Isabel Velázquez: “En el mundo antiguo los signos de puntuación difieren notablemente de la época moderna. De hecho, obedecen más a criterios retóricos que puramente gramaticales. En muchos casos sólo se recurría a dejar espacios vacíos (en blanco, según de qué soporte se trate), para marcar cierta separación entre palabras o marcar los períodos oracionales, subdivididos en cola y commata por el procedimiento de cambiar de renglón cada periodo o estructura”.
Si el uso de los signos de puntuación era muy irregular, como bien señala la profesora, entonces no puede pretenderse que los óstraca veleyenses muestren un uso regular o demasiado coherente, sobre todo aunándose este motivo a los dos anteriormente expuestos. Por tanto, la irregularidad que los comisionados -no sólo Velázquez- señalan en el uso de ciertos signos de puntuación carece de relevancia y de peso en lo que se refiere a dirimir en base a ellos la autenticidad o la falsedad de los grafitos. El hecho de que los signos de puntuación aparezcan o no, así como el de que sean más o menos regulares, sólo podría ser tenido en cuenta a la hora de emitir un juicio de tal índole para un texto de a partir del siglo X, cuando, como señala Velázquez, comenzó a darse una mediana sistematización en textos transmitidos en manuscritos y, por supuesto, en textos con periodos oracionales amplios, esto último lo cual, como se ha expuesto en el párrafo anterior, no es en modo alguno el caso de los textos inscritos en los óstraca de Iruña-Veleia.
A modo de icono que une estos dos teónimos encontramos tres diminutos trazos verticales dispuestos en dos alturas de modo que en la parte baja hay dos y en la alta uno. Los arqueólogos de Lurmen han planteado la hipótesis de que se trate de un reloj de sol, y ello nos parece posible aunque no descartamos la posibilidad de que se esté representando o bien gotas de agua o bien granos de arena que caen, sugeridas estas ideas por el hecho de que aparte de relojes de sol también existían en la antigüedad, como es bien sabido, los relojes de arena y los de agua conocidos como clepsidras. Las dos alturas en las que fueron grabados esos trazos bien podrían estar representando la caída de los granos de arena o de gotas de agua.
HERA puede leerse detrás de dos líneas verticales una vez más, faltando el nombre latino que esperaríamos con la forma Juno dado que la i consonántica es notada con una J tal y como se ve en tres grafitos veleyenses. Sin embargo, puede verse un trazo vertical que podría corresponder a la I de Iuno, el nombre romano de la esposa de Zeus -Hera en su denominación griega-, a quien siempre acompaña el pavo real que en su vistoso plumaje conserva los muchos ojos del monstruo Argos que esta celosa diosa colocó como espía de su adúltero marido y que Hermes mató por encargo de Zeus, ganándose con ello el epíteto de Argifonte o “asesino de Argos”. Cabría imaginar que ese trazo vertical es en efecto la I de Iuno, porque entre el nombre griego y dicho trazo puede verse un extraño dibujo que Lurmen identifica -no sin dudas, colocando signos de interrogación- con una vulva y que a nosotros nos hace pensar más en uno de los ojos de Argos que la diosa luce en su animal asociado, el pavo real. El dibujo consta de un pequeño círculo dentro del cual se hizo una incisión que se asemeja a una pupila o al diseño, en fin, de las manchas del pavo real, símbolo -siempre- de esta diosa.
Volviendo al informe de Isabel Velázquez, ésta dice a continuación: “Por este motivo resulta sorprendente que en los grafitos de Veleia aparezcan comas, no por la forma (aunque ésta sea minoritaria y extraña en inscripciones de la época y en Hispania), sino por la función que en ellos adquieren, siendo interpretables como pausas en enumeración de listas de nombres y muy distintas, en cualquier caso, de algunas formas de interpunción que pudieran guardar cierta similitud formal”.
Cuando dice “por este motivo”, se refiere a lo que acabamos de anotar: sólo sería esperable para ella un punto medio, un triángulo, un cuadrado, una hoja de hiedra o formas de vírgulas similares a las comas (éstas a veces en el pie de la propia caja, de forma similar a la actual).
Joaquín Gorrochategui dice: “la coma como signo gráfico fue totalmente desconocida en la antigüedad”.
Desconcertante. Ambos comisionados no están de acuerdo, por lo que se ve. Recordemos lo que decía Isabel Velázquez: “Lo más habitual en época imperial son puntos medios, también cuadrados, triángulos, incluso formas de vírgulas similares a las comas (éstas a veces en el pie de la propia caja, de forma similar a la actual) y, sobre todo la denominada hedera distinguens, una hoja de hiedra sencilla que puede estar dibujada con el vértice hacia arriba o hacia abajo. Pero en todos los casos estas marcas separan o bien letras o bien palabras, incluso sílabas. Los signos de interpunción no marcan pausas como tales del discurso, ni enumeraciones de nombres, etc.”
Admiten la existencia de la interpunción en la epigrafía.
Como se ve, concuerdan con la catedrática de filología latina en que existir, existían. Discrepan con ella y coinciden con Gorrochategui en que los signos de interpunción separaban palabras, es decir, en cuanto a su función. Pero la siguen a ella en el reconocimiento de diferentes tipos de signos como la hoja de hiedra. Y parecen querer dejar claro también ellos que la función de las comas veleyenses es la actual: marcar las pausas que hay que seguir para una lectura y comprensión correcta de un texto.
