Este artículo versará sobre un tipo de palabras que no existirían en un mundo utópico y perfecto, en el cual los seres humanos fuéramos verdaderamente conscientes de que nada nos pertenece, ni siquiera nuestros propios -este adjetivo tampoco existiría- ojos ni nuestra propia vida, como sí lo sabía Lucrecio porque dijo Vita mancipio nulli datur, omnibus usu (“la vida no le es dada a nadie como posesión, sino a todos como usufructo”).
Hablo de los adjetivos posesivos. Por supuesto que los pronombres posesivos tampoco existirían en el mundo perfecto, con mayor motivo que los adjetivos, porque en el caso de los pronombres el sentimiento de posesividad se hace tan intenso que sólo importa la idea de posesión, olvidándose la mención de la naturaleza y el significado del objeto (o sujeto) poseído.
Existen dos tipos de adjetivos posesivos, los plenos y los apocopados. Los posesivos plenos son en castellano mío-a, tuyo-a, suyo-a, míos-as, tuyos-as, suyos-as, nuestro-os-a-as, vuestro-os-a-as y cuyo-os-a-as. Los posesivos apocopados son mi, mis, tu, tus, su, sus. Se llaman así porque se les ha cortado el final, la vocal temática. Las formas apocopadas se colocan delante del sustantivo al que acompañan, mientras que las plenas detrás.
No sabemos (al menos yo lo ignoro) cuándo tuvo lugar ese recorte ni qué ministro perverso lo llevó a cabo: en latín clásico existían sólo las formas plenas meus, -a, -um / tuus, -a, -um / suus, -a, -um. En los textos cristianos de latín tardío se observa la forma
apocopada mi, aunque en vocativos que podríamos llamar fosilizados: mi domine profusamente, por ejemplo, en la Vulgata de San Jerónimo: et ait obsecro mi domine vivit anima tua domine ego sum illa mulier quae steti coram te hic (Samuel, 1, 26). Pero obsérvese la forma plena tua en anima tua (y no tu anima). Por otro lado, en italiano y en portugués sólo se emplean las formas plenas. ¿Es el apócope de estos adjetivos un fenómeno propio -por seguir en el juego de la posesividad- del castellano?
Como sugerí en mi trabajo (págs. 168-169) sobre el latín de los grafitos de Iruña-Veleia, quizás ya en el siglo III d.C. la forma apocopada era utilizada al menos en el latín hablado de Iruña-Veleia. Esta sospecha me fue inspirada por la lectura que propuse para el texto abreviado del grafito de esa cronología del sector 5 (de la segunda mitad del siglo III, para ser más exacta) archivado con el nº 12049:
IN VAL
MIIM EX
SVIIMO
RIAMI
RIIA
Mi propuesta de traducción fue “en memoria de Val[erio/a?] de su Emo [y] de Rea hija de Riamo”. Mi propuesta de lectura fue IN VAL[ERI/AE] MEMORIAM EX SV EMO RIAMI REA. Mi propuesta interpretativa fue que este pedazo de cerámica fue realizado con motivo de la muerte de Valerio o Valeria (?) (el nombre no importa: importó la persona y mientras vivió -o mientras hizo usufructo de la vida, que diría Lucrecio- a Rea y a Emo especialmente, ya que Emo se autodenomina en la inscripción “su Emo”) como dedicatoria sepulcral doméstica. Si empleo el adjetivo posesivo mi de manera insistente, en cursiva y en negrita ello no ha de ser entendido como un deseo de autoría, ni mucho menos, sino como una forma léxica de asterisco humilde que reconoce con la boca pequeña que existe la posibilidad de que yo esté [muy] equivocada en mi hipótesis.
Sea como fuere, me llamó la atención leer SV IIMO (SV EMO) en lugar de suo Emo (o Emo suo, más clásico aún), y ello me indujo a proponer con letra pequeñita en una tímida nota a pie de página que tal vez en el siglo III ya existía el doblete pleno / apocopado para el adjetivo posesivo. No tenía más datos que me animaran a escribir sobre ello en letra de tamaño normal y dentro del folio, junto a las demás cosas que dije en ese informe sobre el latín de Iruña-Veleia.
