antioche (du IIe siècle de notre ère) précisant même que le pharaon « Oros » (dénomination habituelle d’Akhénaton dans ces textes, peut-être dérivée de son épithète caractéristique d’Ouaenrê) eut pour successeur « sa fille, Akenchérès (= Ankh( et) khépérourê Néfernéférouaton) », puis « le frère de celle-ci, Rathotis (= Toutankhamon) » 756. De tels détails concernant la succession d’Akhénaton, dont nous avons pourtant vu qu’ils furent, l’un comme l’autre, scrupuleusement effacés des monuments et de l’histoire officielle de la royauté pharaonique, suffisent à prouver la persistance jusqu’à l’époque grecque, à tout le moins, d’archives détaillées relatives à l’épisode atoniste. La mémoire d’Akhénaton ne disparut donc qu’en surface, pour la majorité de la population, pour la mémoire collective et pour la bonne tenue de l’idéologie dominante, fondatrice de la culture pharaonique.
Laboury, Dimitri. Akhénaton (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Locations 6942-6955). Pygmalion. Kindle Edition.
El egiptologo alemano Jan Assemann, gran experto la religión egipcia y la relación con el judaísmo (autor del muy reconocido libro inovador ‘Moíses el egipcio’) analizó los mitos egipcios relacionados con Osarseph en relación con lo que él llama la mnemohistoria (la historia de la memoria colectiva), y de sus análisis queda bien claro que el ‘trauma’ de Amarna nunca fue olvidado. En Manetón encontramos la ‘leyenda de los leprosos’ donde Akenatón intercambia identidad con Moíses.
Osarseph (también deletreado Osarsiph) es un personaje legendario del Egipto Antiguo. La historia fue contada por el historiador egipcio ptolemaico Manetón en su Aegyptiaca (primera mitad del 3er siglo a.C.); el trabajo de 30 volumenes se ha perdido, pero el historiador Josephus del 1er siglo AD cita la historia de este mito.
La historia representa Osarseph como un sacerdote egipcio tiránico en Heliopolis que encabeza a un ejército de 80.000 leprosos y otra gente repugnante que se afrontan a un faraón llamado Amenophis (claramente Amenothep III); el faraón intenta confinar los leprosos en Avaris, antigua capital de los Hyksos (tribu cananeo – reyes pastores – que ocupó dos cientos años antes Egipto). Pero con la ayuda de los Hyksos el ejército de leprosos devasta Egipto y sus templos, y los aprofana. Solo después de 13 años Amenophis consigue restablecer la orden. Hacia el final de la historia Osarseph cambia su nombre a Moisés, y los leprosos se retiran hacia el país de Hyksos en Canaán:
The Legend of the Lepers I am referring to the famous story that Flavius Josephus excerpted from Manetho’s lost Egyptian history. This is the text that, more than two thousand years before Freud, brings Akhenaten and Moses together, as we shall see, and even identifies the two. Manetho, an Egyptian priest, wrote his book by royal commission in the first quarter of the third century BCE. Josephus inserted his more or less faithful copy into his pamphlet Contra Apionem about 350 years later.25 In this story there appears a certain priest Osarseph, who made himself the leader of a colony of lepers. After having given his colony laws that overturned Egyptian customs—not to worship any god, not to spare any sacred animal, not to mix with outsiders—he assumed the name Moyses. He then formed an alliance with the Hyksos, who had been expelled from Egypt two hundred years earlier. They settled in Jerusalem, conquered Egypt, and tyrannized the country in the most terrible way, destroying the temples and cult images and roasting the sacred animals in fire. After thirteen years of suffering, however, the exiled king was able to return and to expel the usurper and the invaders. Until recently, Flavius Josephus’s readers saw in this story a version of the Exodus, because they were unable to understand the information Manetho gives about its location in Egyptian history. The story mentions a king Amenophis who “wants to see the god” and, writes Manetho, “communicated his desire to his namesake Amenophis son of Paapios, who, in virtue of his wisdom and knowledge of the future, was reputed to be a partaker of divine nature. This namesake, then, replied that he would be able to see the gods if he cleansed the whole land of lepers and other polluted persons.”26 Since this Amenophis son of Hapu is a well-known historical person, living under Amenophis III, the king can be no other than Amenophis III, the father of Akhenaten.27 This and other details, such as the thirteen years of oppression, point to the Amarna experience as the historical background of the story. Hence Manetho’s Osarseph is but a place-holder for Akhenaten, whose name was removed from the king lists, and who is thus already in this text associated and even identified with Moses. Moreover, Manetho distinguishes carefully between this and the Hyksos trauma, writing that the lepers and their allies “treated the people so impiously and savagely that the domination of the Hyksos seemed like a golden age to those who witnessed the present enormities.”28 He then continues with a graphic description of these enormities and concludes: “It is said that the priest who framed their constitution and their laws was a native of Heliopolis named Osarseph after the god Osiris, worshipped at Heliopolis; but when he joined this people, he changed his name and was called Moses.”29 There are many variants of this story in Hellenistic Egyptian historiography, all of them carefully collected by Flavius Josephus in his book Contra Apionem, Apion being one among them. In these more summary versions, most of the details that refer to the Amarna trauma are lost, and it is the Exodus reference that prevails. The existence of so many different versions points to the fact that we are dealing here with oral tradition. Josephus himself remarks that Manetho did not draw the story “ek ton ieron grammaton”—‘from the sacred writings’—but reports “mytheuomena kai legomena” (‘myths and legends’).30 In this early case, it is obvious what prompted the equation. The common elements here are the prohibition of worshiping the gods and iconoclasm, the prohibition and destruction of images. Manetho’s or Josephus’s text brings together a memory of the Amarna episode and an anti-Semitic cliché, interpreting Judaism as atheism.
