Logo arqueológico de Ama Ata: pieza circular roja con inscripción ambigua que sugiere '15', 'IS' o 'SI', evocando el misterio de Iruña-Veleia y la arqueología antigua.

Conversando (o discutiendo) con Alberto Santana ayer, en el Museo de Arqueología.

Ayer presentó Santana un capítulo no emitido de sus documentales sobre la Historia de Vasconia.
No tenía pensado hacer ninguna pregunta, pues una amiga que conoce a alguien cercana me dijo que estaba decepcionado y triste con muchas de las críticas recibidas. Pero me encontré allí con que contestaba sin reparos a cualquier cosa. En un momento en que dijo algo sobre lo que me parece más criticable de la serie, decidí romper con mi intención previa.  
– Estoy completamente de acuerdo con que la ciencia debe nacer del dato, pero cualquier persona que se dedique a ciencia sabe que los datos son siempre muy escasos, y lo que hay que interpretar y contextualizar es mucho. Especialmente en ciencias sociales.
>Y ahí veo la carencia.  No se llenan con lógica los huecos sin datos de la Historia vasca.
>Por ejemplo, cuando se dice que hasta los romanos no hubo pesca…
– ¡No se dice que no hubiera pesca, este museo está lleno de restos al respecto!
– Entendámonos, que no había navegación y pesca. Llegó a decirse en el capítulo pasado por televisión que los vascos no sabían nadar hasta los romanos o la edad del hierro, no recuerdo, y que sólo se mojaban hasta las rodillas… Hombre, cualquier niño se pone a chapotear en la playa y acaba nadando. Cualquier cultura al lado del mar sabe nadar.
– Mis amigos de Motriku en la playa andaban continuamente, y de eso nada. (Creo que dijo eso, porque él cortaba y yo intentaba terminar la argumentación dando bien el pego de no ser un palurdo).

– A ver, si quieres entenderme, hay que tomar los datos como base, pero contextuándose. Las brujas no nacieron en el siglo XVI, aunque nuestros datos sean de ese siglo; digo yo que las mujeres curarían con hierbas desde el neolítico lo menos…