El caso es que existe un texto que en su día me pasó desapercibido durante la no fácil tarea de seleccionar todos aquellos grafitos veleyenses que contenían texto latino para su posterior análisis lingüístico. Se trata del óstracon nº 13147 hallado también, como el anterior, en el sector 5 y por tanto de la misma cronología, cuya lectura según consta en la sección de ostracabase sería V / I / I / T / V / S / V.
El texto como tal (VIITVSV) no me dijo nada en absoluto en su momento, pero por casualidad mis ojos se han encontrado recientemente con la fotografía de este fragmento de asa de jarra y sin llegar a ver la propuesta de lectura he entendido inmediatamente M donde otros han leído V: y es que la primera letra, la supuesta V que para mí no es tal, presenta apenas visibles los trazos que coincidieron con los bordes curvos del asa de la jarra, de modo que las barras verticales de la M no se aprecian a primera vista.
Si efectivamente la letra grabada es una M, entonces el texto sí cobra sentido para mí: MI / I / TV / SV. Son (eso creo) los tres adjetivos posesivos apocopados de primera, segunda y tercera persona del singular. Entre MI y TV hay una barra vertical que interpreto como la conjunción copulativa del castellano y escrita no obstante con i latina. Ello supondría, de estar yo en lo cierto en mi propuesta, un precioso y primerizo testimonio de la grafía de la conjunción latina et tal y como se pronunciaba realmente en la lengua hablada (no de otro modo que como se sigue haciendo en castellano), ya que la consonante final dental -t no era pronunciada desde tiempo atrás, a juzgar por Pompeya entre otros testimonios, y no menos probado está el cambio de timbre de /e/ a /i/ en el latín que viene siendo denominado, entre otros muchos epítetos, vulgar.
¿Por qué mi y tu su en el asa de una jarra? Buena pregunta.
Bueno… dado que el contexto en el que el grafito fue hallado es el sector 5, del que se ha dicho a manera de hipótesis interpretativa debido al contenido de sus textos que podría tratarse de un paedagogium o escuela, podría pensarse que la inscripción fue realizada con el objetivo de enseñar a los indígenas caristios los adjetivos posesivos latinos (¿o debiéramos decir “castellanos”?) (!)
Pero… tomando en consideración que el soporte sobre el que se grabó la inscripción es el asa de una jarra, y teniendo en cuenta que sobre este tipo de soportes (vajilla doméstica) era muy frecuente el grabado de una marca de propiedad (de hecho no es extraño encontrar marcas de tipo mea, “mía”, sobre jarras precisamente, costumbre extendida -según he leído en alguna parte- especialmente entre los soldados), también puede entenderse que el dueño o la dueña -qué sustantivo, qué semántica, ay- de la jarra que nos ocupa tenía bien asimiladas aquellas sabias palabras de Lucrecio y sabía por tanto que nada pertenece a nadie ni nadie pertenece a nada ni a nadie, sino que toda la materia constituida por átomos que se unen y se desunen sin cesar en el vacío infinito se encuentra disponible para el usufructo temporal de los átomos que la encuentren, así como la misma Vida, que termina cuando los átomos que estaban juntos se separan por algún motivo [pre]determinado para dar paso a otras Vidas
y para así hacer posible
el eterno flujo cósmico cíclico de ser y no ser
que es, al fin y al cabo, esto en lo que estamos y somos todos y cada uno de los conjuntos de átomos que nos denominamos mediante sustantivos concretos como ser humano, flor, piedra, estrella fugaz, agua, aire, tierra, árbol, perro, perra, casa, coche, cerámica, óstracon, planeta.
Aquella persona veleyense, se me ocurre, consideró que su jarra era también la tuya cuando tú la usas, y la suya, la de otros. Y la tercera persona es especial, porque si quiere engloba a todas las personas del mundo.
Es sólo mi interpretación del grafito nº 13147. Yo no estoy en posesión de la verdad ni quiero, ya que de otro modo no la buscaría y entonces mi existencia no me resultaría emocionante. Por eso, y porque ello me divierte y place, me encantaría conocer otras opiniones al respecto de lo que alguien escribió sobre el asa de aquella jarrita en la segunda mitad del siglo III en Iruña-Veleia.
La Encomienda, 25 de diciembre de 2013.
P.D. Dedico este post de todo corazón al creador de Ama Ata, que comparte su creación con todos nosotros para el bien del Conocimiento.