(el artículo es una traducción del original publicado en euksera en  Zuzeu

https://zuzeu.eus/kultura/11459/  )

Este encabezamiento numérico significa que hablaré de Iruña-Veleia, que no mencionaré ni una sola vez la Historia y la Filología, y que sólo me limitaré a tratar un tema concreto. Vaya por delante este aviso, para que los que ya están hartos del tema se animen a leer un poco más.
El 14 de febrero escribí estas líneas al final de un extenso comentario:
«Cuando una sociedad ha decidido que alguien es culpable, no hay evidencia que cambie de opinión, ni aun San Pedro bajando del cielo a explicarlo. Cuando la decisión está tomada no hay vuelta atrás. Y si surge la evidencia contraria, se esconde porque encaja mal en el puzzle que ya hemos inventado. No hay más que ver el tratamiento dado por los medios de comunicación a la cuestión. Todos, expertos, instituciones, políticos, lingüistas, filólogos, etc., hemos dado pasos de tal atrevimiento y riesgo que ahora no es posible dar marcha atrás. Vamos a mantener la falsedad y las hipótesis del fraude. Sin duda somos más homo gregarius que Homo sapiens.

Para terminar el artículo, trataré de adivinar la sentencia. Espero una sentencia salomónica, como suele hacerse en España, que empieza por decidir cuál debe ser el resultado final, aplicando después las leyes correspondientes, pero siempre adaptadas a la consecución de ese resultado final, con sus agravantes y atenuantes. Y el resultado final debe ser que Eliseo quede libre porque no hay base para condenarlo, pero quedará libre en alguna forma que le impida pedir indemnizaciones, manteniendo la sospecha de fraude en la sentencia y sin poder identificar al autor. Ciertamente, todo esto resulta ser triste y gregario. Pero dejaremos las luces para las próximas generaciones, porque ya nos hemos embarrado mucho».  

Pero para llegar a esta sentencia, que ha resultado ser como ya se había anunciado, la señora juez ha tenido que cometer una grave irregularidad, que puede llegar a la prevaricación. No nos adelantemos a las conclusiones, y volvamos al título del artículo: 11459 en referencia a una ostraca denominada «Porky». Los avatares en torno a la ostraca ilustran perfectamente lo ocurrido en estos últimos años en torno a los hallazgos de Iruña-Veleia.

Cuando se empezaron a cuestionar los hallazgos, varios expertos locales y madrileños remarcaron e insistieron en la imposibilidad de la imagen, argumentando sin reservas que semejante dibujo sólo podía ser realizado por humanos modernos influidos por Walt Disney. Porky arriba, Porky abajo, numerosas mofas y burlas en torno a esta ostraca, contribuyeron firmemente a reforzar la hipótesis de la falsedad y a construir la presunción de culpabilidad de los responsables que posteriormente serían procesados.

Además de los argumentos filológicos e históricos, la principal prueba científica a favor de la falsedad de las ostracas ha sido el informe que realizó en 2008 el catedrático de Química Juan Manuel Madariaga, de la EHU-UPV. Este informe desmiente las principales reivindicaciones que se hacían en el informe fraudulento que presentó el equipo de Elíseo y por eso suele utilizarse como prueba de la falsedad de las ostracas. Sin embargo, está escrita con mucha prudencia, como corresponde a cualquier trabajo científico que merezca tal nombre, y esta refutación no lleva a proclamar la falsedad de las ostracas. Y lo que a nosotros nos interesa en este momento: ese informe, considera verdadera la ostraca 11459 que, en medio de largos años de debates tumultuosos y estériles, ha pasado totalmente desapercibido.

Sin embargo, para todos no ha pasado desapercibido, pues este informe, que fue tan importante durante años para los partidarios de la falsedad, ha desaparecido de la redacción de la sentencia. A pesar de haber participado desde sus inicios en el primer comité científico organizado por la Diputación Foral de Álava, y de ser uno de los informes presentados de mayor calidad científica (porque el autor, entre otras cosas, sólo habla de lo que sabe), ha desaparecido sin dejar rastro alguno y no se hace mención alguna de dicho informe en la sentencia. ¿Cómo es posible esto?