– ¡Eso es un invento neo-hippy! (algunas risas del auditorio) Que las brujas andaban con hierbas; eso nada lo demuestra.
– Bueno, retiro que los vascos sabían nadar antes que la llegada de los romanos, y que las brujas existían antes del XVI. No deseo discutir.
> Sólo indicar que al final se acaban llenando los huecos inconscientemente, y se acaba haciendo una historia que es tan mítica como la de aquellos a quienes  se dice que no hacen ciencia, sino mito. (Esto es lo que intentaba decir desde el principio)
>Todo depende de dónde se ponga el foco. Por ejemplo, hablando del Mikeldi dijiste que es un ídolo zoomorfo celta como cualquier otro, pero no pusiste el foco en su círculo interior, que ningún ídolo zoomorfo celta tiene.
– ¡Hay cantidad de símbolos celtas discoidales!
– ¡Pues que lo circular y discoidal es celta, y no herencia precéltica en los celtas, es otro mito sin datos! Y ahí tienes los cromlech y las esvásticas por todo el mundo. Así que tan mito es la lectura de Oteiza como la contraria.
– Si Oteiza viviera, no habría salido en estos documentales. Era un artista, no un historiador. Yo me guío por las revistas inter-pares, las contrastadas.
Yo, como cualquier mindundi sin micrófono, me quedé con las ganas, y le habría dicho “tú como yo sabemos que las publicaciones inter-pares son megaespecializadas, y que con ellas hay que llenar los huecos incluso más que con otras fuentes, si se quiere llegar a una historia global’.  
Pero decidí no contestar más por respeto, y porque entiendo que en esos foros se hacen preguntas y, si acaso, alguna acotación. El protagonista que se desea escuchar es quien está sobre la tarima, no algún listillo del público.  
Comenzó a terminar con una perorata de que aquí había gente intentando remarcar el hecho diferencial, y que lo que él veía tras trabajar la historia era que éramos como el resto del mundo; nada de compartimentos estancos desde el paleolítico.
Siguió terminando con que él, al fin, se había dado cuenta de que lo único diferencial es el euskera (y yo pensé, “espera que leáis a Forni, que no nos dejaréis ni eso”).
Y, por fin, terminó de terminar con un “vaya chapa que os acabo de meter”.
Me quedé con la imagen que tenía de él antes de llegar allí.
A nivel personal, es tremendamente agradable y accesible; una persona de esas con la que encanta estar.
A nivel social, tiene un tremendo carisma, habla muy claro y nítido, con ojos que miran directo y sonrientes tanto a la cámara como al auditorio.
A nivel intelectual, le encanta discutir, y entra al trapo de tú a tú, lo que se agradece cuando estás bajo la tarima.
Otra faceta que me gustó es que sabe amoldarse a la circunstancia. Ante un oyente que repetía lo mal que le había parecido el que hubieran quitado la cruz carlista que celebraba la toma de Bilbao, acabó contestando: “me declaro antifascista, pero soy historiador, y habría dejado la cruz donde estaba; ahora bien, si me insistes con que había que dejarla, te diré entonces que mejor quitarla y confinarla a un parque arqueológico, como en Europa del Este con los restos estalinistas”. 
Su dialéctica, al menos conmigo, tuvo algo de ‘trampa’. No esperó a entender mi mensaje, entraba a negar cada ejemplo previo, a pesar de que yo le indicaba que eran sólo ejemplos y que no estaba ahí para discutir, sino que sólo quería darle una humilde opinión. (Al final creo que se me pudo entender entre tanta interrupción).
Otro detalle de esa dialéctica es cuando indicó: “las personas que abogan por lo diferencial de lo vasco son irreales, parten de que hemos sido una región compacta sin comunicación”. Nadie, ni entre los aficionados, mantiene esas posturas actualmente. Las reducciones al absurdo deben ser dialécticas, y mostrarse como tales, no venderse como si fueran de facto reales.
Es como si se dijera que toda la historiografía española actual no vale, porque mira tú qué se decía en época de Franco. Obviamente, sabemos que ciertos argumentos van cambiando.
Lo mío era batalla perdida, y contento de haberla podido contrastar cinco minutos. Seguirá el discurso de ‘yo hago ciencia y tú sólo mitos’, cuando todos rellenan los contextos con mucho de su cosecha. Tanto los profesionales académicos como los amateurs. Y así se llega a que la Vasconización Tardía toma tres datos (y discutibles) y es ciencia, mientras que la Euskaldunización Temprana (¿a que nunca la habéis escuchado con este término’) toma trescientos y es mito.
Dijo también cosas muy interesantes sobre su enfoque de producción. Que buscaba dónde había lagunas de la Historia vasca para mostrar cosas nuevas. O que elegía, con el mismo criterio, personajes cotidianos (un grumete antes que un capitán), o momentos atrayentes de los personajes (la juventud de Francisco de Javier o de Iñigo de Loyola antes que sus épocas magnas). Que buscaba a jóvenes con algo nuevo que decir, no a historiadores mayores de 60 años que ya lo habían dicho todo. O que buscaba lo todavía no publicado en revistas interpares para hallar la novedad absoluta (eso entendí, aunque implicaba una contradicción con la anterior alusión).
Están escribiendo la tercera temporada, y la cuarta será la última, hasta culminar una Enciclopedia Audiovisual de la Historia de Vasconia; ahí queda eso (¿quién ha osado decir que este pavo no se vende bien?).
Gracias, Santana, pero sigo pensando que el pueblo vasco tiene más características como pueblo que, simplemente, un idioma jodido de aprender. Y que la Historia que se hace desde ese criterio es tan ciencia, o tan mito, como la vuestra. Aunque la hagan aficionados sin sueldo de la academia o de la tele. 
Y dejo para el final la guinda. Según nuestro carismático presentador, “la Historia (verdadera) se hace en las revistas inter-pares y, si quieres otra cosa, la puedes encontrar en los blogs y redes sociales”.
Con lo que, amigas mías, ¡este post en el blog de AmaAta pasa a ser historia sin haber hecho Historia!

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