Parecen estar de acuerdo, al menos en parte, con Joaquín Gorrochategui: «desconocida en la Antigüedad.» Sobre las comas veleyenses, dicen: “El signo aparece representado como una pequeña raya oblicua dispuesta en la parte inferior de la línea, similar a lo que en nuestros días identificamos como una coma, y con la función de puntuar un texto breve”.
De todos modos, a cualquier persona que no sea epigrafista se le ocurre, al experimentar con un objeto punzante sobre un trozo de cerámica o de hueso, que esa pequeña raya oblicua, independientemente de que sí está documentada en la Antigüedad, también podría haber pretendido ser un punto -al parecer un signo de interpunción que no habría suscitado problemas para los comisionados-, un conciso punto que es muy difícil grabar sobre un soporte duro, pudiéndose convertir en un pequeño trazo semejante a lo que hoy llamamos coma en el mismo y puro intento de hacer visible el punto.
Así, la arqueóloga de Lurmen llega a la conclusión de que “también en el caso de los grafitos de Veleia y por los propios condicionantes del soporte y la técnica de grabado, puede que se esté “buscando el trazo lineal”, de forma que los puntos, difíciles de grabar mediante incisión, se conviertan en dichos trazos lineales que, en algunos casos, parten de la mitad del renglón o de un poco más abajo. Además, si partieran de más arriba, hubieran podido confundirse con letras como la “i”, u otras, problema que se resuelve bajando un poco el trazo, hacia su parte más inferior. Esta explicación, totalmente plausible, explicaría la aparición de los trazos denominados como “comas” por los expertos de la comisión, mostrando simplemente una adaptación gráfica de signos de puntuación, como los puntos, utilizados en la Antigüedad.”
El hecho es, en fin, que en algunos óstraca de Iruña-Veleia hay incisas unas pequeñas rayas muy semejantes a las comas actuales, pero más rectas. Concretamente, 24 comas se reparten en 14 óstraca eusquéricos, y también aparecen en cinco grafitos latinos. Llama la atención el hecho de que mayoritariamente aparezcan en un sector concreto del yacimiento: el sector 6, de donde proceden en su mayoría los textos en euskera. En el sector 5 (recinto 59, UE 51144, o supuesto paedagogium) también aparecen, en los mencionados textos en latín, pero en menor medida y siempre puntuando en textos breves.
Hay una coma después de ENEAS, marcando no tanto una pausa (ya que no se trata de textos de periodos propiamente dichos, sino de sintagmas nominales) como una separación temática.
La coma, al igual que en la pieza anterior, separa al nombre propio SIICVANO del aparente complemento del nombre que le acompaña (¿referencia a la Cohors I Gallica?).
La coma separa a ENEAS de su complemento en aposición explicativa ANQVISIIS ET VENVS FILI, por lo que la pausa resulta gramaticalmente idéntica a la de los casos anteriores.
La traducción del texto vendría a ser algo como “yo vivo en la Veleia roja” o “yo vivo en la Veleia de arriba”, no existiendo acuerdo sobre el sentido en el que debería entenderse el término eusquérico GORI (“rojo” o “crudo” si es adjetivo, “arriba” si hay que identificarlo con el adverbio del euskera actual goi, goian, gora). Parecería que se trata de un texto no terminado, ya juzgar por el espacio epigráfico que se ha dejado en blanco o sin aprovechar, aunque también podría pensarse que la “coma” está empleada a modo de punto final.
La traducción parecería ser “Mi madre, ha muerto en Roma, cristiana”, si es que ha de entenderse que en la última palabra hay una errata y falta la R y un error ortográfico de C por CH como el de CRONOS, aunque también puede entenderse como un antropónimo femenino (CISTIANA) que correspondería al nombre de la madre o bien al de la hija que escribe el improvisado epitafio.
Las comas marcan pausas muy lógicas desde el uso actual separando oraciones independientes y con coherencia sintáctica. La traducción del texto podría ser “Yo tengo doce años, tres hermana tú, yo ciento dos” (…). Al existir una capa de concreción considerable en la parte baja del óstracon, no puede leerse el final del texto, como puede apreciarse en la fotografía.
La coma aislaría MARCVS del resto del texto, lo cual viene a ser lo mismo que hemos visto en tantos otros textos en los cuales un nombre o sintagma nominal es separado de su complemento en aposición mediante una coma, sólo que en este caso el orden estaría invertido, encontrándose el nombre explicado al final: «En Veleia muy amigo, Marcus N».
Se observa una sistemática en el uso de los tres modos de interpunción: las hiedras aparecen en la abreviación de las fórmulas hechas que se repiten en la epigrafía (Dis manibus, bene merentis) mientras que las comas aparecen cuando hay un texto abreviado con el nombre del susodicho (Titi Tetti Cai en genitivo) y su cargo religioso (VI viri augustalis, asimismo en genitivo apositivo). En cuanto a cuando no hay interpunción, se observa que ello sucede cuando la palabra no está abreviada (SACRVM, TETTI y la filiación en genitivo FILII LENI). Si está abreviada, como hemos dicho, hay «coma». Así que parece que la interpunción en este caso indica abreviación.
Censorin
[US] ann(orum) LX
h(ic).s(itus).se(st)
(Cneo Terentio Censorino, de sesenta años, aquí está sepultado).