AIZKORA Y OTRAS HERRAMIENTAS CON -(H)AI(T)Z-, ¿SON O NO TÉRMINOS PALEOLÍTICOS DEL EUSKERA?
REVISITANDO UN DEBATE CLÁSICO DE
LA ETNOLINGÜÍSTICA Y LA SOCIEDAD VASCA.
LA ETNOLINGÜÍSTICA Y LA SOCIEDAD VASCA.
En el siglo XXI tenían un aparato rudimentario que emitía sonidos a distancia y posibilitaba la comunicación; lo llamaban teléfono. Algunos dicen que provenía del griego τηλε o tele que significaba ‘a distancia’, y de φωνος o fono que significaba ‘sonido’.
Nada más lejos de la verdad, porque “teléfono” se parece a otra palabra en otro idioma que nos gusta más que ese griego absurdo. Por ello, estamos seguros de que viene de ella.
Además, hemos inventado un idioma ancestral con una supuesta palabra todavía más antigua que lo explica todo a nuestro antojo.
En base a estos gustos arbitrarios y esta palabra inventada, demostramos la mentira de que el griego tele- explique teléfono, y también telégrafo o grafías enviadas a distancia, televisión o imágenes visualizadas a distancia, teleféricoo transportador a distancia, etc.
(Diccionario Etimológico del año 4.400; voz ‘teléfono’).
RESUMEN / ABSTRACT
El campo semántico de herramientas cortantes tiene en euskera un componente haitz o, sistematizando sus formas como monema en diferentes términos, -(h)ai(t)z-. Es más conocido aizkora o ‘hacha’, pero hay también aitzuro ‘azada’; aiztur o ‘tijeras’; aiztoo ‘cuchillo’; zulakaitz o ‘cincel’, etc. Según una interpretación paleoeuskérica, se remonta a la época paleolítica, en consonancia con otros argumentos etnolingüísticos, fenotípicos y genotípicos, y teorías modernas como las de Vennemann o Frank. Al contrario, la Lingüística vasca actual se alinea una interpretación indoeuropeísta según la cual las herramientas prehistóricas no eran de roca sino de piedra; el término aizkora o ‘hacha’ tiene un origen latino; y el resto de términos o bien tienen también origen latino o protoindoeuropeo, o quedan sin explicar. Aquí se presentan las siguientes evidencias. Uno, las herramientas prehistóricas sí eran de roca (tallada). Dos, no tenemos ninguna prueba de que aizkora provenga del latín ascia (y los argumentos lingüísticos no superan la explicación parsimoniosa paleouskérica). Tres, la nasalización roncalesa no apoya que los términos de las herramientas cortantes tengan un origen diferente del de haitz; al contrario, se ideó como argumento favorecedor de la explicación paleoeuskérica de aizkora, y los argumentos actuales lo mismo valen para el paleoeuskerista que el indoeuropeísmo. Finalmente, una revisión metodológica lleva a que la explicación paleoeuskérica: a) cumple mejor la simplicidad o parsimonia, y la carga de la prueba recae en el indoeuropeísmo; b) tiene más completitud, y el indoeuropeísmo debe responder preguntas adicionales; y c) tiene mejor coherencia interna interteórica, por lo que los autores indoeuropeístas deberían dirimir diferencias y contradicciones. En consecuencia, paleoeuskérismo queda emplazado a profundizar y explicaciones y a constrastarlas con Vennemann, Frank u otros; y la visión indoeuropeísta a atender al debate si quiere más parsimonia, completitud y consistencia.
INTRODUCCIÓN
El campo semántico de herramientas cortantes tiene en euskera un componente haitz o, sistematizando su aparición como monema en diferentes términos, -(h)ai(t)z-. El caso más extendido es aiz-kor/haiz-kor o ‘hacha’, pero tenemos también aitz-zur/aintz-zur/haintz-zur o ‘azada’ (de roca ‘aitz’ y madera ‘zur’)’; o ‘tijeras’; aiz-to/ainz-to o ‘cuchillo’; zulak-aitz o ‘cincel’ (zulatu – agujear, zulakaitz, ‘piedra que agujerea’); op-aitz-ur o ‘azuela’; aietz/aiotz o ‘machete’; aihotz/haiotz/aiotz o ‘podadera’; ainz-tur o ‘tenazas’, etc. Existen además otros términos de instrumentos probablemente relacionados: aiz-tur /ainz-ter/hais-tur/gur-aiz-ak o ‘tijeras’; az-kona o ‘flecha’; az-pilao ‘bandeja’, etc. También se dan un sinnúmero de toponimias claras con el monema -(h)ai(t)z- o su variante (sobre todo occidental) -atx-: Atxarte, Atxuri, Aizkorri, Lemoatx, Udalatx/Udalaitz, Untzilatx, Akaitz, Allaitz…
Además, la etnolingüística vasca ha sondeado otros términos que pueden remitir a culturas cazadoras-recolectoras paleolíticas: su(k)arria o ‘piedra de fuego’ (pedernal o sílex, utilizada en paleolítico y neolítico para hacer fuego); artua o ‘lo recogido’ (mijo); la equivalencia entre zur,ur y lur; acepciones en términos como horma, etc. Ello estaría en consonancia con otras evidencias fenotípicas y genotípicas, como la evolución del cráneo vasco desde el cromañón, determinados linajes genéticos antiguos, etc.
Buena parte de los anteriores datos, especialmente ese primer grupo de herramientas cortantes, ha llevado a un debate clásico en la etnolingüística vasca. En un lado, los lingüistas y etnólogos vascos, hasta la segunda mitad del siglo XX, acostumbraban a considerar que los términos de este campo semántico debían de provenir del Paleolítico. La denominaremos como hipótesis paleoeuskérica, por presumir una antigüedad paleolítica a la lengua vasca en base a este tipo de indicios.
En el otro lado, los lingüistas vascos actuales, especialmente los más ortodoxos o académicos, asumen una lectura en línea con las reconstrucciones indoeuropeístas del resto de la Lingüística moderna. Explican el término base (haizkora) y los relacionados desde términos hipotéticos de un supuesto ‘protoindoeuropeo’, o idioma desde el que se supone derivaron los actuales idiomas indoeuropeos (es el llamado PIE, por ProtoIndoEuropeo). En base a ello, niegan una antigüedad paleolítica para la lengua vasca en base al componente -(h)ai(t)z-, y critican además que el euskera pueda tener cualquier antigüedad superior a cualquier otro idioma. La denominaremos como hipótesis indoeuropeísta, por explicar el componente -(h)ai(t)z- y los términos en los que se encuentra desde un criterio basado en el protoindoeuropeo o los idiomas indoeuropeos.
A pesar de la claridad con que la moderna vascología se alinea con la hipótesis indoeuropeísta, este debate histórico sigue coleando en la sociedad vasca del siglo XXI. Tanto, que hasta un cargo político se ha visto en la necesidad de clarificar el asunto en línea con esa línea de la Lingüística oficial:
Lourdes Auzmendi, [head of] the Ministry for Language Policy of the Basque Government, while addressing NABO delegates admitted that she could not “resist the temptation to refute the hypothesis that makes Basque a Stone Age language.” She noted that many had likely heard about the ancient origins of the language because of the supposed connection the word aizkora, “axe” (whose first element was supposed to be haitz, “rock”) as the root word for Basque tools. “Nothing could be further from the truth” she affirmed. “Aizkora is a loan from post-classical Latin (asciola), not a palaeolithic term” she said. (J.M.Y, 2012)
Un repaso más cuidadoso de debate, como propondremos aquí, sugiere que las afirmaciones no deberían realizarse de forma tan tajante. Se dan por hechos hipótesis con base empírica y potencia explicativa discutible y, en consecuencia, algunas implicaciones que no se han desarrollado de manera satisfactoria pueden dar todavía mucho de sí.
Este trabajo revisa los argumentos paleouskéricos y indoeuropeístas diseccionando las claves del debate desde los argumentos indoeuropeístas, pero agregando las implicaciones de las hipótesis paleouskéricas más recientes. En la Sección 1 trataremos el núcleo del debate: si el monema -(h)ai(t)z- presente en los términos de herramientas cortantes del euskera refleja el significado del lexema haitz o ‘roca’, o son independientes. En la Sección 2, concretaremos lo que implicó el inicio histórico del debate: si el término aizkorao ‘hacha’ proviene de haitz o ‘roca’, o del término latino ‘asci’. En la Sección 3, analizaremos con atención el tercer argumento de la visión indoeuropeísta, es decir, el papel asignado a la nasalización roncalesa para demostrar que los términos con -(h)ai(t)z- no provienen de haitzo ‘roca’. En la Sección 4 introduciremos actuales teorías paleoeuskéricas, realizamos una valoración de ambos polos del debate según criterios metodológicos básicos de la Filosofía de la Ciencia, y revisaremos qué tareas quedan pendientes para una moderna visión paleoeuskérica.
Concluiremos que la hipótesis paleouskérica no sólo es consistente, sino que además puede profundizarse con tanto alcance como la indoeuropeísta actual. Es decir, que si una explicación indoeuropeísta de los términos haitz es posible, también es posible una explicación paleoeuskérica de esos términos indoeuropeos asociados a este tipo de herramientas.
La hipótesis paleoeuskérica.
La hipótesis paleo-euskérica parte de que la presencia del monema -(h)ai(t)z- (considerando también como forma de este morfema dependiente a la variante atx y otras parecidas) en los términos del campo semántico de herramientas cortantes del euskera está en relación directa con el lexema haitz en la denominación de ‘peña o formación rocosa’.
La implicación lógica es que la presencia de -(h)ai(t)z- en la denominación de las herramientas cortantes debe de provenir de las épocas históricas en que las herramientas cortantes eran de haitz o roca, es decir, de roca tallada o piedra. Nos situamos entonces en el Paleolítico y en Neolíticos no tardíos, cuando las herramientas cortantes eran o bien de piedra o bien de roca tallada, o de ambas, aunque con los tiempos neolíticos empezaran a convivir con herramientas de metal. En palabras de Satrústegui:
La terminología propia de los instrumentos de piedra ha sobrevivido hasta nuestros días (…). Aizkora, es el hacha aunque su corte ya no es de piedra tallada -haitza- (…) El nombre de la azada, en vascuence, es aitzurr. Aizto llamaron los roncaleses al cuchillo, y para los valcarlinos las tijeras siguen siendo aizturrak. Todas estas palabras responden semánticamente al esquema mental de los primitivos instrumentos de piedra tallada. (Satrústegui, 1976, 128)
Esta lectura paleoeuskérica fue propuesta de antaño, sin quedar claro quién fijó el primer antecedente: Louis Lucien Bonaparte (según Trask, 1997a, 289) o Baudrimont y Vinson (según OEH, 2015, Haitz) desde mediados del siglo XIX; De Charency en esta última mitad del siglo XIX (según Frank, 1980, 85); o Emmanuel Inchauspe a finales del mismo siglo (según Agud & Tovar, 2013, 643; Morvan, 1985, 169)[1]. La visión fue considerada y popularizada por José Miguel Barandiaran [2]y asumida por otros como Julio Caro Baroja (1973, 148; 1949, 194), Menéndez Pidal (1921; 1962), o Arturo Campión (1919, 35-36), y también por Louis Lucien Bonaparte, Christian Cornelius Uhlenbeck, Karl Bouda, Antonio Tovar, Miguel de Unamuno o Pío Baroja (según Trask, 1997a; Frank, 1980; Agud & Tovar, 2013, etc.).
Ha perdido fuerza en la moderna Lingüística vasca desde mediados del siglo XX, pero existen en la actualidad dos visiones lingüísticas que se hallan renovando este enfoque: la teoría del sustrato vascónico de Theo Vennemann (2005; 1994) y la teoría del sustrato común paleoeuropeo de Roslyn M. Frank (2014; 1980). Ambas afirman, desde posiciones muy diferentes, que el euskera guarda claves de la época paleolítica europea que trascienden a su actual localización en los Pirineos Occidentales, y que estas claves pueden aprovecharse para entender mejor también los idiomas indoeuropeos actuales. Y por ello ambas teorías pueden tener, como veremos, implicaciones en el debate que nos ocupa aquí.
Veamos más concisamente los términos implicados. Antes de nada, el campo semántico de herramientas cortantes tiene en euskera un componente -(h)ai(t)z- obvio:
aiz-kor/haiz-kor o ‘hacha’; aitz-zur/aintz-z»ur/haintz-zur o ‘azada’ (de roca ‘aitz’ y madera ‘zur’)’; aiz-to/ainz-to o ‘cuchillo’; zula-k-aitz o ‘cincel’ (zulatu – agujear, zulakaitz, ‘piedra que agujerea’); op-aitz-ur o ‘azuela’; o aietz/aiotz o ‘machete’; aihotz/haiotz/aiotz o ‘podadera’; ainz-tur o ‘tenazas’, etc.[3]
Existen además otros términos de instrumentos probablemente relacionados:
aiz-tur/ainz-ter/hais-tur/gur-aiz-ak o ‘tijeras’; az-kona o ‘flecha’; az-pila o ‘bandeja’, etc.
Por otra parte, existen toponimias claras con el monema -(h)ai(t)z- o su variante (sobre todo occidental) -atx-:
Atxarte, Atxuri, Aizkorri, Lemoatx, Udalatx/Udalaitz, Untzilatx, Akaitz, Allaitz…
Finalmente, la etnolingüística vasca ha sondeado otros términos que pueden remitir a culturas cazadoras-recolectoras paleolíticas:
su(k)arria o ‘piedra de fuego’ (pedernal o sílex, utilizada en paleolítico y neolítico para hacer fuego); la equivalencia entre zur,ur y lur; acepciones en horma (como ‘pared’ y ‘hielo’) ; artuao ‘lo cogido’ (para designar el cereal recolectado de nombre ‘mijo’)[4], etc.
Ello estaría en consonancia con otras evidencias fenotípicas y genotípicas, como la expansión de la cultura magdaleniense del refugio de los Pirineos Occidentales por Europa en oleadas hacia el 16.000 a. C. y 12.000 a. C. (Oppenheimer, 2005) tras generarse el haplogrupo R1b hacia 18.500 a. C. y el R1b1c más tarde (Karafet et al., 2008); la evolución del cráneo vasco desde el cromañón en el territorio pirenaico occidental[5]; el euskara como remanente de una familia más amplia de lenguas vascas correlacionada con dicha distribución del R1b (Wiik, 1999; 2008); patrones genéticos paleolíticos y mesolíticos más frecuentes en la población vasca que sugieren una continuidad local (Behar et al., 2012); variedades genéticas como el U8a nativas del País Vasco o grupos como el J frecuentes en él que se consideran prehistóricas (Alfonso‐Sánchez et al., 2008; Cardoso Martín, 2008; Cardoso et al., 2011); raras variedades como el R1b1c4 que sólo se encuentran en el País Vasco o como el R1b1c6 con gran frecuencia (Rosser et al., 2000), etc.
De todo ello se sugiere, en la hipótesis paleoeuskérica, lo indicado: antigüedad paleolítica o neolítica para la lengua vasca, y -(h)ai(t)z- como resto particularmente importante de esta antigüedad.
La hipótesis indoeuropeísta.
La actual Lingüística vasca asume una lectura en línea con las reconstrucciones indoeuropeístas del resto de la lingüística moderna desde mediados del siglo XX. El principal antecedente se encuentra en Gorostiaga (1958, 61), quien argumentó que haizkorase deriva del latín ‘asciola’. Buena parte de la visión indoeuropeísta se ha centrado en este aspecto, aunque hay más argumentos, como indica la siguiente síntesis:
[E]uskararen zahartasuna aizto, aiztur, aitzur eta aizkora bezalako hitzak haitzhitzaren gainean eratuak izatean datzala (…) ez da hain garbia kontua, konsideratzen badugu alde batetik aizkora-rentzat latinezko asciola-k «esku aizkora» eskeintzen duela etimologia onena aurreko partea bezain ondo azken partea ere azalduz eta bestetik erronkarierazko aizto-k eta aipatu beste formek sudurkari baten arrastoa erakusten dutela (Gorrochategui, 1998, 21)
Si diseccionamos la postura e incluimos los argumentos de otros autores: a) el monema -(h)ai(t)z-en las herramientas cortantes no tiene que ver con haitz o ‘roca’, y probablemente proviene de un supuesto monema protoindoeuropeo ‘*agw(e)si-’; b) (h)aizkoraes un préstamo desde el latín ‘asciola’, probablemente descendiente de ese ‘*agw(e)si-’; c) la nasalización roncalesa es otro argumento a favor de que -(h)ai(t)z-y haitz no tengan relación; y d) la supuesta antigüedad de la lengua vasca se enfrenta también a otras asunciones de la Lingüística moderna.
El inicio de la teoría es la que aquí colocamos en segundo lugar (por objetivos explicativos). Se asume con bastante seguridad, aunque no tengamos testigo documental alguno, que la palabra (h)aizkora o ‘hacha’ proviene del latín asciola. En otra fase que se ha discutido más en el debate social que el académico, se supone también que tanto este latín ‘asciola’ como otros términos indoeuropeos provienen desde un supuesto ‘*agw(e)si-’, que sería el propuesto por la Lingüística Histórica que podemos entender como ortodoxa para todos los términos indoeuropeos. Los términos ‘hacha’ del inglés, alemán, o del sajón, y también del español, italiano, francés, provendrían de este ‘*agw(e)s-’ protoindoeuropeo vía latín u otros idiomas antiguos. En relación con ello se dan algunas críticas de la supuesta antigüedad paleolítica de la lengua vasca o de algunos de sus términos.