Desde luego, no tengo modo de penetrar en la mente de la señora juez, ni, por consiguiente, de adivinar por qué hace lo que hace y lo que no hace. Pero es evidente que el informe de Madariaga y la conclusión de la autenticidad de la ostraka 11459 que en él figura, contradice el otro informe que el juez ha tomado como base para redactar su sentencia, el informe Navarro de la IPCE.

En la ostraca 11459, considerada auténtica por el informe de Madariaga, el señor Navarro, de la IPCE, descubrió restos de metales modernos y concluyó que estos restos demuestran con rotundidad que los graffitis habían sido realizados recientemente con instrumentos metálicos. Si como dice el informe de Madariaga la ostraca 11459 es verdadera, los restos de metales modernos que Navarro ha encontrado en ella deben ser de otro origen (de limpieza o quién sabe) y otro tanto se podrá decir del resto de ostracas en las que se han encontrado restos de metales similares. Por tanto, la desaparición del informe de Madariaga favorece la coherencia de la sentencia condenatoria. Es más, si se tuviera en cuenta el informe de Madariaga, el informe Navarro del IPCE quedaría ipso-facto anulado y no existiría base alguna para que la sentencia fuera condenatoria.

Cuando una investigación se desarrolla sin prejuicios, si aparece una contradicción entre los datos recabados, la tarea prioritaria es abordarla y aclararla. Por el contrario, si se sabe cuál debe ser la conclusión de dicha investigación, las contradicción que se presenta no resulta ser un aliciente intelectual sino un obstáculo molesto. Y así, se rechaza lo que más molesta para llegar a la conclusión que se quiere llegar y con esto basta.
 
Entre los dos informes que la acusación ha andado entre manos hay una grave, muy grave contradicción respecto a la ostraca 11459, y la forma de soltar el nudo no ha consistido en ahondar en esa contradicción hasta aclarar la verdad, sino en ignorar, excluir, y apartar a quien se empeña en aportar otros datos que nos permitan llegar a la evidencia, a la realidad, a la autenticidad, a la veracidad.

Desgraciadamente, este juicio se ha hecho partiendo de la presunción de culpabilidad, y si se parte de la presunción de culpabilidad, todo es negligente y torpe. ¿Para qué cansarse investigando rigurosamente, para qué fijarse en las contradicciones y profundizar en ellas para aclarar la verdad, si sabemos de antemano cuál va a ser la conclusión? Es inevitable que sea así. No, no sólo en este asunto, no sólo aquí y ahora. Cada vez que esta actitud se impone, siempre ocurre lo mismo en todas partes y en cualquier momento. Este juicio nos ha dejado, no sólo lo ya mencionado, sino también otros muchos detalles que aquí no abordaré. Lo cierto y real es que las conclusiones a las que llega la juez son las previsibles que se produjeran en cualquier tipo de investigación que parta de una predeterminación.

Aunque estos datos son tan nítidos y tan graves, acabaré con la desesperación que he manifestado al principio. La universidad, las instituciones, la prensa, la sociedad…., no van a retroceder, y persistirán en la conclusión que sacaron hace tiempo. No hay agua suficiente para tanto barro. Demasiadas burlas, demasiados insultos, demasiadas frases rotundas, demasiados desprecios, demasiados odios durante largos años para que sea posible retroceder y partir de cero con el objeto de abordar el tema de otra manera. Quizá una nueva generación aborde el tema dentro de veinte años o quizá, si se tuviera el valor de ir a los tribunales europeos, algún juzgado no embarrado previamente pueda ordenar que el juicio se repita desde el principio y desde la presunción de inocencia, realizando las investigaciones que sean precisas con fundamento. Si vivo todavía, seguiré con interés el camino de investigación, para saber de una vez por todas, cuántas y cuáles son las ostracas falsificadas, cuántas y cuáles son las verdaderas, y si fuera cierto que son verdaderas, cuáles de éstas son sus aportaciones a nuestra Historia y Filología.  

Juan Inazio Hartsuaga

Dr en Antropología