Assmann, Jan. From Akhenaten to Moses: Ancient Egypt and Religious Change (pp. 71-72). I.B.Tauris. Kindle Edition.
De los elementos anteriores uno puede intuir que deben existir registros más concretos sobre los acontecimientos de Amarna. ¿Existen pruebas de estos registros?
Parece que sí.
Un joven egiptologo frances Fabien Hertier (2012) ha sido capaz de interpretar dos menciones en una enciclopedia bizantina del siglo X como el nombre de trono de Akenatón.
La société n’a sans doute guère évolué entre le règne d’Amenhotep III et celui d’Horemheb. La réforme religieuse d’Amenhotep IV-Akhenaton y apparaît comme un épiphénomène touchant à la marge l’élite de la société plutôt que comme un courant plus profond ayant concerné l’ensemble de la population. Certes, le traumatisme de la réforme radicale d’Akhenaton laissera une trace cryptée dans la mémoire collective dont un étrange témoignage se rencontre encore dans une encyclopédie byzantine du Xe siècle de notre ère1, mais l’Égypte est fondamentalement restée la même.
1. F. HERTIER, « Deux mentions du prænomen d’Akhénaton dans une encyclopédie byzantine du Xe siècle », ENiM 5, 2012, p. 115-117.Gabolde, Marc. Toutankhamon (Les grands pharaons) (French Edition) (Kindle Locations 14298-14299). Pygmalion. Kindle Edition.
Conclusión
Hemos aportado aquí un conjunto de evidencias de diferentes tipos, citados en los más importantes obras científicas sobre la época de Amarna, que no dejan lugar a duda: la Damnatio Memoriae de los acontecimientos de Amarna era parcial, y resulta probable que detalles de los faraones de Amarna fueron transmitido hast la époco grecorromana.
Biografía
Some time in the second century CE, a Roman citizen called Catullinus visited the tomb of Ahmose, tomb 3 of the northern group at Amarna. He walked past the façade, showing Ahmose adoring the royal cartouches, past the small hall with the ‘hymn’ to the Aten, and entered the main hall of the tomb. Here Catullinus would have seen images of Akhenaten and Nefertiti riding in a chariot from the palace to the Aten temple, with a military escort. On the undecorated wall behind him, he could see something very different from the scenes carved by Akhenaten’s artisans: a confused, overlapping mass of Greek graffiti, cut into the tomb walls by visitors over a period of several centuries before Catullinus stood there. Unlike the hieroglyphic inscriptions in the tomb, he could certainly read the graffiti. He would have read how one man, Spartacus the runner, visited the tomb during Alexander of Macedon’s occupation of Egypt in the 320s BCE, and how another man, Philinus, made the journey to Amarna in regnal year 19 of Ptolemy Alexander, that is in 96 or 95 BCE. An anonymous Roman traveller recorded his visit in year 37 of Augustus, around 7 CE. Other visitors to the northern tombs felt awed by the power of a place they believed to be somehow holy, and showed their respect to the gods they perceived there by leaving religious drawings and graffiti. It is slightly misleading to call these inscriptions ‘graffiti’, which really offer the writers’ thanks to the gods for allowing safe passage through their territory. The funerary god Anubis appears in them, so maybe the northern tombs at Amarna retained their original associations with death and rebirth (see Figure 3.1).Perhaps the wall of tangled graffiti written by earlier travellers augmented Catullinus’ sense of the tomb’s antiquity and, like them, he was moved to leave a permanent memorial of his visit. Catullinus was well enough educated to compose a neat metrical inscription in Greek to record his presence: After climbing up here, I, Catullinus, engraved this in the doorway, amazed at the skill of the holy stone-cutters. 1 The graffiti in Ahmose’s tomb show that people kept coming to this remote place for centuries. They journeyed there at all times of year, even when travelling was difficult during the hot summer months and the flood in humid August. No wonder that they sometimes recorded their gratitude to the god Pan Euhodos, equated with the Egyptian god Min, patron deity of the desert and dangerous journeys! Whatever led them to the place also led them to inscribe a permanent record of their presence, leaving behind a rocky carte de visite. Perhaps Amarna, or the northern tombs in particular, had acquired a special reputation or resonance – what some anthropologists call a numen, a palpable but indefinible power of place which evokes in onlookers a feeling of awe mingled with a sense of their own powerlessness. At any rate, the graffito of Catullinus and some others in the Amarna tombs suggest that they were perceived as awe-inspiring, powerful and holy. 2
Montserrat, Dominic. Akhenaten: History, Fantasy and Ancient Egypt (p. 56). Taylor and Francis. Kindle Edition.