La presencia de -(h)ai(t)z-en el resto de herramientas cortantes es menos concisa. Ante que nada, se niega que pueda provenir de haitz o ‘roca’ porque, según se argumenta, las herramientas prehistóricas no eran de roca sino de piedra. Pero cuál es su origen no se explica de forma tan explícita. Según algunos autores, tiene el mismo origen que el aiz de aizkora; por tanto, los diferentes términos de herramientas cortantes deberían remontarse de una u otra manera a asci. Otros autores simplemente dejan ese origen en el aire y no se aventuran a ello.
Un argumento final es la nasalización roncalesa. El dialecto roncalés, que pervivió hasta el siglo XX, preservaba las nasales con formas como antzur, ainzter, aintzur o ainzto. Y la moderna vascología supone que estas nasales eran ‘históricas’, es decir, que estaban extendidas en al antiguo euskara. Como en roncalés no se documentó dicha nasal para la palabra aitz o ‘roca’, se supone que el -(h)ai(t)z-de los términos de herramientas cortantes no tienen relación con haitz: su origen, se supone, era *ainz– y no aitz o ‘roca’. Ahora bien, una cuidadosa atención a la argumentación de este aspecto nos depara sorpresas que relativizan su importancia en el debate.
La vertiente académica y la social, ambas a considerar.
A pesar de la importancia histórica de este debate, resulta algo asombrosa la carencia de estudios centrados en ella. En gran parte se debe a la vascología moderna, fuertemente alineada con la hipótesis indoeuropeísta, y en la cual la hipótesis paleoeuskérica que parte de haitz o ‘roca’ para explicar los términos con -(h)ai(t)z- es actualmente denostada a pesar de las últimas teorías paleoeuskéricas. Ello lleva a que las referencias a nivel académico no suelan sobrepasar el párrafo, y es necesario rastrearlas en escritos dedicados a otras temáticas. Los más cercanos son un breve artículo de Morvan (1985), un capítulo en Frank (1980), o un apartado en Trask (1997a, 289-91), pero el resto son líneas, a lo máximo párrafos, en trabajos destinados a otros objetivos.
No obstante, en la sociedad pervive todavía la idea paleoeuskérica, según reconocen los propios seguidores del indoeuropeísmo tanto para aizkora como para los demás términos del campo:
Se supone tradicionalmente que aizkora tiene (…) que ver con haitz‘peña’ (OEH, 2015, voz Aizkora).
Askotan entzun ohi da euskararen zahartasuna aizto, aiztur, aitzur eta aizkora bezalako hitzak haitz hitzaren gainean eratuak izatean datzala. (Gorrochategui, 1998, 21)
Lo cierto es que el debate no se ha ceñido a la etnolingüística, sino que se trata de un debate cultural ya tradicional en la propia sociedad vasca. Y es de agradecer que, aunque hayan eludido el tratarlo a nivel teórico, algunos lingüistas profesionales se hayan pronunciado en los medios de comunicación explicando y confrontando sus supuestos con los euskaltzales de base. No en vano “etymology is a Basque national sport, almost as popular as mus” (Gabilondo, citado en J.M.Y, 2012).
Por desgracia, a pesar del todavía persistente interés social, parece como si los teóricos dieran el caso por cerrado. Excepto dejar claro en el escenario social su creencia de que la hipótesis haitz es un mito, el asunto no les genera mayor interés analítico. Y por ello la carencia de estudios analíticos con tiempo y extensión para analizar los pros y contras de cada postura. De facto, la mayor parte de las intervenciones, y algunas aportaciones interesantes, se han dado más en medios informales que académicas, y conviene considerarlos en un repaso serio a los argumentos del debate. Por ello, con frecuencia, más que una discusión dentro de la Lingüística, el debate sobre -(h)ai(t)z- ha de revisarse como una discusión social con participación de lingüistas.
Las conversaciones informales en las casas, los bares o los txokos conllevan un difícil rastreo científico, pero recientemente diversos reflejos han trascendido a los mass media, y principalmente a las redes sociales digitales. Así, sin la pretensión de cartografiar la polémica tal como se estila en una exitosa propuesta reciente (Latour, 2005; Venturini, 2010), algunas de estas aportaciones informales serán recogidas aquí[6].
1. ¿-(H)AI(T)Z- REFLEJA O NO A HAITZ?
La hipótesis paleouskérica de etnólogos y lingüistas tradicionales plantea sus argumentos en un mismo bloque: todas los términos de herramientas cortantes (incluido el de haizkora o ‘hacha’) tienen un componente -(h)aitz- que se deriva de la palabra haitz o ‘roca’. El núcleo del debate se plantea entonces sobre el hecho de que corresponda o no el monema -(h)ai(t)z- al lexema haitz. Que se correspondan parece lo más simple e intuitivo, tal como apunta este supuesto paleouskérico, pero también puede que ello se deba a una homonimia, es decir, a la casualidad, y que dicha teoría no se sostenga.
1.1 ¿CORRESPONDE EL MONEMA -(H)AI(T)Z- AL LEXEMA HAITZ, O TIENEN SIGNIFICADOS DIFERENTES?
La génesis de la visión paleoeuskérica.
Entender que la presencia de -(h)ai(t)z- en los términos referidos a herramientas cortantes es derivada de haitz o ‘roca’ parece tener su origen en la herramienta más común o importante, la haizkora/aizkora o ‘hacha’. Baudrimont (1854), por ejemplo, remarcaba que aizkorao ‘hacha’ parecía provenir de haitz o ‘roca’. Y como sólo pocos años despúes Vinson y Hovelacque (1878, 238) apuntaban que dicha visión era la sostenida por “les savants du pays”, cabe presumir que era una idea muy extendida a nivel social mucho tiempo antes. De haizkora/aizkorapudo ir poniéndose la atención en el resto de herramientas, como en esta cita de Julio Caro Baroja:
aitzkor (…) según la hipótesis más probable está formada de aitz=’piedra’ y, naturalmente, no ha podido ser formada sino en una época en que la piedra era la materia [prima] (…) aitzur=’azada’ consta del mismo componente aitz. Por lo tanto, ha habido una fase en la que el pueblo antepasado del vasco actual ha utilizado azadas [con] mango de madera pero la parte fundamental de piedra (Caro Baroja, 1973, 148)
Así, por extensión, se llega a dicha deducción para todo el grupo de herramientas:
El hacha, el cuchillo, la azada y otros instrumentos cortantes derivan de la voz aitz ‘piedra’ (Menéndez Pidal, 1921, 8),
La génesis de la visión indoeuropeísta.
Según la teoría indoeuropeísta actual, no se puede asegurar que -(h)ai(t)z- se corresponda con haitz:
aizkora eta aldaeren etimologiarekin (…) aizto, aitzur, aiztur, etab. bezala, haitz-en eratorri iruditu arren, lat. asciola(…) jatorria asebetekoa dugu. (Lakarra, 1998, 48)
De todas formas, los argumentos suelen diferenciarse en dos grupos:
. Aizkora, del que se ve claro que proviene del latín ‘asci’.
. El resto de herramientas cortantes, cuyo componente aiz- no puede provenir de haitz o roca, porque no es lógico a nivel paleoantropológico (ya que las herramientas prehistóricas eran de piedra), ni parece lo propio a nivel de evolución lingüística (ya que las presumibles formas originarias del aiz-de las herramientas cortantes no se corresponden con las de haitz o roca).
El núcleo del debate, visto desde la visión indoeuropeísta.
Fundamentar la componente -(h)ai(t)z- de las herramientas cortantes en el concepto de haitz o ‘roca’, o posibilitar que tuviera un origen diferente, se dió en un aspecto del debate que merece algo de fina atención. Veámoslo con el autor que se considera la base de la vascología moderna, Luis Michelena, y el que se considera el inicio de la visión indoeuropeísta de las herramientas con -(h)ai(t)z-, Juan Gorostiaga.
Luis Michelena (1949) hace mención al supuesto paleoeuskérico tradicional con una postura personal que reservaremos para más tarde (dado lo importante de su rol y lo curioso de cómo se ha recordado), y nos centraremos ahora en su acercamiento al núcleo del debate, es decir, a si -(h)ai(t)z- corresponde a haitz o tienen significados diferentes. Conviene otorgar atención a la forma en que traduce haitz:
aitz, atx, haitz <<peña, piedra>> (Michelena, 1949, 211)
Para el hablante euskaldun la traducción puede no tener mayor interés o complicación, pero esas dos palabras ‘peña’ y ‘piedra’ tienen una gran implicación en el debate. Obsérvese cómo Juan Gorostiaga traduce aitz:
aitz ‘peña, roca’ (Gorostiaga, 1958, 61)
Puede darse por hecho que Gorostiaga había leído la aportación de Michelena y la tuvo en cuenta porque ofreció una traducción de haitzcon el mismo formato[7]. En todo caso, siendo la traducción de Michelena más libre o polisémica, uno de sus dos términos traducidos cambiará en la nueva traducción de Gorostiaga: ‘piedra’ es suplantado por ‘roca’.
Un pequeño cambio para la definición, pero un gran paso para la nueva teoría. Pues esta acotación del significado de haitzprepara un golpe a la línea de flotación de la visión paleouskérica. Resulta obvio cuando, a continuación, Gorostiaga basa la etimología de haizkora:
Aizkora. Generalmente se alega como prueba de la existencia del euskera durante la Edad de Piedra el nombre de aizkora ‘hacha’, como proveniente de aitz ‘peña, roca’. Pero tal etimología tropieza con que aitz no es propiamente ‘piedra suelta’, sino ‘bloque, peñasco’ (Gorostiaga, 1958, 61).
Gorostiaga no explicita nada sobre la implicación del hecho de que aitz no sea ‘piedra’ para el resto del campo semántico de herramientas cortantes. No obstante, en lo que sin duda resulta declarativo de intenciones, concede en el próximo párrafo otra explicación para otro tipo de herramientas, las aiztur o ‘tijeras’. Pues lo hace sin referencia a ninguna materia prima paleolítica, y asegurando que a dicho caso le ocurre “igualmente” que en el caso de aizkora:
Aiztur. Igualmente nuestro aiztur ‘tijeras’, con otras variantes, no significa sino ‘las hermanas’, como en Germania las ‘tijeras’ son las ‘hermanas’. Ahora bien, aizta no es sino el título de la ‘hermana mayor’ o ‘serora’, la ‘superiora del Monasterio’ antista, y donde vemos la influencia del vocabulario religioso en nuestro vocabulario (Gorostiaga, 1958, 62)
Ese “igualmente” se refiere a que aiztur tampoco debe explicarse desde haitz. Gorostiaga elude proseguir con más términos euskéricos para las herramientas cortantes, pero su visión queda clara y los lingüistas posteriores tomarán buena nota.
Trask (2008), por su parte, sí considera acepciones de ‘piedra’ para haitz (variando a un extensión LN sobre la BN de Azkue, 1969):
haitz (L LN), aitz (G HN L LN Z), atx (B L) n. ‘crag’, ‘stone’. 1187, ca. 1620. OUO. B form by P30. By far the most widespread sense for this word is ‘crag’, and this is also the sense it has in the numerous toponyms and surnames containing it. In contrast, the sense of ‘stone’ is only sparsely recorded in LN, but this sense is also prominent in the compounds containing the word. (Trask, 2008, 82)
Sin embargo, excluye de estos “compounds containing the word” a los términos de herramientas cortantes y su componente -(h)ai(t)z-, con lo que este significado de ‘stone’ no daba apoyos a la visión paleouskérica. En otras palabras, aunque acepta un significado de haitz como ‘piedra’ de importancia etimológica, excluye al -(h)ai(t)z-de las herramientas cortantes como otra forma de este haitz:
*(h)aitz- Hypothetical stem possibly underlying certain tool-names. OUO. Very many have wanted to see this as haitz ‘stone’, and hence as representing a time when the Basques had a Neolithic culture and made their tools from stone. This is possible, but far from certain. (Trask, 2008, 82)
Así, haitz tiene el sentido de ‘crag’ (‘risco, peña’) y ‘stone’ (‘piedra’); pero (h)aitz- como monema en las herramientas cortantes de roca o piedra no tiene relación con haitz y por tanto haitzno ‘opera etimológicamente’ con su sentido dentro de estos términos, aunque sí lo tenga en “toponyms and surnames” y en “compounds containing the word” (sea en el sentido epistémico de “prominent” como ‘bien conocido’ o incluso en el ontológico como ‘destacado en el entorno’). Trask no explica ni sondea el posible origen o razón de esta asimetría o anomalía.
Globalmente, la acotación de una traducción libre y polisémica incluyendo ‘piedra’ por Michelena (1949, 211) a una cerrada y unisémica asumiendo sólo ‘roca’ por Gorostiaga (1958, 61) posibilitará que el resto de herramientas cortantes se vieran también como no provenientes de un paleolítico haitz. En este contexto indoeuropeísta, se afirma que carecen de sentido unas ‘herramientas de roca’ en el pasado. Lakarra (según Kintana, 2007), por ejemplo, parece haber indicado cómo carecería de sentido que los términos de herramientas cortantes con -(h)ai(t)z- se refirieran a ‘roca’, porque en el Paleolítico las herramientas eran de piedra:
Joseba Lakarra[k] zuhurki adierazi [du] tresnak haitzezbarik, gehienez ere harriz egiten zirela (Kintana, 2007)
Quizás la afirmación se realizó en alguna conversación o reunión científica informal, pues no he encontrado su referencia en publicación científica. De todas maneras, expresa bien el fondo del argumento indoeuropeísta respecto a las herramientas cortantes con -(h)ai(t)z- que no son el hacha.
En el mismo sentido argumenta Trask, con la siguiente pregunta retórica:
[A]re stone shears and stone pincers really plausible? (Trask, 2008, 82)
En los siguientes apartados contrastaremos cada uno de estos argumentos.
1.2 ¿HERRAMIENTAS DE ROCA TALLADA Y/O DE PIEDRA? VISIÓN EUSKÉRICA FRENTE A VISIÓN ERDÉRICA.
Hemos fijado las siguientes como las posturas y variantes del debate:
. Para la hipótesis paleoeuskérica, el -(h)ai(t)z- de las herramientas cortantes es un reflejo de haitz o ‘roca, piedra’ indistintamente, tal como consideraba el primer Michelena (1949). Ello implica que los términos se refieren a la roca tallada o a la piedra con la que se confeccionaban estos instrumentos en el Paleolítico y en el Neolítico.
Por el lado indoeuropeísta tenemos dos matices:
. En una hipótesis indoeuropeísta fuerte, tal como ejemplifica Gorostiaga (1958), haitz se refiere a ‘roca’ y en ningún caso a ‘piedra’; el -(h)ai(t)z- de aizkora no tiene relación con piedra; y sugiere que lo mismo ocurre en las otras herramientas cortantes como aiztur.
. En una hipótesis indoeuropeísta débil con matices, tal como ejemplifica Trask (2008), haitz se refiere a ‘roca’ y en algunos casos a ‘piedra’, y tiene tal sentido en topónimos y antropónimos, pero en todo caso el -(h)ai(t)z- en los términos las herramientas cortantes no tiene relación con ‘piedra’, ni tampoco con el sentido de haitz o ‘roca’.
El argumento indoeuropeísta tienen dos vertientes. Por una parte, las herramientas prehistóricas son de piedra, no de haitz o ‘roca’; esta es una vertiente paleoantropológica. Por otra parte, el componente -(h)ai(t)z– y/o el término haitz no tienen el significado de harri o ‘piedra’ (o es sólo regional); ahora la vertiente referida es lingüística. En cuanto lo lingüístico es un reflejo o correlato de lo etnográfico, las dos vertientes están relacionadas, pero cabe debatirlo paso por paso antes de localizar sus correlatos.
¿Son las herramientas prehistóricas mayormente de piedra o de roca tallada?
La crítica básica de la visión indoeuropeista es que las herramientas prehistóricas son de piedra, no de haitz o ‘roca’. Sin embargo, esto da por hecho que la materia operativa o cortante de las herramientas prehistóricas era tal como las describen los idiomas indoeuropeos; ‘de piedra’. Y, por desgracia, eso no se corresponde con la mayor parte de la prehistoria humana.
Una de las constataciones básicas de la Paleoantropología es la roca tallada (normalmente de sílex) como herramienta básica en la mayor parte de la vida de los homos desde hace unos dos millones de años, siendo la piedra sólo utilizada como tal en usos primarios (como en el caso de piedras unidas por lazo a un accesorio de madera en hachas rudimentarias). Respecto al homo moderno, desde hace unos 200.000 años, pueden diferenciarse dos períodos al respecto. La llamada ‘Edad de Piedra’ abarca todo el Paleolítico y el Neolítico, hasta la Edad de Bronce en que se empezaron a generalizar lentamente las hachas de bronce, sin que dejaran de utilizarse las herramientas ‘de piedra’. Y en este período histórico cabe diferenciar las herramientas de roca tallada de las que dieron su nombre al Neolítico, las de piedra pulimentada.
Más detalladamente, las hachas y puntas de flecha del Paleolítico superior acostumbraban a ser de sílex y de minerales con rotura similar, y provenían de rocas o de trozos de roca que eran tallados a golpes hasta imprimirles aristas cortantes. Y es sólo en el tardío Neolítico cuando se comenzaron a generalizar las hachas de piedras duras (no de sílex) pulimentadas[8]. Aún así, las flechas, láminas largas tipo cuchillos, punzones, puntas, etc. siguieron siendo de sílex tallado. Y tanto unas como otras tuvieron uso hasta que las de bronce y hasta las de hierro se impusieron totalmente. En suma, las herramientas del Paleolítico y del Neolítico son principalmente de roca (tallada), y sólo en el Neolítico una parte de ellas se confeccionaban desde piedras (pulimentadas), a pesar de ser denominadas en los idiomas indoeuropeos como ‘de piedra’.
En palabras llanas, la fabricación de las herramientas paleolíticas de piedra, normalmente de sílex o ‘pedernal’ (un tectosilicato de origen volcánico), provenía de ‘lascas’ o desgajes producidos mediante la talla de una roca. En canteras, de sus grandes bancos rocosos se desgajaban bloques de piedra más o menos voluminosos, y estos bloques se golpeaban hasta llegar al volumen que entendemos como ‘piedra’. Es entonces cuando eran tallados de forma más cuidadosa hasta la formación del instrumento.
La arqueología experimental ha reconstruido la técnica de hechura en que se desbasta un ‘trozo de roca’ por medio de la talla buscando un uso concreto (bifaz, canto tallado, cincel…), y también la talla de ‘núcleo lítico’ o ‘masa de roca homogénea’ para extraer lascas (se llama núcleo a lo que luego será el desecho resultante), presumiblemente con piquetas básicas (del propio sílex o de cuernos de venado) (p.e. Torcal, Moreno, de la Torre Sainz, Ignacio, & Martí, 2008; Chavaillon & Chavaillon, 1981; Ramendo, 1963). Una de las razones de tomar al sílex como materia prima básica era, precisamente, por ser muy susceptible de romperse en lascas cortantes (junto a una dureza considerable de 7 en la escala de Mohs), e incluso en las técnicas más básicas y antiguas se debía de entender a sus lascas talladas como ‘trozos de roca manejable’ dado el proceso de fabricación.
La industria lítica aparecida en el País Vasco no es excepción. Las hachas de filo transverso, por ejemplo, son “construidas sobre grandes lascas de cuarcita”, tal como aparecen en el yacimiento de Olha (Ayerbe, 1999, 378). Y máxime cuando, en la mayor parte de los espacios ocupados por el Hombre de Cromañón, los sílex no se hallaban desperdigados y accesibles, sino que había que acudir a puntos distantes que albergaban filones y que actuaban como ‘canteras’. Por ejemplo, los cromañones de Ametzagaina, en Donostia-San Sebastián, tenían que acudir a Chalosse en el sur de las Landas, Kurtzia al norte de Bilbao, o Urbasa en el noroeste de Navarra; era allí donde desbastaban los filones y regresaban a los campamentos con lo manufacturado (Arrizabalaga, Calvo, Elorrieta, Tapia, & Tarrino, 2014). Los grupos del País Vasco registrados hasta el momento tenían una zona de suministro y explotación media en torno a 100 km2 (según el mismo estudio).
Todo ello conlleva una de las implicaciones más importantes en el debate: que el componente -(h)ai(t)z- en la denominación las herramientas cortantes prehistóricas lo tomaron desde la palabra y concepto haitz o ‘roca’…
…es completamente consistente con los registros arqueológicos, al contrario de lo que apuntan las lecturas indoeuropeístas;
…apoya una antigüedad paleolítica y no neolítica en la generación de los términos; y por tanto
…muestra un origen de los términos vascos mucho más antiguo que en los términos indoeuropeos, basados en el concepto ‘piedra’.
Incluso en las herramientas de piedra pulimentada, ¿tiene sentido no relacionar los conceptos ‘de piedra’ y ‘de roca tallada’?
Consideremos ahora las herramientas prehistóricas construidas con piedras adecuadamente pulimentadas, como pudieran ser cantos rodados o guijarros no desgajados desde masas rocosas talladas. Incluso en este caso, resulta chocante que los talladores y los usuarios de dichas herramientas no se percataran de que las piedras, talladas o no, provienen de masas minerales rocosas. Consideremos las posibilidades.
Según la visión indoeuropeísta, “tresnak haitzez barik, gehienez ere harriz egiten zire[n]” (Kintana, 2007). Hemos visto que no era así, que en la mayor parte de la prehistoria las herramientas eran de roca tallada sin pulimentar. Pero incluso en el caso de las hachas que podemos considerar ‘de piedra’, las hachas pulimentadas (sobre todo del Neolítico), lo más habitual era un proceso de fabricación con roca tallada: “[a] la talla del esbozo o preforma, le seguiría el piqueteado de las superficies”, quedando como evidencia arqueológica “lascas y fragmentos de las rocas trabajadas” (Risch & Martínez Fernández, 2008, 47).
Vayamos de todas formas al caso extremo de “emplearse un fragmento natural de roca”, con lo que no era necesaria “la obtención de la lasca [mediante] un gesto técnico previo” (Santonja & Querol Fernández, 1978, 12). Y comencemos con los casos de cercanía espacial que pueden sugerir la esencia común. Por ejemplo, recordemos las acumulaciones de piedras bajo masas rocosas, frecuentes por la erosión, y visiblemente con la misma textura, color, etc. ¿Los hombres prehistóricos eran incapaces de deducir que dichas piedras provenían de las rocas bajo las cuales se hallaban por desgaje? Y máxime cuando al escalar una peña es muy común obtener por presión de las propias extremidades ese desgajamiento y paso de la peña a la piedra concreto. Durante decenas de miles de años, ¿nunca le ocurrió a ninguno de ellos lo que frecuentemente le ocurre a cualquier montañero actual, y nunca fueron esos hechos comunicados a los congéneres?
Consideremos ahora una distancia mayor, cuando las piedras halladas no se correspondían con algún origen rocoso cercano, como de determinados cantos rodados. Incluso así ¿eran incapaces de deducir que podían provenir o por ejemplo, al inicio del curso acuoso en el que eran halladas? Y finalicemos en el caso extremo en que era imposible hallar una relación de procedencia. ¿Excluye eso también la posible deducción de una esencia común? Es decir, ¿eran incapaces de percatarse de cómo piedras (a mano) y masas rocosas (situadas en otros lugares) se componían de la misma materia común?
De todas formas, estos casos no eran los habituales en el Neolítico. Como hemos visto, el suministro habitual era desde canteras, y tallar la roca en lascas manejables y finalmente pulimentarla era el proceder habitual en Europa occidental (Risch & Martínez Fernández, 2008).
En suma, las herramientas de piedra pulimentada eran previamente de roca tallada, pero incluso cuando no lo eran resulta poco intuitivo suponer que la mente de las gentes neolíticas no advirtiera la misma esencia mineral en ambos estados volumétricos y performativos. La llamada ‘Edad de Piedra’ abarca todo el Paleolítico y el Neolítico, hasta la Edad de Bronce en que se empezaron a generalizar lentamente las hachas de bronce, sin que dejaran de utilizarse las herramientas ‘de piedra’. Y en este período histórico cabe diferenciar las herramientas de roca tallada de las que dieron su nombre al Neolítico, las de piedra pulimentada.
Así, para cada caso, e incluso cuando no cabe deducir de manera lógica que las piedras son desgajes naturales o artificiales de las rocas, ‘cantera’ / ‘gran masa rocosa’ / ‘banco rocoso’ / ‘bloque de piedra’ / ‘piedra o lasca’ / ‘herramienta’ comparten la misma materia física y la diferencia semántica se refiere sólo al volumen (ni siquiera a las formas, que pueden ser del todo análogas). Y cabe presumir que la mente cromañona era capaz de advertir la esencia común. En consecuencia, que las herramientas cortantes tiene que ver sólo o mayoritariamente con ‘piedra’ y no con ‘roca’, no sólo va en contra de la Paleontología actual, sino que podría reprochársele un menosprecio de que los homos modernos de esta época no pudieran atender a la relación clara entre unos y otros volúmenes.
En consecuencia, la visión de la vascología indoeuropeísta parece guiarse por una lógica binaria de ‘una cosa o la otra’, cuando ambos orígenes comparten una lógica borrosa o fuzzyde “misma esencia en diferentes grados”. Los volúmenes de un mineral no son ‘o roca o piedra’, sino que un ‘banco rocoso’ podría entenderse de manera no conflictiva como un ‘gran bloque de piedra’, y un ‘bloque de piedra’ como un ‘pequeño banco rocoso’. Por si hubiera alguna duda de que esta lógica no binaria es plenamente asumida en la terminología científica, en Geomorfología estructural (véase para términos el clásico de Visser, 1980) y más incluso en sus aplicaciones a la Arqueología (p. e., Chao, Alberti, & Casais, 1998), los ‘bloques de piedra’ de los que se suelen desprender con frecuencia los cantos tallados son entendidos como ‘fragmentos de roca mayores que los cantos rodados’.
¿Puede que, aun así, el euskera no considerara la esencia común de haitz y harri?
‘Roca’ y ‘piedra’ comparten la misma esencia física y conceptual, pero puede que no sea contemplado así por los términos vascos para herramientas con esa esencia física. Esta podría ser una respuesta posible desde la lógica binaria de la hipótesis indoeuropeísta: “bien, puede que sea así en la realidad, pero no lo es en la terminología”.
Más detalladamente, y según hemos visto, la vertiente paleoantropológica del debate (que las herramientas eran ‘de roca tallada’ a un nivel volumétrico entendido como ‘de piedra’) lleva, en los casos infrecuentes (sin necesidad de talla previa de lascas), a implicaciones conceptuales e interpretativas por los productores y usuarios (pues debían de ser tan capaces como nosotros de advertir la misma esencia física entre los volúmenes normalmente asociados a ‘roca’ o a ‘piedra’ incluso en los infrecuentes casos en que no pudiera establecerse relación de performación, desgaje o derivación natural entre ellos). Lo normal es que esta mente interpretativa, que discierne mismas esencias en ‘rocas’ y ‘piedras’ del mismo mineral, deje esta impronta en los términos lingüísticos que la reflejan. Pero supongamos por un momento, siguiendo un criterio indoeuropeísta, que no fuera así en el euskara. Supongamos que, tal como se supone en dicho criterio, los significados regionales de haitz como ‘piedra’ no pudieran hallarse implícitos también en la mente de los hablantes del resto de regiones.
Lo que debemos contrastar, por tanto, es si los reflejos terminológicos vascos de la realidad ‘roca’ o ‘roca tallada’ excluyen efectivamente o no la inclusión del concepto ‘piedra’, más allá de lo que conceptualmente cabe esperar.
Lo primero que se advierte es que la admisión de una esencia común parece reflejarse incluso en los propios términos definitorios del idioma (véase para todos los casos siguientes OEH, 2015). Tenemos el grado máximo, es decir, los dos monemas combinados para la misma definición en distinto orden: harkaitzpara ‘peña o masa rocosa’ (según har-(k)-haitz); haitz-harri o atxarri para ‘rocas o bajos de arroyos y ríos’ (en ambos casos según haitz-harri); o haitz-harripe para ‘zona situada bajo peñas’ (en un también obvio haitz-harri-behe). También de forma individual; por ejemplo, en harbeltz o ‘roca’ se da como componente har- o ‘piedra’. Y se dan también formas equivalentes en diferentes definiciones, como haitzpey harpe para ‘cueva, gruta’.
Que la lógica binaria de la visión indoeuropeísta no es la que parece hallarse impresa en la ‘weltanschauung’ o munduikuskera del idioma vasco, pero sí la lógica fuzzy de esencia común, lo tenemos en este caso de harpe para ‘cueva, gruta’: no hay cueva alguna bajo ninguna piedra ‘de volumen manual’, por lo que har-se refiere de facto al mismo haitz- o ‘roca’ que se halla en su sinónimo haitzpe. Más aún, el término para ‘cantera’ (que suele asociarse por sus grandes volúmenes a grandes bancos rocosos y no a pequeñas piedras) se da con el monema de ‘piedra’, harr-obia. Finalmente, podría aducirse que esta lógica fuzzy es posterior a tiempos prehistóricos, pero la roca de sílex o pedernal es denominada en euskera sukarri/sugarri/su-harri o ‘piedra de fuego’ (como se sabe, el sílex era la materia prima básica para hacer fuego en el Paleolítico); y debería explicarse entonces esta supuesta anomalía[9].
Esta ‘concepción de esencia común’ está presente en otras definiciones, como kareaitz o karearri para ‘piedra caliza’, desde kare–(h)aitz y kare-(h)arri. Se da además una curiosa reiteración fuzzy con karaitzarri, es decir, kar(e)–(h)aitz –(h)arri. Y sentencias atestiguadas como “karaitza ta kare-arria bat dira” o “(h)an ez zan karaitzik, karea egiteko arririk” (OEH, 2015). Y no sólo en definiciones, dicha concepción se rastrea también en expresiones, como Haitza haitzaren gainean igorri dako o ‘le ha arrojado piedra sobre piedra’ (Azkue, 1969, 20); o “HAIZKA, BN, harri aizka S ‘a pedradas’<. Parece derive de (h)aitz” (Agud & Tovar, 2013, 646); “ATXUKALDI R ‘pedrea, pedrada’, ‘indirecta, pulla’. De atxo, dimin. de aitz ‘peña, piedra’ + aldi ‘rato’ (Corominas)” (Agud & Tovar, 2013, 487)[10], etc.
Finalmente, es innegable que el componente –(h)arri-o ‘piedra’ se da en topónimos extendidos por toda la geografía vasca designando grandes formaciones rocosas, como
Aiako Harriak, Arriolatx, Pardarri, Arraitz,…
Así, para la generalidad del área lingüística, deduce Michelena:
vasc. (h)aitz ‘peña’, vizc. atx, y (h)arri ‘piedra’ (…) en toponimia vasca son prácticamente equivalentes (Michelena, 1972, 25)
Otro caso, el de zuhaitz o ‘árbol’, es más complejo, pero reviste mayor interés al estar asumido por la moderna vascología como combinación de zur-haitz (p. e., «zur-+-haitz > zuhaitz» en Martínez, 2013, 39)[11]. A nivel literal sugiere algo contraintuitivo, una ‘roca de madera’. Pero una de las acepciones de zuhaitz, en el dialecto labortano, es ‘árbol destinado para madera de construcción’. Ello sugiere que haitz se utilizaba en la palabra no con sentido de ‘roca’, sino de manufacturación, lo que es completamente coherente con la conocida como ‘Edad de Piedra’, en realidad más bien una ‘Edad de la Madera’[12][13][14](además de una ‘Edad del Hueso’). En otras palabras, esta acepción labortana de zuhaitz podría muy bien estar describiendo su etimología describiendo que zur o ‘madera’ era manufacturado tal como haitz(que quizás no era el input más utilizado como materia prima pero sí como capital físico o transformador de los demás).
De resultar acertada esta lectura, dicha acepción labortana de zuahitz sugiere un arcaísmo del mayor grado. ‘Árbol’ pertenece a un universo empírico vegetal distinto del mineral, pero la manufacturación humana de ambos sería lo que habría hecho converger a haitz/–(h)ai(t)z- como componente de los términos referidos a ambos universos. Y volvería haitz o ‘roca’ a ejercer como operador etimológico, al contrario de lo que opinaba Trask, con el monema de herramienta y manufacturación –(h)ai(t)z-.
Un caso parecido podría operar en haitz-lur o ‘tierra más dulce, mejor, más negra y fácil’ (OEH, 2015). Parece obvio que su traducción literal, ‘tierra de roca’, debería de ser contradictoria al sugerir una tierra difícil o imposible de labrar –no precisamente ‘dulce’- para una mente prehistórica vasca (que, en este caso sí, carecería de los conocimientos de dinámica geológica necesarios para conocer que determinados tipos de tierras ricas tienen origen mineral y volcánico). Ahora bien, se entiende sin fricciones cuando entendemos que haitz se asociaba no a dicho sentido mineral, sino al sentido de manufacturación.
Recuperando el hilo, todas estas asociaciones de los conceptos ‘roca’ y ‘piedra’ en diferentes definiciones, expresiones y topónimos pudieron ser las que llevaron a aventurar un origen etimológico de haitz desde harri: “(h)aitz «rocher», probablement de *har(r)itz, comp. (h)arri«pierre»” (Uhlenbeck, 1909, 421). Aunque el intento “[n]o es en modo alguno claro” (Agud & Tovar, 2013, 642) o puede estar implícitamente negado por otros argumentos (p. e., Schuchardt, 1909), una asunción de esencia común en ambos conceptos haitz y harri (sin derivación etimológica de uno en otro) se antoja más que bien establecida en el euskera.
En suma, cabe asumir que la relación semántica entre los términos de haitz y harri debía estar clara en los períodos en los que los términos repasados fueron ideados, y debía de estarlo también en la mente moderna de los hablantes con quienes se atestiguaban y documentaban los términos en los procesos de confección de diccionarios, aunque como equivalencia certera sólo se concretara a nivel regional. Por ello, parece poder generalizarse como perteneciente a la weltanschauungvasca lo siguiente:
Aitz, haitz, harri, oro bat dituzu haukien arabera. Harri handi, mendietako kotorrer (rocher, peña), erraiten ohi zuten beihala aitza, Baigorriko eskualdean (sentencia recogida en OEH, 2015, Haitz)
En consecuencia, cuando el foco analítico se saca de los límites del campo semántico de herramientas cortantes para contrastar las claves del debate, obtenemos que las combinaciones semánticas haitz/harri tienen un amplio alcance que no ha sido contemplado por la hipótesis indoeuropeísta. Se hace difícil asumir que los términos de herramientas cortantes con –(h)ai(t)z- no se refieran a haitzy a harri, cuando muchos otros términos toponímicos y de otro tipo sí consideran la equivalencia. En términos de Trask, si haitz junto con harrioperan etimológicamente en topónimos, e incluso en definiciones, ¿cómo es que no lo hizo en el campo de las herramientas cortantes? ¿Cómo se explican entonces todos estos términos? Deberían haberse explicado las razones para que la teoría de indoeuropeísta fuera completa. Y no debiera hacerse cargado a la teoría paleoeuskérica con la carga de la prueba, dado que la explicación a priori simple y parsimoniosa es que operan de forma análoga.
¿Son incongruentes los términos con –(h)ai(t)z- para instrumentos que nunca fueron de roca o piedra?
Hay una serie de instrumentos que, presumiblemente, nunca fueron de roca o piedra, y que mantienen en euskera el componente –(h)ai(t)z-. Esto sería un importante argumento para indicar que –(h)ai(t)z-no se refiere a haitz, particularmente importante para la postura que hemos calificado aquí como de indoeuropeísmo débil, ejemplificado por Trask (2008). Dicho autor sí admite un significado reducido de haitz como ‘piedra’, y asumiendo que las herramientas paleolíticas son de piedra, busca entonces incoherencias lógicas en términos del campo semántico, para ver si realmente en euskera el componente –(h)ai(t)z-se corresponde con haitz. Y las encuentra en las herramientas basadas en eje que difícilmente serían fabricables en piedra u operarían con tal materia prima: tijeras, tenazas y pinzas (incluyendo cizallas, podaderas y grandes tijeras). Ello le lleva a concluir que haitz, a pesar de poder ser ‘piedra’, no tiene funciones etimológicas en los términos con –(h)ai(t)z-. Tal como concretó:
[A]re stone shears and stone pincers really plausible? (Trask, 2008, 82)
Obviamente, arduo resulta concebir algo como unas ‘tijeras de piedra’. Pero pensemos ahora en este término moderno: ‘pluma estilográfica’. Si lo interpretamos de forma literal, ninguna pluma estilográfica moderna es de pluma, pero las denominamos así. Y la razón es que las plumas estilográficas fueron una actualización de la función de las antiguas plumas de ave. Pues bien, igualmente pudo ocurrir con estos términos aparentemente problemáticos. Las tijeras son una derivación de los cuchillos (con la unión de dos de ellos en un mismo eje) y, por tanto, son muy presumiblemente una actualización de una función antigua de una herramienta básica sí construida con sílex tallado, y para el cual habría ya el término haiztoao alguno parecido. Y más cuando uno de los primeros y más importantes usos de las tijeras debió de ser fue “esquilar ganado”, y como tal se conserva en una acepción vasca (Agud & Tovar, 2013, 648). Así, aiz-tur/art-az-i/gur-aiz-a o, literalmente, ‘tijeras de roca’, no se referiría a su componente, sino a su origen.
Finalmente, a nivel dialéctico, parece que nadie ha notado cómo la crítica de Trask se sustenta en una falacia mereológica mayor de la que critica. Más elaboradamente, su supuesto de que haitz no tiene funciones etimológicas mediante –(h)ai(t)z-implica una crítica de que la hipótesis paleoeuskérica asume como lógica total del campo lo que sólo una mayoría de los casos cumple. El argumento sería “fíjese que –(h)ai(t)z- no se refiere a haitz, veálo en estos casos imposibles”. Pero como la mayor parte de términos referidos a instrumentos cortantes sí se confeccionaron con roca o piedra en el pasado, y Trask construye su criterio sobre este grupo minoritario de casos (“haitz no opera etimológicamente porque hay estos casos en los que no opera”), comete también falacia mereológica, y en este caso más grave al generalizar no una mayoría sino una minoría de los casos. A nivel dialéctico, la crítica es inconsistente. Aunque aquí nos interesa no tanto la validez argumentativa sino lo que realmente ocurrió en la generación de estos términos; así que prosigamos.
Términos relativos a herramientas de roca tallada y/o de piedra: las implicaciones.
En suma, la ausencia de las apuntadas aproximaciones conceptuales e interdisciplinares básicas a la esencia común haitz/harri en los linguistas indoeuropeístas, y la consiguiente intepretación de los términos euskéricos en su propia lógica, parece tener varios marcos posibilitadores insoslayables:
A) Asumir una incongruencia de haitz en los términos de herramientas cortantes responde a un marco cognitivo determinado según el cual las herramientas del paleolítico eran ‘de piedra’, tal como se denomina en los idiomas indoeuropeos actuales a las herramientas del paleolítico, cuando el euskera responde a una lógica más abierta, empírica e histórica.
B) El énfasis en si –(h)ai(t)z-significa ‘piedra’ o no, y en que no lo pueda significar en el caso de las herramientas cortantes, tiene el objetivo de cuadrar las etimologías del euskera con las de los idiomas indoeuropeos.
C) Parece como si los autores indoeuropeístas pensaran la relación ‘roca’/‘piedra’ del paleolítico en términos demasiado aristotélicos y binarios, cuando realmente estos cuerpos físicos comparte precisamente su materia física, y cuabndo los térmubos referidos a ellos comparten una semántica dialéctica fuzzy. Esta semántica fuzzy parece haber sido mucho más claramente advertida para el usuario paleolítico, para el moderno arqueólogo experimental, y para la mente desde la cual se concibió la génesis lingüística implícita en el euskera.
D) Lo anterior implica también un foco de atención ceñido a lo lingüístico, sin atender a la realidad propia de la historia y del estudio de las herramientas cortantes. Un conocimiento más extendido de los registros de la Paleoantropología y de la terminología de disciplinas como la Geomorfología hubiera ayudado a enfocar el problema de manera diferente.
Muy básicamente, los talladores y usuarios paleolíticos y neolíticos podían entender tan bien como nosotros que la piedra tallada en una herramienta provenía del elemento roca, que las piedras no talladas sino pulimentadas también provienen de las masas rocosas, o que, al menos, las piedras pulimentadas están formadas por la misma materia mineral que otras rocas mayores en volumen[15]. En consecuencia, entender los términos haitzo ‘roca’ y harri o ‘piedra’ como referidos a realidades de esencia antagónica o diferente resulta un supuesto difícil de asumir en cualquier aproximación mental sensata a la mente y vivencias paleolíticas y neolíticas. Implica concebir a los homos modernos más como australopitecos de mente animal que como homo sapiens de mente humana.
Pero debe atenderse a la implicación fundamental en lo que se refiere al debate sobre los términos con –(h)ai(t)z-. A la luz de los modernos registros arqueológicos, incluso en el País Vasco, los términos vascos anclados en la lógica de ‘herramientas de roca’ según el componente –(h)ai(t)z- o ‘roca’ se muestran como más adecuados a la realidad histórica prehistórica, y sugieren una antigüedad mayor, más paleolítica, que si hubieran sido concebidos a partir del componente harri o ‘piedra’, sugiriendo un marco referencial más neolítico, como presuponen los lingüistas indoeuropeístas. En la mayor parte de la historia de la humanidad, a pesar de que se denominen en los idiomas indoeuropos como el español o el inglés como herramientas ‘de piedra’, las herramientas cortantes han sido en realidad mayormente ‘de roca’.
En estos sentidos, las disquisiciones en torno a que -aitz-esté referido a ‘piedra’ carecen de significación empírica, y parecen deberse a ejercicios de Lingüística demasiado ceñidos a la propia especialidad, descuidando el trabajo transdisciplinar, y asumiendo términos modernos (indoeuropeos, con un marco referencial más bien neolítico) sin atender al contraste histórico de las lógicas derivadas de otro idioma (el euskera, con un referente más bien paleolítico). El equívoco puede provenir de que la pulimentación (en ‘la piedra’) requería hasta 50 veces más tiempo de trabajo que el tallado (de ‘la piedra’ desde ‘la roca’) (Risch & Martínez Fernández, 2008, 48), y de ahí los términos indoeuropeos basados en ‘piedra’ más que en ‘roca’. Pero resulta difícil concebir que una sociedad inmersa en ambas fases del proceso productivo olvidara la esencia común de ambos inputs, o que no la pudiera considerar al originar los términos asociados a dicho proceso, como en el caso vasco.
En suma, incluso en los casos aparentemente más anómalos, el monema -(h)ai(t)z- en las herramientas cortantes no sólo no es una contradicción, sino que apoya aún más la antigüedad paleolítica (y no neolítica) del euskera. Los lingüístas indoeuropeistas asumen que a) las herramientas cortantes son ‘de piedra’, tal como se denominan en los idiomas indoeuropeos; y b) si el euskera no denomina a dichas herramientas como ‘de piedra’ entonces no corresponde a dichas épocas históricas. Pero, en realidad, las herramientas cortantes prehistóricas de la mayor parte de la historia de la humanidad son, si se quiere ver este asunto de forma literal, ‘de roca’ (tallada), y no de ‘piedra’ (pulida); e incluso las de ‘piedra’ (pulida) partían normalmente de la ‘roca’ (tallada).
Por decirlo directamente, cuando (Gorostiaga, 1958, 61) afirmó que “aitz no es propiamente ‘piedra suelta’, sino ‘bloque, peñasco’”, no consideró que las ‘piedras sueltas’ con que se fabricaban las herramientas (cuyos términos tienen aitz-) se desgajaban en lascas de los ‘bloques, peñascos’; y que los hablantes que idearon los términos y sus significados pudieron haber tenido más conocimiento de campo que el suyo al interpretarlos.
2. ¿HAIZKORA PROVIENE DE HAITZO DE ‘ASCI’?
2.1 ¿SI HAITZ VIENE DE ‘ASCI’, DE DÓNDE VIENE ‘ASCI’? ETIMOLOGÍAS INDOEUROPEÍSTAS.
Etimología de aizkora/haizkora.
La visión indoeuropeísta se basa en la supuesta claridad etimológica de una ‘teoría-asci del término haizkora’ afianzada por Gorostiaga (1958; 1982), aunque indicada por él mismo que ya ha sido «anteriormente propuesta». Reprocha a la teoría haitz el formar parte de las “elucubraciones fantásticas” sobre el euskara, y a continuación lo explica así:
Haizkora. (…) Deriva sencillamente del latin asciola con metátesis aiscola, de ascia,‘hacha’. Es, en fin, como el español ‘azuela’. Igualmente aitzur ‘azada’, sería como el español, otro derivado de ascia/asciata, ‘azada’. (Gorostiaga, 1958, 61)
A la postre, su convencimiento no se debilitaría un ápice en veinticuatro años:
AIZKORA «hacha», instrumento prehistórico, no tiene que ver con AIZ/AITZ «roca», sino que proviene del latín ASCIOLA, cf. español AZUELA, lo mismo que AITZUR «azada». (Gorostiaga, 1982, 128)
Cuando Gorostiaga (1958) comentaba que su etimología ya ha sido “anteriormente propuesta” se refería probablemente a Busca Isusi (1955), que poco antes había apuntado precisamente eso, en un capítulo de libro dedicado al hacha vasca, para el debate sobre haitz :
[T]an lícito es suponer la palabra aizkora derivada de aitz, como suponerla procedente del latín asciola (Busca Isusi, 1955, 84)
Independientemente de cuál es el primer antecedente en la literatura académica vasca, a partir de Gorostiaga (1958) la ortodoxia de la vascología se alineará con esta interpretación; veamos algunos ejemplos:
haizkora<asciola (Igartua, 2011, 907).
(h)aizkora “ax” (B [askóra]) (…) may derive from Lat. Asciola (see Michelena 1977) in spite of its apparent formal relation to other Basque words such as aizto «knife», aitzur«hoe», aiztur «shears», etc. (Lakarra, 1995, 190)
Gorostiaga (1958, 61) puede tener razón al pensar como origen en lat. asciola, con metátesis (OEH, 2015, Aizkora).
Obérvese que nunca se ha encontrado documentación ni atestiguamiento del préstamo ‘asciola’> haizkorapropuesto por Busca Isusi (1955) y Gorostiaga (1958), ni tampoco de la implicada evolución ‘asciola’>*azkola>haizkorapropuesta por Trask (2008, 83). Por ello, resulta asombroso que los tonos condicionales y posibilistas de los escritos académicos como “may derive”, “puede tener razón”, etc. pasen luego en el debate social a afirmaciones tajantes no matizadas (las cursivas son mías):
[a]izkoraz, aizto, aiztur eta horrelako (…) fantasia zaharkitu horiek behin eta berriro errepikatzen segitu nahi duten arren (…) Mitxelena bezalako pertsona serioek, adibidez, ez zituzten behin ere aipatu (Kintana, 2011-06-23).
Nothing (…) further from the truth [than] the hypothesis that makes Basque a Stone Age language. (Lourdes Auzmendi, viceconsejera de Política Lingüística, en J.M.Y, 2012)
Etimología del campo semántico: extensión o no de la teoria ‘asciola’ en la interpretacion de -aitz-.
Si aizkora proviene del latín asciola, lo normal hubiera sido que el resto de herramientas cortantes con monema aitztambién provinieran de términos del latín, dado que el hacha de mano parece ser la herramienta más importante o usada, o al menos, la más prototípica del conjunto. Por ejemplo, tanto en el debate social como en el campo académico lingüistas actuales se inclinan por tal extensión:
aizkora eta aldaeren etimologiarekin (…) aizto, aitzur, aiztur, etab. bezala, haitz-en eratorri iruditu arren, lat. asciola(cf. FHV) jatorria asebetekoa dugu (Lakarra, 1998, 48).
aitzur, aizkora, aizto, aiztur bezalako hitz[a]k (…) bai bertoko eta bai atzerriko beste hizkuntzalari batzuek ere, berba horiek segurenik latinetik helduriko mailegu zaharrak zirela irakatsi ziguten (Kintana, 2011-2-19).
En las referencias académicas no hemos encontrado los supuestos orígenes desde el protoindoeuropeo (pie) vía latin, pero la evolución sería:
(vasco) –ai(t)z- < (pie) *agw(e)s- / *aks- [18]
Por su parte Trask (2008), que como hemos visto asume algún sentido de –(h)ai(t)z- como ‘piedra’, representa a aquellos que separan la etimología latina de haizkora del resto de resto de términos –(h)ai(t)z-, por estar más clara, y no pasan a aventurar orígenes protoindoeuropeos comunes para todo el campo semántico:
Several Basque tool-names look as if they might be built upon haitz (…) [b]ut the similar-looking haizkora `ax’ is almost certainly a loan from Latin asciola ‘hatchet’. (Trask, 1997b)[19]
En todo caso, debería deducirse entonces que la similaridad fonética entre la componente -(h)ai(t)z-en los términos de herramientas cortantes y el término haitz o ‘roca’ es simple casualidad, una homonimia aleatoria en la dinámica lingüística del vasco. Para finalizar, existen otras posibles lecturas sobre el origen de aizkora, pero las posiciones sobre los términos de herramientas cortantes en euskera se reducen casi totalmente a esta paleouskérica y las indoeuropeístas.[20]
2.2 PROBLEMAS DE LAS ETIMOLOGÍAS LATINAS Y PROTOINDOEUROPEAS.
La etimología de haizkorapropuesta por Gorostiaga (1958, 61) se basa en la similaridad haizkora/asciola, lo que le lleva a postular el préstamo y la metátesis implicada. Para el resto de términos de herramientas cortantes, en la solución Lakarra-Kintana (Lakarra, 1998, 48; Kintana, 2011-2-19), todo el campo habrían sido préstamos del latín. Y en la solución o, mejor dicho, no-solución de Trask (2008, 82 y 83), se desligan el origen de haizkora y los orígenes del resto de términos, pero estos últimos quedan sin explicar.
En todo caso, si todos los términos con –(h)ai(t)z- provienen del latín debería explicarse porqué la similaridad fonética entre los términos –(h)ai(t)z-con respecto a ese monema no se da en latín, si al final todos los términos fueron importados de ese idioma, o simplemente por qué se da, independientemente de lo que ocurra en el resto de idiomas europeos. Habría que explicar la curiosidad de que el monema ‘asc-’ del término ‘asci’ (‘ax, asciola, securis’ son formas latinas para ‘hacha’ o haizkora) [21]no se da en el resto de denominaciones latinas, como sí se da en el euskera que supuestamente los importó: ‘ligo, bidentis’ para ‘azada’ o aitzurra; ‘ferro, culter, novacula’ para ‘cuchillo’ o aiztoa; ‘dola tibi’ para ‘cincel’ o zulakaitza; ‘auge’ para ‘flecha’ o azkona; además de otros relacionados como ‘bin, fossa, lacus’ para ‘bandeja’ o azpila, etc. (Larrabe, 2011).
Consideremos algunas posibilidades. Por ejemplo, si el euskera importó a estos términos del latín, cabría explicar la pérdida o el cambio de los términos en latín por dinámica histórica, habiéndolos conservado el euskera. Pero, en este caso, ¿por qué este idioma fue cambiándolos con tanta tasa de variabilidad, mientras el euskara los mantenía con una mucho menor? Es decir, que este supuesto acarrearía problemas acaso mayores para la actual vascología ortodoxa, porque implicaría una muestra muy prominente de la estabilidad del euskera respecto a otros idiomas, algo radicalmente negado por algunos de sus máximos representantes (Kintana, 2011-06-23).
En un caso u otro, gran desafío teórico implica explicar que, careciendo las palabras del latín de un monema conjunto en estos términos (sea en origen o por evolución), de pronto el euskera llegara a ello para todos los préstamos importados de él (sea por mantenimiento del origen latino o por evolución a ello cuando el latín no la experimentó).
Y si el euskera no importó estos términos del latín, y además no se refieren a haitz como su componente –(h)ai(t)z- sugiere, volvemos al problema de partida: ¿cómo surgieron esas asombrosas homonimias conjuntas pero aleatorias en los términos del campo semántico euskérico de las herramientas cortantes, ya que se niega el origen de haitz o ‘roca’? La necesidad explicativa permanece. Y además, cualquier explicación debería considerar un universo amplio, no uno tan reducido a aizkora y a otras herramientas cortantes con –(h)ai(t)z-. Si no provienen de haitzpor estar confeccionados con materia prima mineral, ¿cómo explicar las equivalencias con los topónimos de formaciones minerales tipo Atxarte, Atxuri, Udalaitz, Untzillaitz, etc.?
Una visión radicalmente indoeuropeísta postularía que el monema vasco –(h)ai(t)z- de la herramientas cortantes proviene junto con el aiz de aizkora del latín ‘asciola’ o de algún protindoeuropeo tipo ‘*agw(e)s-’. Pero entonces, ¿por qué esta homonimia entre hacha, herramientas cortantes y toponimia no se da en tal medida en el resto de idiomas indoeuropeos? Volvemos a problemas para la coherencia entre teorías de esta visión. Al abrir el universo de discurso, las necesidades explicativas se multiplican. Pues esta equivalencia no ocurre en el resto de idiomas indoeuropeos, resultando asombroso que el único idioma no indoeuropeo conservado en Europa occidental sea precisamente el que tuvo esta gran influencia del latín, que incluso el propio latín y otros idiomas indoeuropeos no tuvieron o no mantuvieron[22].
A nada que se ahonda, implicaciones de universo de discurso y de consistencia que se antojan arduas para conseguir una teoría completa. Y mientras, las explicaciones van alejándose cada vez más de la explicación más sencilla, económica y productiva, la que asume un sentido común de hablante sin la necesidad de cuadrar un amplio abanico de términos vascos al supuesto de un préstamo concreto del latín, el de ‘asciola’, nunca atestiguado ni documentado.
Un ejemplo de lo poco intuitivo de esta vía explicativa queda manifestada por una azarosa concreción evolutiva a realizar de dichos términos, tanto si vienen de la raíz ‘asci’ (en la sugerencia de Lakarra, 1998, 48) como si vienen de los diversos términos latinos (en la sugerencia de Kintana, 2011-2-19). Tal como advierte una crítica al segundo caso:
[P]entsatu behar dut, zure iritziz, «aitzur» berba latinezko «ligo»tik datorrenez, hauxe izan zela bilakaera: ligo -> ligour -> litxour -> litzur -> aitzur? Edo beste hau: «aizto», zure iritziz»“culter»tik datorrenez, hauxe izango zen bilakaera: culter -> cuzter -> cuztor -> uztor -> aiztor -> aizto?? (Larrabe, 2011)
Puede que alguna intuición relacionada con estos problemas llevaran, como decíamos, a que Trask (2008, 82 y 83) presentara esa versión diferente basada en a) haizkora proviene del latín; y b) los términos –(h)ai(t)z- tienen un origen diferente al de haizkora; pero c) no se localiza ese origen diferente ya sea en el latín o en otra lengua. Sin embargo, como proponemos ahora, la completitud de la teoría no sólo exige c), sino otras diversas implicaciones de grave dificultad predecible.
3. ¿LA NASALIZACIÓN RONCALESA APOYA A HAITZ O A ‘ASCI’?
El tercer agumento de la teoría indoeuropeísta sobre el componente –(h)ai(t)z- de las herramientas cortantes es la existencia atestiguada de una nasalización en el dialecto roncalés, por desgracia perdido en una época tan reciente como el siglo XX, con la muerte de su última hablante. Una cuidadosa disección de cómo se ha generado históricamente este argumento, y cómo se sustenta en la actualidad, arroja resultados inesperados.
3.1 EL PAPEL DE LA NASALIZACIÓN RONCALESA.
Que el componente -aitz- de los restantes términos no tienen que ver con haitz o ‘roca’ suele retrotraerse a Mitxelena (1949), según el cual haitzprovendría de un hipotético ahitz previo, y este a su vez de anitz, es decir, haitz < *ahitz < *anitz. Ello se debería a…
la presencia en roncalés de una nasalización en varios de ellos: ainzter <<tijeras grandes>>, ainzterto<<tijeretas>>, ainzto <<cuchillo>>, ainztur<<tenazas>>. Hay que añadir fuera del Roncal (h)aintzur, que con la variante antxur (o altxur, cfr. aldamio, <<andamio>>) tiene mayor extensión que la que Azkue le señala. Es decir que estas voces podemos admitir como probable un primer elemento *ani(t)z- o *ane(t)z. (Michelena, 1949, 211)
Este hecho es actualmente considerado como indicio a favor de una lectura indoeuropeísta del campo; por ejemplo, dice Trask:
Some of the forms [put into question] suggest a possible reconstruction *anetz, by P1. (Trask, 2008, 82)
haizkora (…) The possibility that *(h)aitz- {v. infra} is the same item suggests a reconstruction *anetz, by P1, but this is far from certain. (Trask, 2008, 83) [23]
Y apoya Gorrochategui:
La unión de todas estas palabras en una serie es probablemente abusiva, ya que aizkora puede explicarse perfectamente a partir del latín asciola y aizto, con diptongo nasalizado en dialecto roncalés, debe remontar a una forma anterior *anizto (Gorrochategui, 2002, 58).
Cuesta encontrar la razón de por qué ello supondría un problema para la visión paleoeuskérica, pero la hallamos en Trask (1997a, 289-91). Recuerda que la teoría haitz es vista con recelo al poder ser aizkoraidentificado como préstamo de asciola, y a que, históricamente, la raíz de los términos restantes se basan en el ainz-roncalés, que es conocido por su preservación de las nasales históricas. Recuerda también que de las formas documentadas roncalesas antzur, ainzter, aintzur y ainzto, se reconstruye de la raíz *ani(t)z o *ane(t)z. No obstante, y aquí parece hallarse la nueva aportación, no hay rastros de una nasal en el Roncalés aitz o ‘roca’. El autor concreta finalmente qué es lo que debiera haberse encontrado:
The word (h)aitz (…) is aitz in Roncalese as in elsewhere, and no such form as *(h)aintz is attested for the meaning ‘stone’ (1997a, 289).
En consecuencia, las componentes ainz- del roncalés, y supuestamente del euskara antiguo, no corresponden a haitz porque no se encuentra (h)aintzen dicho dialecto.
3.2 LA SUPUESTA CLAVE DE LA NASALIZACIÓN Y EL ROL DE LA H.
Como hemos apuntado, una cuidadosa atención al argumento de que la hipótesis *anitz o *anetz de Michelena en el contexto de la nasalización roncalesa implica un problema para el paleouskerismo arroja resultados asombrosos. Analizaremos este aspecto de la teoría en tres aspectos de consistencia: la coherencia en el rol teórico (desde su ideación hasta su interpretación actual), la coherencia lógica (de sus propios argumentos), y la coherencia teórica (en la visión global de la tesis indoeuropeísta).
La nasalización roncalesa, de paleoeuskerista a indoeuropeísta sin que nadie lo contraste.
Acudir a los primeros antecedentes de una teoría para entenderla de manera adecuada es una de las bases de la interpretación científica, y en el caso de ‘la nasalización roncalesa como argumento en contra del paleouskerismo’ nos lleva a una constatación inesperada. En su primer acercamiento al tema, a Michelena (1949) no le convencía del todo ninguna de las dos teorías, ni la paleouskérica o haitz ni la indoeuropeista o ‘ascia’, pero le convencía más la primera:
No hay naturalmente seguridad de que en aitzur, aiztur, etc. entre aitz como componente (…); en todo caso, su aproximación a lat. lascia, etc. no parece tener ninguna solidez. (Michelena, 1949, 211)
Posteriormente Mitxelena (1977), tras considerar a Gorostiaga (1958), declara sus sus nuevas preferencias (con una nota a pie de página en otro asunto):
propone Gorostiaga [que aizkora] procede del lat. asciola(<*aiscóla), explicación que me parece preferible a todas las que hasta ahora se han presentado. (Mitxelena, 1977, 319)
El apunte no parece tener en principio especial relevancia; cualquier cambio de opinión es respetable, y más si han pasado casi treinta años. Ahora bien, sí la tiene en el asunto que ahora tratamos. La teoría aitz-<*anitzse realizó no en el marco de esta segunda opinión tipo ‘pro-asciola’, sino en la primera tipo ‘más bien pro-haitz’. Es decir, que el argumento que los lingüistas vascos modernos aluden actualmente como favorecedor de la teoría ‘asciola’, en realidad argumentaba la teoría haitz en su propia génesis. Por si cupieran dudas, Michelena lo había explicitado con claridad:
Lo que quiero señalar es que, en el caso de que se trate de derivados de aitz o, por lo menos, de vocablos emparentados entre sí, resulta interesante la presencia en roncalés de una nasalización (…) [En] estas voces podemos admitir como probable un primer elemento *ani(t)z- o *ane(t)z [que] sería también la forma anterior de aitz, atx, haitz<<peña, piedra>> (Michelena, 1949, 211) [24]
¿Cómo un hipotético *ani(t)zcomo “forma anterior de aitz, atx, haitz <<peña, piedra>>”, en un contexto argumentativo de ‘ninguna solidez’ (sic) otorgada a la teoría ‘asciola’,y ‘no seguridad pero sí posibilidad’ otorgada a la teoría aitz, acabó deviniendo en un apunte que se supone apoya sin mayor problema la teoría ‘asciola’? Probablemente los lingüistas atendieron a la última visión sobre aizkora de Mitxelena (1977) y supusieron que su comentario sobre la nasalización roncalesa apoyaba una lectura de los vocablos con -aitz- en la misma línea cuando, originariamente, argumentaba o apoyaba la teoría contraria.
Obsérvese también cómo Gorostiaga (1958) no se refirió a la nasalización roncalesa que Michelena (1949, 211) proponía en su primer acercamiento, a pesar de que, como hemos propuesto, es casi seguro que lo leyera y tuviera en cuenta su definición. Probablemente se deba a que, en esta fecha temprana, Gorostiaga simplemente no pudo tener esta confusión; Michelena todavía no se había decantado o manifestado por la teoría ‘ascia’. Así se entiende mejor que Gorostiaga eludiera cualquier comentario al respecto.
Finalmente, parece que Mitxelena no aludió posteriormente a ello ni argumentó que, de repente, la nasalización roncalesa pasara a apoyar que *ane(t)z no era la forma anterior de aitz o ‘peña, piedra’. Pero los lingüistas ortodoxos posteriores lo asumieron así, dado que Michelena se había ya declarado ‘pro-asci’. Y, hasta el momento, nadie parece haberse ocupado de este matiz. En consecuencia, la completitud de la teoría ‘asciola’ requiere solventar un desafío adicional: cómo una teoría de ‘nasalización roncalesa como vestigio de una nasalización generalizada antigua’ pasó, de apoyar “preferible[mente]” la teoría haitz, a apoyar sin ambages la teoría asciola contraria, siendo ambas –según la visión indoeuropeísta- completamente excluyentes[25].
El no atestiguamiento de *ani(t)z como crítica al paleoeuskerismo no parece consistente.
No sabemos si Trask se percató de que Michelena (1949, 211) propuso a *ani(t)z como argumento ‘más bien pro-haitz’ que ‘pro-asci’, pero concretó su rol como ‘pro-asci’ y como problema para la visión paleoeuskérica (en 1997a, 289-91). Y parece ser este argumento el que los demás (Gorrochategui, Kintana, etc.) asumen en sus comentarios. La crítica básica es, como hemos apuntado, “there are no traces of such a nasal in the word haitz‘rock’” (p. 289), y puede traducirse coloquialmente como sigue: “bien, Michelena supuso a *ani(t)z como origen no problemático de haitz, pero si no lo vemos en el roncalés (que tomamos como modelo para reconstruir las formas antiguas del euskera) debe de significar que nunca existió; por tanto, las formas –(h)ai(t)z- no vienen de haitz y deben tener otro origen y significado diferente”.
Ahora bien, el no atestiguamiento de esta nasal en el aitz roncalés ¿implica una objeción al paleoeuskerismo consistente con el resto de argumentos de la visión indoeuropeísta? Pues dicha visión parte de un supuesto préstamos aizkora<‘asciola’ con forma intermedia *aizkola; y ni el préstamo ni la forma intermedia han sido nunca atestiguados. A pesar de ello, la ausencia de estas evidencias, incluso en lo que es el argumento inicial de la teoría, no se ha visto nunca como carencia.
El mismo Trask no tiene reparos en decir que aizkora “is a transparent loan” de ‘asciola’ (p. 289)en base a otros paralelos en otros términos (del paso de la l a la r implicado por ‘aiscola’ >aizkora,y del diptongo ai de la primera sílaba). Pero de la misma forma podrían haberse entendido las formas atestiguadas antzur, ainzter, aintzur and ainzto como paralelos asumibles de ese aintz no atestiguado en el roncalés aitz. Así que todo parte de una opción argumentativa muy arbitraria, y acaba resultando tremendamente subjetivo. Parece que, ‘sí o sí’, se pretende cuadrar la teoría ‘asci’ asumida para aizkora con el resto de términos de herramientas cortantes, y eso implica eliminar para esos otros términos con –(h)ai(t)z- un posible origen desde haitz.
Por ejemplo, Trask plantea además que “perhaps this word [aizkora] was contaminated by the other tool names” (p. 289)para explicar el diptongo ai (tras la supuesta metátesis desde ‘asci’). Pero si hay la posibilidad (“perhaps”) de esa contaminación, necesariamente hay también la posibilidad de que no la haya. Y tendríamos así que la presencia de aitzo ‘roca’ junto con términos con –aintz-, en roncalés, pudo darse en un contexto de ausencia de contaminación mutua, y con ello se hace consistente un origen de haitzpara –(h)ai(t)z- a pesar del no atestiguamiento de aintz o ‘roca’ en dicho dialecto. Algo perfectamente posible cuando Arbelaiz, tras su repaso a las etimologías vascas de Michelena, sintetiza que
Podría suponerse que la aspiración que hubiera podido conservarse, se perdió en alguno de los derivados, precisamente a causa de su longitud, y se extendió luego por analogía a (h)aitz. Aquí podría extenderse también la explicación de la divergencia dialectal en cuanto a su h-” (Arbelaiz, 1978, 26)
Fuera por influencia del derivado aizkora o no, puede que haitzperdiera la nasalización antes que los términos con –(h)ai(t)z-. Y ello parece presumible dado el resto de teorías de la visión indoeuropeísta, como veremos a continuación. El criterio de coherencia de las diferentes teorías dentro de una misma visión nos da una solución a lo anterior, pero quizás no necesariamente a favor de la tesis indoeuropeísta. Se refiere a la otra coherencia exigible a la teoría de una visión científica; no la argumentativa sino en relación con el resto de las teorías de dicha visión.
Haitz debó de perder la nasalización antes que los términos con –(h)ai(t)z-.
Si pretendemos reconstruir cómo pudo haitz formarse hasta sus formas actuales, tenemos una guía en el aspecto de la reconstrucción histórica que Lakarra (2006, ap. 7.4) comenzó, y que luego (en 2009, 219) describió más detalladamente. Su tesis es que:
/h/-aren balio etimologikoaz, (…) hainbat h- (bai maileguetan baina baita jatorriko lexikoan ere) ez hitz hasieran baizik eta bokalartean /n/ batetik —noiz 2. silabaren hasieran, noiz 3.ekoan— sortuak dir[a], eta horrenbestez etimologikoak [dira]. (…) h- horiek barneko kokagune horretatik ezker muturrerako bidean izan [dute] (Lakarra, 2009, 211)
Y en este contexto interpreta Lakarra que la historia del término euskara es la siguiente:
Adicionalmente, afirma que
Haitz ere talde horretan kokatu beharko genuke (…) Mitxelenaren hezur < *enazur, haitz < *ani(t)z/*ane(t)z eta Irigoienen heuskara < *enuskara [taldean] (Lakarra, 2009, 217-219)[27].
En consecuencia, la reconstrucción de haitz (por analogía con el caso euskara < *enunskara) sería (aunque el autor no la detalla):
aitz < haitz <*ahitz < *ani(t)z.
Obtenemos así que, según Trask (1997a, 289-91) no hay ‘restos’ de *ani(t)z en el roncalés, pero es perfectamente reconstruible según Lakarra (2009). Incluso llega este último autor a valorar que la reconstrucción *ani(t)z / *ane(t)z de Mitxelena parece reflejar su teoría sobre el valor etimológico de la h “beste inon baino garbiago (…) inongo analogiaren beharrik gabe” (p. 219). La coherencia de esta red de teorías parece bien apuntalada en esta vertiente.
Ahora bien, si el *ani(t)z que Michelena (1949, 211) propuso, y sobre el cual Trask (1997a, 289-91)se queja de que no hay restos atestiguados, es el mismo que se recontruye para haitz siguiendo el sistema reconstructivo de Lakarra (2006; 2009), entonces el término haitz o ‘roca’ y los términos de herramientas cortantes con –(h)ai(t)z-quedan ligados con el *ani(t)z que antecedería a todos ellos, estando fonológicamente y etimológicamente relacionados según la propia teoría de las nasales históricas y su extensión al glotónimo euskara. Y eso implica que, nuevamente, las herramientas prehistóricas deberían entenderse más como ‘herramientas de roca (tallada)’, en una terminología paleoeuskérica, y no exclusivamente como ‘de piedra’, en una terminología indoeuropea.
La nasalización roncalesa, lo mismo paleoeuskerista que indoeuropeísta.
La nasalización roncalesa ha sido el tercer argumento básico utilizado por la visión indoeuropeísta de la vascología moderna, pero lo mismo puede ser entendida como argumento paleoeuskerista que indoeuropeísta.
Es un argumento paleoeuskerista en el sentido indicado por el autor que lo trajo a la palestra, Michelena (1949). Las nasales roncalesas son interpretadas como un arcaísmo, y según tal arcaísmo cabe reconstruir un *anitzdel cual se dedujo haitz, y que relaciona a este término haitz con los términos con –(h)ai(t)z-. Y esa relación es apoyada por el sistema reconstructivo de Lakarra (2006; 2009), del cual *anitz sería un ejemplo casi canónico.
Es un argumento indoeuropeísta en el sentido indicado por Trask (1997a). Si no vemos ese *anitz en el aitz del dialecto roncalés, significa que nunca estuvo ahí y, por tanto, no hay relación de las herramientas cortantes (que sí conservan la nasalización) con haitz (que no la conserva).
Es difícil inclinar la balanza a un lado u otro, porque Trask mismo basa sus argumentos
a) en paralelos, pero lo mismo hace Michelena;
b) en su asumida “transparencia” del préstamo ‘asciola’>aizkora, pero lo mismo cabe decir del *anitz de Michelena, sobre todo en el esquema de Lakarra y su “beste inon baino garbiago”; y
c) en un “perhaps” para plantear posibilidades favorables, pero que lo mismo vale para argumentar las posibilidades contrarias.
Al final, el papel de la nasalización roncalesa no dirime nada, y acaba siendo una cuestión de gustos o, si se prefiere, de concisiones microanalíticas que difícilmente solventan globalidades.
4. RENOVACIONES PALEOEUSKÉRICAS, Y UNA VALORACIÓN CIENTÍFICA DEL DEBATE.
La visión predominante sobre el componente –(h)ai(t)z- en los términos de herramientas cortantes del euskera ha variado desde una intepretación paleoeuskérica según la cual esta componente es euskérica y prehistórica, a una visión indoeuropeísta según la cual es indoeuropea y no prehistórica o no más antigua que en los idiomas indoeuropeos. Este último apartado sostiene que, a partir de modernas visiones paleoeuskéricas como la Teoría del Sustrato Vascónico del Theo Vennemann (2005; 1994) y la Teoría del Sustrato Común Paleoeuropeode Roslyn M. Frank (2014; 1980), cabe un paso adelante en las hipótesis sobre –(h)ai(t)z- y proponer ya no sólo una explicación de los términos euskéricos, sino también de los términos indoeuropeos.
4.1 PALEO-EUSKERISMO ACTUAL.
Dos visiones lingüísticas recientes afirman, cada cual en diferentes ámbitos de la lingüística, según diferentes metodologías, y para diferentes épocas, que el euskera guarda claves de la época paleolítica europea que trascienden a su actual localización en los Pirineos Occidentales y que pueden ayudar a entender mejor los idiomas europeos actuales. Son la Teoría del Sustrato Vascónico de Theo Vennemann (2005; 1994) y la Teoría del Sustrato Común Paleoeuropeo de Roslyn M. Frank (2014; 1980).
La Teoría del Sustrato Vascónico sugiere que las lenguas vascónicas estuvieron una vez extendidas por el continente europeo, tras ser extendidas desde el refugio pirenaico en la última glaciación. Y de dichas lenguas vascónicas descendería el euskera. Es la propuesta del lingüista alemán Theo Vennemann (Vennemann, 2005; 2003a; 1994; Bammesberger, Vennemann, Bieswanger, & Grzega, 2003; en versión divulgativa Vennemann, 2003b; Hamel & Vennemann, 2003) y adelantada por el lingüista finlandés Kalevi Wiik (1999). En el contexto de otras aportaciones, las lenguas vascónicas serían con el tiempo reemplazadas por las lenguas indoeuropeas, pero quedarían como reliquias el euskera, diversos topónimos (como ríos y lugares) en la Europa Central y Occidental que se pueden explicar a través de esta lengua, el sistema vigesimal en euskera, lenguas celtas, francés y danés, etc.
La Teoría del Sustrato Común Paleoeuropeo propone un muy antiguo sustrato común del euskera y los idiomas indoeuropeos. Es decir, que de una base idiomática común europea presumiblemente extensa, una estructura de pre-Proto-Indo-Europeo o PPIE (que quizás no tuviera todas las características para diferenciarla como idioma o familia estándar), habrían tomado forma tanto los idiomas indoeuropeos (vía Proto-Indo-Europeo o PIE) como el euskera (vía Proto-Euskera o PEu). La teoría está siendo formalizada actualmente por la lingüista estadounidense Roslyn M. Frank, que se halla configurando esa estructura de pre-Proto-Indo-Europeo o PPIE al agregar más semejanzas entre el euskera y lenguas indoeuropeas (Frank, 2014) a una previa constatación de campos morfo-semánticos y elementos morfo-sintácticos comunes (Frank, 1980)[28].
4.2 EL ORIGEN PALEOEUSKÉRICO DE LOS TÉRMINOS INDOEUROPEOS.
El paleoeuskerismo de los siglos XIX y XX se centró en explicar los términos con –(h)ai(t)z-del euskera, pero careció tanto de una crítica sistemática a la visión indoeuropeísta (que luego se adueñaría de la moderna vascología), como de nuevas hipótesis para explicar términos protovascos y también protoindoeuropeos. Concretando, se trata de valorar si es posible o probable que…
…un antiguo y amplio vascónico de Europa occidental, en la formulación de Vennemann, o algún sustrato más amplio y antiguo paleoeuropeo, en la versión de Frank,
…influenciara con sus términos *aitz, *atz, *atx, *axk e incluso con *aks o *ask,
…a los extendidos monemas ‘ach’, ‘az’, y ‘ax’ de los actuales idiomas indoeuropeos,
…y a los –aitz-, -atx- y –axk- del euskera moderno, donde se habría mantenido con mayor extensión en el campo semántico.
La explicación paleoeuskérica cumple mejor el criterio de simplicidad o parsimonia.
El primer argumento de Trask (en 2008, 82) para negar la hipótesis paleouskérica resulta algo chocante: “why should a tool-name be based on the name of the material it is made from?”. La contestación obvia sería un simple y directo ‘más bien, ¿por qué no?’ Pues resulta obvio que hacerlo así tiene una virtud definitoria (al atenderse en la denominación del instrumento a su esencia y origen materiales) y nemotécnica (por lo anterior y enmarcarse además en un taxonomía junto a otros instrumentos de la misma clase, como Rosch, 1973; 1978 sistematizó). En este sentido, si a la roca se le llamaba en el paleolítico algo como /ach/, sería normal que a la roca tallada como herramienta se le llamara también /ach/, y que al agregársele accesorios esto se correspondiera a nivel linguístico con que /ach/ pase a ser un monema constitutivo del término, tal como la roca tallada pasa a ser un elemento constitutivo de la nueva herramienta[29].
Por otra parte, si se da la presencia en una gran cantidad de idiomas indoeuropeos de un monema literalmente idéntico a /ach/ o muy parecido en la denominación, y una presencia más extensa y coherente en otro idioma como el euskera moderno, el modelo de base y de partida para las explicaciones científicas, pendiente de ulteriores contrastes, debería ser este último, porque satisface en medida más clara o ‘pura’ el problema a explicar, es decir, con las variables científicas a considerar más absolutas (respecto al universo de discurso) o ‘aisladas’.
En tercer lugar, y como también es obvio, en ciencia se acude primero a los hechos constatados, y sólo en su defecto a conceptos explicativos no constatados. Con el euskara tenemos un fenómeno lingüístico empíricamente vivo, y las explicaciones científicas basadas en ello pueden recurrir a dinámicas reales, no a una globalidad hipotética de un supuesto idioma ancestral como el protoindoeuropeo.
Estas anotaciones en el debate tienen como trasfondo un importante criterio científico, el de simplicidad explicativa, también denominada ‘de parsimonia’ o ‘Navaja de Ockham’, según el cual debe eludirse cualquier “aparato ontológico superfluo” en la confianza de que la naturaleza funciona de la manera más simple posible (Baker, 2013). Es por ello que en ciencia se priorizan explicaciones intuitivas (incluso con el extremo de la serendipia, veáse Roberts, 2004); ‘puras’ o con el aislamiento variables científicas para modelizar los estados empíricos (como persiguen los experimentos mentales, incluidos los clásicos de Galileo, Einstein o Schrödinger, véase Sorensen, 1992; Horowitz & Massey, 1991; Kühne, 2005); y con la empiria, obviamente, como primer referente (como ya indicaban los antecedentes de Ockham, 1495, i, dist.27, qu.2, K; y Poncius, 1639).
El criterio de simplicidad y parsimonia es importante en los debates científicos porque indica sobre qué teoría recae la carga de la prueba, que es obviamente la ue no se corresponde con el criterio. La explicación más parsimoniosa se asume como inicio analítico por defecto, y la hipótesis que rompe la simplicidad explicativa es la que debe aportar las razones para ello. Por ejemplo, en el debate sobre la nasalización roncalesa, el no atestiguamiento de *anitz, como propone Trask, no puede ser la razón para desestimar la hipótesis más simple[30], sino que debe agregar las razones ulteriores para ello[31].
Veamos si efectivamente lo presumible y parsimonioso, las explicaciones desde el euskara actual, permanecen como tales tras un primer contraste. Ejemplos de términos indoeuropeos para las dos herramientas quizás más básicas de la vida paleoeuropea, el hacha y la azuela (según Risch & Martínez Fernández, 2008), son los siguientes:
Para vasco haizkora/axkora: latín asciola; portugués mACHado; español hACHa y mACHete; inglés AX, AXe; italiano AScia; alemán AXt; sajón antigo ACHus y AKus; francés AXa.
Para vasco aitzur/atxur: inglés ADZ, ADZE; español AZuela. Para azada, español AZada. ____ Aparte, hay otros posibles casos, como el guanche *mAXido para ‘espada, cuchillo’
Todo ello se explica desde el paleoeuskarismo en dos pasos:
. Se da una cercanía fonética en una componente de los diversos términos indoeuropeos y en la componente del vasco –(h)ai(t)z-.
. El vasco –(h)ai(t)z- se explica de una manera directa y simple como reflejo semántico de significado de haitz.
Desde un criterio centrado en el euskara –(h)ai(t)z-, es normal suponer que los monemas ‘ach’, ‘ax’ o ‘az’ de los términos indoeuropeos de este campo semántico provienen de un sustrato vascónico, o bien los dos grupos provienen de una plataforma paleoeuropea previa. Que de los términos indoeuropeos se hubiera exportado al euskara tendría mucha menos economía explicativa, por todos los aspectos tratados en este trabajo y que la hipótesis aitz resuelve mejor y más directamente que la hipótesis indoeuropeos>euskara en este asunto.
Veamos un ejemplo. El origen vascónico o paleoeuropeo de los términos puede argumentarse de la manera más simple posible, con un único salto explicativo: aitz/atx/axk > ‘ach’/’ax’. Tenemos, en esta última pronunciación de /aks/, una metátesis más breve que en el supuesto de ‘asci-ola’>aizk-ora[32], pero incluso considerando los matices más complejos y puntillosos[33], tenemos que los términos euskéricos actuales aitz/atx explican de manera mucho más sencilla, directa y extensa los indoeuropeos /ach/ y /aks/ que la hipótesis del protoindoeuropeo ‘*agw(e)si’. Ello se advierte también cuando intentamos hipotetizar los supuestos términos del vascónico o del paleoeuropeo de los que derivarían los monemas indoeuropeos: incluso en ese caso no nos alejaríamos del euskera, porque las formas no podrían ser lejanas de *aitz, *atx, *aixk- o *axk-.
Una anterior cita ilustra también los diferentes grados de simplicidad de cada visión, si atendemos al supuesto origen latino del campo semántico vasco de herramientas cortantes (según Kintana y Lakarra[34]):
«aitzur» [rako]: ligo -> ligour -> litxour -> litzur -> aitzur? Edo «aizto»[rako]: culter -> cuzter -> cuztor -> uztor -> aiztor -> aizto?? Mila aldiz logikoagoa da «aitzur» «haitz»+»lur» bikotetik datorrela pentsatzea, edo «aizto», «haitz»+»to», alegia, diminutiboa (Larrabe, 2011) [35]
En su globalidad, como se ha ido proponiendo, si haitz es peña o masa rocosa, una serie de instrumentos tienen un monema como –(h)ai(t)z-, y hubo una época en la que las herramientas se construían tallándose las rocas o piedras (como trozos manejables de masas rocosas), lo más intuititivo y simple resulta suponer que en esa época se caracterizaba pasando el lexema aitz a monema compositivo –(h)ai(t)z- en la denominación de las herramientas (y recuérdese que al inicio las hachas de piedra eran literalmente así, sin mango, trozos literales de roca). Si yo construyo una herramienta tallando una aitz o ‘roca’, es completamente normal que llame esa herramienta con aitz o con aitz-‘monema adicional’.
La hipótesis paleoeuskérica es completamente acorde con este criterio de simplicidad al basarse en la similaridad fonética haitz/–(h)ai(t)z-, con los casos adicionales de misma significación como en haizpe/haitzpe. Por otra parte, que las formas de–(h)ai(t)z- operen como prefijo, interfijo o sufijo en las diversas formas del campo semántico indicaría que nos hallamos ante un monema importante de este campo con variados términos que, no obstante, compartieron una época con rocas como materia prima fundamental. Y no darse en las lenguas indoeuropeas, que suelen verse más asociadas a culturas de piedra o metal y no de roca tallada (por el tiempo de fabricación de la pulimentación, véase arriba) seguiría siendo coherente con una probable etapa (paleolítica y neolítica respectivamente) en la génesis de cada idioma/familia de idiomas.
La explicación paleoeuskérica tiene más completitud.
En ciencia no se trata sólo de explicar igual número de hechos con supuestos más simples que las teorías alternativas (parsimonia), sino también explicar mayor número de hechos con esa simplicidad hipotética (completitud). Se trata del criterio metodológico de completitud o extensión del poder explicativo de las teorías: hacia el exterior, cuánto se explica; y en el interior, “la ausencia de vacíos en una trama (…), las teorías científicas no pueden tener lagunas” (Lozada, 2003, 15). Es un tema polémico de Filosofía de la Ciencia, que se abrió sobre todo con Hilbert y llegó a un callejón sin salida con Gödel (veáse una explicación básica en Leach, 2014), pero aquí nos referimos a un sentido relativo a nivel retórico y no uno absoluto a nivel lógico.
El ejemplo básico en este debate es el propio corpus inicial de la teoría. Que aizkora viene de ‘asciola’ no explica el resto de términos –(h)ai(t)z-, ni siquiera el propio ‘asciola’ en sí, aunque no entraba dentro de sus objetivos en el debate. En cambio, que ‘asciola’ viene de formas preindoeuropeas de *aiskola (familiares del vasco haizkora) lo explica todo, tanto los términos vascos de haitz como el propio latín ‘asciola’, en un alcance mucho mayor incluso respecto a los objetivos que la teoría indoeuropeísta se marcaba en el debate. En síntesis, la hipótesis paleoeuskerista ‘asciola’<aiskola/haizkora es mucho más completa o explicativa (y no sólo parsimoniosa) que la indoeuropeísta ‘asciola’>aiskola/haizkora.
Dichas virtudes pueden advertirse también en la explicación de la evolución idiomática. Los términos vascos o su supuesto origen ‘paleovasco’ o ‘neolitivasco’ (notando con ello las formas protoeuskéricas o preprotoeuskéricas del Paleolítico y del Neolítico respectivamente) explican en menos pasos las actuales formas vascas e indoeuropeas del campo de herramientas cortantes que la hipótesis indoeuropeísta (como por ejemplo aizkora desde el vascónico paleoeuropeo *aitzkora y no desde el protoindoeuropeo ‘*ag(w)esi-’).
En lo que respecta la completitud interna, la visión indoeuropeísta no es del todo satisfactoria. En la versión de Michelena, por qué, si los términos roncaleses le sugirieron un *anitz antecesor de aitzy no lo negó a posteriori, se entiende aizkoradesde ‘ascia’; en la de Lakarra, por qué, si mantiene este *anitz antepasado de aitzsugerido por los términos roncaleses, los mismos términos en formulación no roncalesa con –(h)ai(t)z- se derivaron de ascia u otros términos latinos junto con aizkora; Trask, por qué, si le parece improbable este *anitzantepasado de términos aitz roncaleses o términos con –(h)ai(t)z- no roncaleses, existe la homofonía y la interpreta como homonimia sin ser parónimos, etc.
La visión paleoeuskérica tiene mejor coherencia interna entre teorías.
Con frecuencia es difícil dirimir la verdad o realismo de una teoría, sobre todo si nos referimos a ideaciones terminológicas de hace 3.000 o 12.000 años, pero algo cabe solicitar a una teoría: que sea coherente en sí misma (Benjamin, 1962; Dauer, 1974; Quine, Ullian, & Ohmann, 1978; Young, 2001). La simplicidad y la coherencia interna de las teorías dentro de una misma visión o ‘familia de teorías’ requiere (en el caso de la simplicidad) y agradece (en el caso de la coherencia) una ‘unificación teórica’ entre dichas teorías (Friedman, 1974). Tal como explican Díez y Moulines:
las explicaciones [científicas] consiste[n] en la reducción de la cantidad de supuestos básicos independientes de nuestro cuerpo de creencias [. Ello] es lo que ofrece verdadera comprensión (Diez & Moulines, 1997, 256)
Por ejemplo, si asumimos la visión indoeuropeísta y recordamos la toponimia vasca con aitzy atx referida a formaciones rocosas, decíamos que no se entiende fácilmente cómo el único idioma no indoeuropeo que se ha conservado tenga, de forma inesperada, esta gran influencia del latín, y que no la hayan tenido los idiomas directamente derivados de él. En términos metodológicos, el explanansindoeuropeista de los términos vascos no tiene relación con el explanans de los términos indoeuropeos, ni es coherente tampoco con la evolución que cabe esperar de cada uno de ellos[36]. En cambio, el paleouskerismo lo explica de manera más completa (véase arriba).
Así, que de un amplio escenario vascónico con designaciones consistentes de herramientas y de lugares geográficos hayan quedado con el tiempo restos en un latín o en unos posteriores idiomas indoeuropeos; o que hayan quedado de una plataforma paleoeuropea pre-euskérica/preindoeuropea restos en ambos mundos idiomáticos, acaba teniendo mayor coherencia explicativa entre explanans dada la divergencia empírica entre explanandums.
En lo que respecta al criterio de coherencia de las diferentes teorías dentro de una visión científica, el paleoeuskerismo parece menos diverso que el indoeuropeísmo en lo que respecta al debate –(h)ai(t)z-. Los indoeuropeístas están de acuerdo en el origen ‘asci’ de aizkora, comienzan a alejarse en el origen de los demás términos con –(h)ai(t)z- (unos lo ligan a aizkora y otros no se aventuran), y llegan a posturas contradictorias en las implicaciones de la nasalización roncalesa. Desde el paleoeuskerismo los tres aspectos rotan en un único origen, lo que elimina posibles incoherencias entre diferentes respuestas.
Implicaciones de la Metodología de la Ciencia en el debate.
De estos tres criterios científicos quizás sea el criterio de simplicidad explicativa el más importante en las polémicas científicas, porque hace recaer la “carga de la prueba” en las posturas con mayor complejidad explicativa; resulta algo así como la asunción del hecho físico de la entropía dentro del discurso científico.
Todo ello se debe a que, llanamente, la base empírica para la hipótesis y los datos explicados con ella son más amplios que en el caso de la hipótesis adversaria. En euskera hay muchos más nombres de herramienta en aitz- que en todos los idiomas indoeuropeos juntos, así como una etimología muy plausible para esta raíz y con extensión para todo el campo, y desde esta dimensión performativa vasca se explican mejor los términos vascos y otros indoeuropeos. La etimología que se les atribuye desde la visión indoeuropeísta a los términos no está basada en la fabricación y utilización directa, ni tiene extensión para todo el campo, como en el euskera, y ni siquiera da una explicación alternativa para los términos indoeuropeos con esa componente.
Sin embargo, en todo caso, atender a estos criterios hace más asumible que los términos indoeuropeos, según la hipótesis vascónica, sean un préstamo del sustrato de la zona de arribada, Europa Central y Occidental, con lenguas de la familia del paleoeuskera o con el paleoeuskara mismo; o que, según la hipótesis paleoeuropea, ambas familias (neolitieuskérica y protoindoeuropea, por ejemplo) hubieran derivado desde una fuente una amplia plataforma lingüística paleoeuropea más extensa, conservándose por factores que cabría analizar más cercanos a su fuente original hasta el euskera actual.
Explorando posibilidades paleoeuskéricas.
Tal como el marco cognitivo de ‘herramientas de piedra paleolíticas’ de la hipótesis indoeuropeista facilita la asunción de sus lecturas[37], también la visión paleoeuskérica tiene derecho a sondear hipótesis creativas y arriesgadas de las cuales muchas serán desestimadas, pero sin las cuales a la ciencia le cuesta más progresar (tal como reza el aforismo de escritores, “el buen escritor no se caracteriza por lo que escribe, sino por lo que borra”)[38]. El problema de este tipo de razonamientos estriba en su difícil evidenciación empírica, pero proporcionan marcos cognitivos que hacen más comprensible un origen paleolítico de los términos –(h)ai(t)z-[39]. Veamos como ejemplo dos sugerencias que se han dado en el debate social de euskaltzales al respecto.
Para comenzar, si a la roca se le llamaba en el paleolítico algo como /ach/, sería normal que a la roca tallada tallada como herramienta básica, tallada como un hacha todavía carente de mango (que es la forma de sus primeras evidencias empíricas), se le llamara también /ach/[40]. Y que cuando se le agregara un mango para darle mayor operatividad, /ach/ pasara a ser un monema constitutivo del término; y que cuando se idearan más herramientas con roca tallada al evolucionar y especializarse este /ach/ o roca tallada primigenia (también principalmente desde hace menos de doscientos mil años), el monema /ach/ se conservara en los nuevos términos ideados para ellos. Resulta completamente presumible una analogía lingüística en que, si la roca tallada pasa a ser un elemento constituvo de la nueva herramienta, un término correspondiente a roca tallada como /ach/ pase a ser un monema constitutivo del término que indica la herramienta compuesta.
Resulta más especulativo, pero puede también que /ach/ fuera un fonosimbolismo[41]para expresar en forma lingüística el silbido percibido auditivamente a nivel físico cuando, en su utilización, la roca o herramienta corta el aire. Todavía más especulativamente, de ser cierto lo anterior, puede también que la equivalencia fonética entre aiz o ‘roca’ y aize o ‘viento’ no sea una homonimia casual (resulta intuitivo pensar que una sociedad acostumbrada a escuchar el silbido de las hachas cuando eran utilizadas y el similar silbido del viento cruzando árboles o estancias dedicara términos similares a ambos fenómenos, en una analogía lingüística y fonosimbólica de esta similaridad del mundo físico).
Quizás en el límite de lo especulativo, posibles fonosimbolismos en haitz y harri podrían haber llevado a las diferenciaciones léxicas del campo. El fonema /tz/ podría ser la fuente del monema –(h)ai(t)z- desde una sensación perceptiva emocional o auditiva derivada del acto de cortar. El fonema /rr/[42]presente en harri o ‘piedra’ podría estar relacionado con la sensación perceptiva e incluso la percepción auditiva derivadas del acto de urratuo ‘rasgar’, dado que determinadas piedras se utilizaban como rasgadores (y por ello gran cantidad palabras con dicho fonema implicarían este acto, tal como urratzaile o ‘rasgador’, erreka o ‘río’ que rasga la tierra, etc.). Así, la denominación de roca tipo haitz provendría de un fonosimbolismo desde lo cortante o /tz/, y se habría reservado para la casi totalidad de este campo semántico (e incluso para otros como atzazal o ‘uña’ que tendrían en esa época una mayor función cortante que en la actualidad). Mientras, la denominación de roca tipo harri o ‘piedra’ provendría de un fonosimbolismo desde lo rasgante o /rr/, y se habría reservado para términos relacionados como los apuntados.
Podría ahondarse en la elucidación de esta problemática atendiendo con constataciones como que ‘ascia’, ‘asciola’, ‘axe’, ‘adze’, etc. sólo existen o se dan en mayor medida en idiomas occidentales de la familia indoeuropea. Datos como este podrían llevar a apoyar la influencia de un sustrato vascónico pre-indoeuropea muy extendido sobre la familia indoeuropea (en el vasconismo) o matices macroespaciales en la plataforma lingüística del pre-Proto-Indo-Europeo (en el paleoeuropeísmo euskérico). Pero esto es algo que queda más allá de las intenciones de este ensayo y de las aptitudes de su proponente.
CONCLUSIONES.
La visión indoeuropeísta de la Vascología actual según la cual los términos de herramientas cortantes que albergan la componente -(h)ai(t)z- (incluyendo aizkora o ‘hacha’) tienen diferente origen que el haitz o ‘roca’, se basan en tres argumentos. Uno, las herramientas prehistóricas no son de roca, sino de piedra. Dos, aizkora proviene del latín ascia. Tres, la nasalización roncalesa apoya que los términos de las herramientas cortantes no provienen de haitz. Este trabajo, al contrario, ha llegado a las constataciones que ponen en evidencia estos supuestos:
. Las herramientas prehistóricas sí eran de roca, lo que debía de ser obvio para productores y usuarios por ser roca tallada, incluso en el caso de herramientas neolíticas de piedra pulimentada.
. No tenemos ninguna prueba de que aizkora provenga del latín ascia, y los argumentos lingüísticos, desarrollados sobre todo por Trask, tienen un gran desafío si, como máximo, desean empatar con la explicación más plausible, económica y parsimoniosa de la homofonía -(h)ai(t)z-/haitz, que es la paleouskérica.
. La nasalización roncalesa no apoya que los términos de las herramientas cortantes tengan un origen diferente del de haitz. Al contrario, cuando se ideó como argumento se planteó como favorecedora de la explicación paleoeuskérica (en el caso debate sobre aizkora). Sin entrar a valorar por qué la nasalización roncalesa pasó de ser ‘más bien paleoeuskerista’ a ser ‘netamente indoeuropeísta’ sin que nadie lo contrastara (incluso siendo una contradicción desde el indoeuropeísmo), los argumentos principales que sí son coherentes al respecto, y que vuelven a ser de Trask, tienen graves carencias retóricas y, por ello, lo mismo valen para apoyar la hipótesis paleoeuskerista que la indoeuropeísta.
Además, una revisión de ambas posturas desde criterios de metodología de la ciencia usuales llevan a la siguiente valoración.
. La explicación paleoeuskérica cumple mejor el criterio de simplicidad o parsimonia y, por tanto, la carga de la prueba recae en la visión indoeuropeísta.
. La teoría paleoeuskérica tiene más completitud, y la visión indoeuropeísta debería responder preguntas adicionales quedan en el aire del debate.
. En general, la visión paleoeuskérica tiene mejor coherencia interna inter-teórica, y sería apropiado más debate entre los autores indoeuropeístas para que sus diferencias y contradicciones quedaran más explicadas.
Se deduce el interés de la visión paleoeuskérica de profundizar y modernizar sus explicaciones con la ayuda de renovaciones como las de Vennemann, Frank, o alguna otra; y le necesidad de que la visión indoeuropeísta dedique más atención y trabajo al debate si quiere llegar a ser una teoría más parsimoniosa, completa y consistente.
En suma, la hipótesis paleouskérica no sólo es consistente, sino que además puede profundizarse con tanto alcance como la indoeuropeísta actual. Es decir, que si una explicación indoeuropeísta de los términos haitz es posible, también es posible una explicación paleoeuskérica de esos términos indoeuropeos asociados a este tipo de herramientas.
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[1] “[F]ue el canónigo Inchauspe el que propuso a la familia de derivados vascos de aitz”, dicen Agud y Tovar (2013, 643) que afirmó López Mendizabal (1951), pero tal antecedente no se encuentra en este último escrito (ni en la página errada que le atribuyen). Morvan (1985, 169) sí da la referencia correcta, que es Inchuspe (1892), fecha según la cual no podría ser el primer proponente, al menos de tomar como válidas las referencias anteriores.
[2] (___)
[3] Puede que, en este grupo, zulakaitz no proviniera de zulo-(k)-haitz (roca tallada para hacer agujeros) sino de zulo-gaitz(dificultad de agujerear), pero en el último caso resulta muy contraintuitivo (que una herramienta se defina por su precisamente por la dificultad de su uso). Además, tenemos harkaitz, de asumido origen harri-(k)-haitz, como génesis lingüística análoga.
[4] Proposatzaileak zera zioen: egungo ‘artua’ paleolitikotik elikaduraren funtsa izan zela, eta hartzaile (recolector) modun biltzen zela. Beraz, zentzua bere ustez euskaraz ‘artua’ izena izateak ‘mijo’ delako horrek, gerora ‘maíz’a Ameriketatik etortzean deitura lapurtuko ziona.
[5] ___
[6] Debemos diferenciar varios niveles, aquí asumidos en orden de prioridad según referencias habituales en meta-disciplinas como la Cartografía de Debates Científicos: a) menciones en escritos académicos con asunciones paleoeuskéricas (normalmente de lingüistas heterodoxos) y argumentos indoeuropeístas (de lingüistas ortodoxos); b) propuestas en los mass media y redes sociales por parte de lingüistas que se muestran con nombre y apellido, normalmente sin referenciarlas; c) afirmaciones en las redes sociales por oarte de euskaltzales, algunos que se declaran con formación en Filología o que se remiten a ella, y otros que no.
[7] También es posible que se basara, como probablemente también lo hizo Michelena, en el conocido como Diccionario de Azkue (1969), pero en este caso habría cometido una especie de fraude reductor de este texto canónico, ya que este sí agrega acepciones regionales de ‘piedra’: “Aitz (AN, G, L), atŝ (B, S), haitz (BN-baig): 1º Peña (…) 2º (BN-ald) piedra” que Gorostiaga no consideró. Supongamos, en la presunción de mejor corazón, que se basó en Michelena pero restringiendo la semántica a lo que él deducía de sus conocimientos del euskera.
[8] Los bifaces sobre cantos rodados o nódulos habían comenzado a decaer respecto a aquellos que tenían como soporte una gran lasca ya desde el principio del Achelense, cuando aparecieron estos últimos. Es decir, estamos hablando de un modus operandi que se va generalizando ya desde el homo ergaster (hace entre 1,9 y 1,4 millones de años), mucho antes del homo moderno (desde hace unos 200.000 años según los últimos registros arqueológicos y clasificaciones anatómicas). Y es este quien muy presumiblemente fijó los términos (hay presunciones pero no pruebas y ni siquiera indicios de intercambios linghomo neandertal, no podemos por tanto tomar como hipótesis plausible actualmente el legado de términos entre unos y otros). sticos con los
[9] Incluso si sukarri no provienera de su-harri o ‘piedra de fuego’, sino de su-garri o ‘prendible’, se mantendría la etimología como referida justo al mineral que en el Paleolítico operaba como prendedor de fuego.
[11] También se ha propuesto “BN, L, S zuhaitz ‘árbol’ < *zur–gaitz ‘madero grande’” (Igartua, 2011, 523); o “zur ‘wood’ + haitz ‘oak’ –> zuhaitz zu(g)a(i)tz ‘tree’” (Trask, 1997a, 190).
[12] Se refiere a que, por otra parte, resulta poco probable que la presencia de haitz como monema en zuhaitz tenga un sentido literal de ‘roca’, que nos llevaría a su etimología de como ‘roca de madera constructiva’. Parece más plausible su aparición en tal término con un significado de ‘facturación’. En un retorno al ‘marco cognitivo paleantropológico’ como la adecuada forma de plantear el debate, conocemos al Paleolítico como ‘paleo-lítico’ o ‘de piedra antigua’, es decir, como ‘Edad de Piedra’, sólo porque la piedra fosiliza muchísimo mejor que la madera, que prácticamente no fosiliza (excepto regalos del registro arqueológico como el tratado en Tegel, Elburg, Hakelberg, Stäuble, & Büntgen, 2012). En realidad, aquella debió de ser una ‘edad de la madera’ mucho más que una ‘edad de piedra’ y, en este sentido, zur pudo tener una ambivalencia semántica como ‘madera+facturación’ incluso mayor que la de ‘haitz+–(h)ai(t)z-’ o ‘roca+facturación’ (roca tallada). Su presencia conjunta en zur+haitz entendida así parece más intuitiva que el hecho de denominar a los árboles zur(ezko)+haitz o ‘rocas de madera’. Y lo anterior se apoya adicionalmente porque una de las formas de referirse a ‘roble’ (uno de los árboles más comunes y constructivos en el País Vasco ____) es haitz, y además, justo en el mismo dialecto (el labortano) en el que tiene ese uso de zuhaitz como ‘el árbol destinado para madera de construcción’. El combinado “haitz como ‘roca’/haitz como ‘roble’/zuhaitz como ‘árbol para manufacturación’” se entiende mejor como combinado semántico en base a un sentido de ‘manufacturación’ y no en base a uno de ‘roca mineral’. ///________ caña, hueso o madera. también se usaban otras materias primas orgánicas para construir diversos utensilios: hueso, asta, madera, cuero, fibras vegetales, etc. (mal conservadas y poco conocidas).
[13] Esta curiosidad parece no tener explicación en un esquema de indoeuropeísmo fuerte tipo Gorostiaga/Lakarra, en el que se excluye todo tipo de acepción colusionante haitz/-(h)ai(t)z- en el sentido de roca/‘piedra’ y por esa vía en el sentido de roca/ ‘herramienta tallada o manufacturada’. Pero puede tener cabida en el esquema de Trask, que argumentísticamente (A) acepta una acepción roca/‘piedra’ reducida o local, pero (B) luego al considerar los casos particulares en su entender ilógicos, (C) acaba desechando el sentido de roca/‘herramienta tallada o manufacturada’. El paralelo funcionaría del siguiente modo: “(A) la acepción de zuhaitz incluyendo la acepción de manufacturación es posible pero reducida en cuanto local, pero (B) es poco lógica, y por tanto (C) resulta de improbable uso en el pasado y lejana de ser cierta”. Y, ciertamente, la presencia de haitz/‘roca’ en un combinado etimológico con significado de facturación (no mineral sino orgánico) parece poco lógico. Ahora bien, este paralelo argumentístico choca con un hecho documental actual: la existencia factual de este sentido y acepción en el presente. Por tanto, si bien puede resultarnos poco lógica, es incontestable como posibilidad empírica. ¿Qué presumir, más aún, para una época en que pudo haber una sarta de términos con un monema que se corresponde con la materia prima de la época, la roca tallada? Más contrasentido se antoja una ‘roca en combinado orgánico con significado de manufacturación’ que una serie de términos ‘roca en combinado físico o material con significado de manufacturación’. Ahora bien, tanto Trask como Lakarra asumen la etimología de zuhaitz en este sentido (_____), y no en el de herramientas cortantes -(h)ai(t)z-.
[14] En este sentido el término más común para ‘roble’, aritz, podría estar relacionado con haitz, tal como puede sugerir también zuaritz o ‘árbol bravío’, urraitz o ‘avellano’ que según Azkue (1969, 20) sería contracción de urr-aritz, etc. (considérese de todas formas la referencia al ‘etimólogo aficionado’ de una anterior nota al pie).
[15] Incluso en las fabricaciones más simples de un hacha, con el mero enlazamiento de una piedra al mango de madera, no hay que olvidar que es de las masas rocosas de donde salen las piedras, y su frecuente localización espacial conjunta en la naturaleza hace difícil pensar que unas gentes cazadoras-recolectoras e incluso neolíticas no se percataran de ello. Véase la siguiente nota al pie.
[16] Cita completa: “haizkora (L LN Z), aizkora (B G HN R), axkora (R Z Sout), (h)aixkora (Z), aizkola (Z), axkola (Z), haskora (Z) n. ‘axe’. CF (h)aizkol-. 1562. From *azkola, by P22, P45, from Lat. asciolam ‘hatchet’ (Gorostiaga 1958 {[EUSKERa III]}: ****{61}). CF by W1.)”. (Trask, 2008, 83) Otra cita al respecto se halla en “aizkora may be identified as a loan from Latin asciola” (RW.ERROR – Unable to find reference:4554). Y otra en: “Several Basque tool-names look as if they might be built upon haitz, such as haitzur `mattock’ and Roncalese ai(n)zto`knife’, but this etymology is not certain. But the similar-looking haizkora`ax’ is almost certainly a loan from Latin asciola `hatchet’. (…) The word haizkora is almost certainly a loan from Latin asciola ‘hatchet’”. _____ _____Egun nagusi den teoriaren arabera, esanahi berbera duen latineko ascioli hitzetik datorke aizkora hitza. Robert Lawrence TRASK (1997): The History of Basque, London: Routledge, 143. orrialdea.
[17] ____ aitz asci dela diño ____LORTU____gogoratu hemend Dela à [FHV 319 fn.] hori diño traskek baña ez dot aurkitzen or
[18] La hipótesis del PIE *agw(e)si- proviene de: A) la supuesta estructura subyacente y originaria en los cognados del griego axine, el latín ascia, y el supuesto protogermánico *akusjo; B) dicho protogermánico *akusjo se supone subyacente y originario de los cognados del viejo sajón accus, el viejo noruego ex, el viejo frisio axe, el germano Axt, y el gótico aqizi, y el viejo inglés æces (Northumbrian acas) (OED________, axe). Otra reconstrucción: << Middle English; ax ( e ), ex ( e ), Old English æx, æces; akin to Gothic aquizi, Old Norse øx, ǫx, Old High German acc ( h ) us, a ( c ) kus ( German Axt ), Middle High German plural exa < Germanic *akwiz-, akuz-, aksi- ≪ *ákəs, áks-; Latin ascia (< *acsiā ), Greek axī́nē; < Indo-European *ag-s->> (http://dictionary.reference.com/browse/ax___________).
[19] Más citas del autor al respecto: “*(h)aitz- Hypothetical stem possibly underlying certain tool-names. (…) Note that haizkora ‘axe’ does not appear to belong to this group” (Trask, 2008, 82). “Haizkora (…) Contrary to popular belief, this word does not appear to be connected to the other Bq. tool-names in *(h)ai(t)z-. [FHV 319 fn.]” (Trask, 2008, 83)
[20] Como lingüistas ortodoxos que no se alinean con la teoría ‘ascia’ parecen estar Agud y Tovar, prolíficos en valoraciones como “ATX variante de aitz ‘peña’, aunque a CGuis. 157 le recuerda el lat. saxum[es] inadmisible”. (Agud & Tovar, 2013, 484) ____ikusi hori guis azkenerako_____. Como otras etimologías tenemos la de Schuchardt, que «pensó en lat. securis por intermedio bereber» ____oeh_ . ______; :::::::__________
[21] _______-ziurtatu)
[22] Un apunte al respecto, con respecto, se da cuando (Larrabe, 2011)afirma que esta toponimia parece darse en mayor grado en las zonas menos romanizadas del País Vasco, y los inmigrantes o invasores que acuden a una zona dada acostumbran a incorporar los topónimos ya existentes.
[23] Cita completa: “haizkora (L LN Z), aizkora (B G HN R), axkora (R Z Sout), (h)aixkora (Z), aizkola (Z), axkola (Z), haskora (Z) n. ‘axe’. (…) The possibility that *(h)aitz- {v. infra} is the same item suggests a reconstruction *anetz, by P1, but this is far from certain.” (Trask 2008, 83)
[24] La argumentación completa al respecto de estos términos es la siguiente: “quiero señalar (…) la presencia en roncalés de una nasalización en varios de ellos: ainzter <<tijeras grandes>>, ainzterto <<tijeretas>>, ainzto <<cuchillo>>, ainztur <<tenazas>>. Hay que añadir fuera del Roncal (h)aintzur, que con la variante antxur (o altxur, cfr. aldamio, <<andamio>>) tiene mayor extensión que la que Azkue le señala. Es decir que estas voces podemos admitir como probable un primer elemento *ani(t)z- o *ane(t)z. Esta sería también la forma anterior de aitz, atx, haitz <<peña, piedra>>, si efectivamente debe ser apoyado con él” (Michelena, 1949, 211).
[25] Obsérvese que este desafío implica explicaciones sutiles. Por ejemplo, debería argumentarse porqué los derivados no roncaleses *ani(t)z pudieron perder su nasalidad como monema prefijo (mantenida en los ainz– roncaleses) mientras que haitz no la perdía (suponiendo entonces que la h de haitz era pronunciada en la generalidad de los dialectos, lo que nos lleva a otro debate), pues en esta diferencia se basa la asunción de que haitzy -aiz- no tienen relación semántica.
[26] Cita completa: «Erregelaren beste adibide bat heuskara < *enuskara genuke ; Irigoyenen (1977) etimologiaren zati honek (*-n- > -h- eta -h- > h-) ez zuen aitzakiarik lehen eta are gutxiago orain aurreko orrialdeetan ikusia daramagunarekin. Alabaina, abiapuntu bezala proposatu zuen —eta gero hainbat aldiz errepikatu den— *enautsi aditza ez zen beharrezko eta, areago dena, ez bide da inoiz horrelakorik izan : labur esanda, diptongoa soilik berankorra izan liteke (*-da-dun- > *-na(d)u(n)- ondorengoa, cf. *i-non, Irigoyenek berak gogoratua) eta hori zein –u– hori gabe ere, *-on-tz batetik abiatuaz nahita nahiez *e-non-tz-kara > *enunskara > *ehuskara > heuskara egin behar zuen.» (Lakarra 2009, 219). La etimología se adelanta en Lakarra (2006).
[27] Cita completa: Haitz ere talde horretan kokatu beharko genuke : Mitxelenak aspaldi (SHLV [1949] : 457) *ani(t)z / *ane(t)z batetik ateratzea proposatu zuelarik, -n- > -h-eta *h2 > h1 beste inon baino garbiago dirudite inongo analogiaren beharrik gabe. (…) Cf. Arbelaiz, s.u.: “Podría suponerse que la aspiración que hubiera podido conservarse, se perdió en alguno de los derivados, precisamente a causa de su longitud, y se extendió luego por analogía a (h)aitz. Aquí podría extenderse también la explicación de la divergencia dialectal en cuanto a su h- (BAP 6, 458) (49-2, 211) (73-2, 41)”. Mitxelenak hitz honek —eta bere eratorriak izan litezkeen gainerakoek (aizter, aizto, aiztur)— erronkarieraz eta zubereraz dituen bokal sudurkariak markatzen ditu; ikus 16. oharra Hualderen zubererazko “h sudurkariaz”.>> (Lakarra 2009, 219).
[28] En la actualidad Roslyn M. Frank se halla identificando y analizando linajes filogenéticos de ciertos elementos morfológicos y léxicos concretos que se entroncan con linajes parecidos, ya establecidos por la lingüística indoeuropea e identificados como elementos proto-indoeuropeos. La autora intuye que van detectarse más patrones repetidos en varios de los linajes filogenéticos estudiados, pero prefiere no adelantar “the big picture” (según comunicación personal en 2014-4). Su método es análogo al ortodoxo, es decir, utiliza el método histórico-comparativo. La Lingüística histórica nació al localizarse términos con gran parecido entre diferentes idiomas indoeuropeos, y se desarrolló reconstruyendo sus supuestas formas originarias. Siguiendo este método histórico-comparativo se presume que esta estructura idiomática de PPIE, previa en el tiempo a los lenguajes actuales, dejó huellas en los idiomas indoeuropeos y también formas vivas en el euskera, que son las que podemos observar en la actualidad. Por una parte, las huellas léxicas y morfo-sintácticas del PPIE permanecen y están ampliamente constatadas en las lenguas indoeuropeas, por lo que coinciden a veces con las formas reconstruidas habitualmente como componentes del ProtoIndoEuropeo o PIE. Por otra parte, las formas identificadas del PPIE se encuentran todavía vivas en el euskera, y por tanto cabría asumirlas paralelamente como formas existentes en el ProtoEuskera o PEu.
[29] Si quedan dudas podría incluso diseñarse una constatación al respecto con una cuestión a una muestra amplia de informantes, para medir lo intuitivo del caso: «si este instrumento está hecho del material x, y su nombre contiene ese x unido a otras palabras, ¿crees que es una casualidad u obedece a alguna razón?» La mayoría de contestaciones positivas parece del todo previsible. El asunto sugiere la reducción al absurdo, en un ejercicio de ‘Lingüística-ficción”, desde un argumento análogo por etimólogos futuros dentro de 3.000 años, que hemos insertado en un extremo del trabajo.
[30] Veámoslo paso por paso. El explanandum es empírico y actual, del euskara moderno: (C) correspondencia de (CS) campo semántico incluyendo –(h)ai(t)z- con (T) término haitz. La explicación paleoeuskérica ofrece el explanans más simple posible: “C es una relación de reflejo semántico simple en que CS tiene el mismo significado S que T”. Adicionalmente, el nuevo explanandum de (N) nasalización roncalesa en aintz- y no en aitz se solventa con la hipótesis más simple posible de (H) debió de existir un *anitz.
[31] De nuevo por pasos, Trask pone en duda esta simplicidad con que “C no es una relación de un reflejo semántico simple o S del CS con T”, y con que “H es una hipótesis no válida para N por no ser empírica”, lo que lleva a “invalidar S”. Pero entonces debe ser esta teoría la que aporte las explicaciones alternativas: ¿si lo intuitivo, absoluto respecto al universo de discurso, y empírico, es C como reflejo semántico de significado común, pero no es eso sino una homonimia, entonces qué explica C? Trask no da explicación a la supuesta homonimia. ¿Por qué invalidamos H como hipótesis por no ser empírica, cuando precisamente la esencia de una hipótesis es no ser empírica o explanandum, sino teórica y explicativa o explanans? Trask niega la operatividad del trabajo científico que llevó a H, lo que es válido, pero sólo aportando datos empíricos adicionales, contribución que no ocurre. Por tanto, S no se niega como explicación más simple no se aporten nuevas explicaciones para C, y H no se invalida como hipótesis más simplista acorde mientras no se aporten datos empíricos que lo impliquen (o bien alguna hipótesis más simplista, lo que parece imposible dada la economía de fonemas según la cual Michelena llegó a la hipótesis *anitz).
[32] Incluso si deseáramos contrastar las metátesis implicadas por cada teoría, el balance resulta muy favorable al criterio euskerista. En la visión paleoeuskérica, el monema indoeuropeo /aks/ podría ser equivalente a las variaciones del euskera moderno ‘aixk’ y ‘axk’, en metátesis; por ejemplo, en las formas «aixkora (V-m-gip, G-azp-bet, BN-baig, Sal, S (+ h-), R; H), axkora (V-och, G-bet, AN-gip, R-uzt, S (+ h-); Lcc, H (V); haxkoa S; axkua S)» (OEH, 2015). Pero no es necesario argumentar una supuesta evolución histórica aitz>ax para argumentar su equivalencia semántica, ya que son variantes euskéricas empíricas actuales y tenemos en todos los idiomas del área el monema ‘-ach-‘ que muestra la equivalencia semántica de las variaciones fonéticas.
[33] En la visión indoeuropeísta, se supone que ‘asciola’ lo importa el euskera haizkora tras una metátesis haizk<‘asci’ (Gorostiaga, 1958, 61), pero no tenemos ninguna fuente documental de dicho préstamo, ni hablantes populares de latín que nos orienten en la metátesis, y dicha metátesis no tiene rol explicativo o no está presente en otros términos del campo de herramientas cortantes. En la visión paleoeuskérica, si realmente hubo una evolución diacrónica entre las formas, y no una coexistencia sincrónica como en el actual euskera, hay dos posibilidades: un paleouskérico /ask/ pudo haber derivado en metátesis indoeuropea /aks/ y mantenerse como en origen hasta el euskera; o un paleouskérico /aks/ pudo haber influenciado al indoeuropeo /aks/ y variar en metátesis /ask/ o /axk/ en euskera; y en todo caso los modernos ‘atx’ o ‘axk’ serían arcaísmos paleouskéricos. Pero para contrastar una posible metátesis de euskera aitz/aixk/axk>indoeuropeos /aks/ podemos obtener testigos modernos euskéricos como el de atzazal/azkazal o ‘uña’, que recuerda la metátesis aludida, y su rol explicativo en el campo es mucho más amplio.
[35] Naberan (_____) extiende etimologías, más o menos convincentes, al respecto: aiztoa o ‘aitz txikia’, ‘roca pequeña’; azpila o ‘aitz biribila’, ‘roca circular’ (como superficie de trabajo); aitzurra/atxurra o ‘lurra lantzeko edo urratzeko haitza/atxa’, ‘roca para trabajar o rasgar la tierra’; aizturra como posible ‘aitz-dorre’; zulakaitza o ‘zulatzeko aitza’, ‘roca para agujerear’; azkona como posible ‘aitz(k)ona’, ‘buena roca’; aizkora como ‘aitz-ora’ (piedra que se ‘oratu’, agarra) o como ‘aitz-kora’ (piedra agarrada o ‘koraturik’, como en nudo agarrado o ‘kora-pilo’), etc. En el debate social, Naberan ha sido puesto en tela de juicio por los participantes que se alinean con las tesis de la lingüística ortodoxa, llegando a tildarse sus aportaciones de «opiniones fantasiosas» (Críticas a EJ 2012). En el caso de aizkora, Morvan (___) propone _____. Y (Gorostiaga, 1958, 61) que “Aizkora (…) como proveniente de aitz ‘peña, roca’ (…) tropieza [además] con que (…) el elemento final -ora o -kora, no es claro”, a pesar de que leugo propone para aiztur, como hemos visto, una lectura con sentido germánico y etimología católica que podría tildarse de confusa y extraña . Para explicaciones del segundo componente –kora, tienen propuestas Morvan (1985) o Naberan _____.
[36] Observese que esta virtud se deriva de facto de la mayor operatividad parsimoniosa mayor simplicidad teórica del paleoeuskerismo con relación a la visión indoeuropeísta, pues el explanansindoeuropeísta no es coherente con el explanandum euskérico y, ni siquiera cuando abrimos el debate vasco a ese universo contiguo de discurso, con el explanandum indoeuropeo.
[37] Por ejemplo: “hizkuntza germaniko[e]k «mailu» esateko *hamara-tik datozen hitzak [al. Hammer, ingel. zah. hamer, norv. zah. hamarr], hasieran «harri» esan nahi zutenak erabiltzen [dituzte] eta, era berean, aizto-ren kidea alemanez Messer [da], hau da ingeles zaharreko mete-seax -en kidea, non azken hitza [ingel. zah. seax eta al. zah. sahs «ezpata»] latinezko saxum «harri, haitz» -rekin parekatu behar den” (Gorrochategui, 1998, 21).
[39] En la teoría alternativa, la indoeuropeísta, las explicaciones acostumbran también a tener gran peso específico de las hipótesis, como en este caso: “[B]adakigu germanierazko *hamara-, sanskritozko açman «hard, haitz», grekerazko a[kmwn «ingude», lituanierazko açmuõ «ertz zorrotza, ahoa» bezala, indieuroperazko *ak>>- «zorrotz>> esan nahi duen errotik, hain zuzen, eratorriak direla; lehenagokoan, berriz, latinezko saxum indieuroperazko *sek- «ebaki» esan nahi duen errotik ateratzen da, latinean bertan secare «ebaki» aditzak frogatzen duen bezala” (Gorrochategui, 1998, 22).
[40] Eludimos aquí el problema de las periodizaciones sobre la génesis del lenguaje humano en el debate al respecto. No sabemos si la aparición de las herramientas manufacturadas se correspondió con una época de lenguaje hablado (en la actualidad la mayoría de posturas postulan una aparición posterior), pero hay arqueólogos experimentales que indican que la enseñanza intergeneracional de las técnicas se comprende mal sin ello (____). De todas formas, nuestra aproximación es más bien explicativa y no requiere de literalidad empírica para ser entendida o aceptada.